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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Populismos de la plebe y de la élite

Esperanza Aguirre representa la quintaesencia del liderazgo populista

Enrique Gil Calvo

El consenso entre los analistas ha concluido que el presidente Mariano Rajoy se equivocó al optar por Esperanza Aguirre como alcaldable de Madrid. Con ello esperaba quitársela de encima tanto si perdía como si ganaba, pero, evidentemente, le ha salido el tiro por la culata. Y ahora la lideresa campa de nuevo por sus respetos haciendo de su capa un sayo mientras se pone a todo el mundo por montera: al presidente, a su partido, a la prensa y al electorado. Pues diga lo que quiera y haga lo que le salga, ella siempre sacará provecho del culto mediático a su bizarra personalidad, como si gozase de licencia para la irresponsabilidad.

Es el sino de la actual democracia de audiencia (Bernard Manin), solo fundada en el personalismo del liderazgo. Y tanto más cuanto la presente crisis de representación ha determinado el recurso al populismo como única vacuna contra la epidemia de desafección política. De ahí el declive de los políticos tradicionales, opacos y redundantes y el ascenso irresistible de estrellas nacientes tan vistosas como fugaces: Barak Obama, Beppe Grillo, Yanis Varoufakis o, entre nosotros, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez.

¿Y Esperanza Aguirre? Como es obvio, constituye la antítesis del pretendido paradigma de la nueva política en sustitución de la vieja, puesto que su padrino fue no ya el fatídico José María Aznar, sino mucho antes el castizo José María Álvarez del Manzano (exalcalde de Madrid). Y, además, carga con un pasado lleno de cadáveres en el armario: el tamayazo, las ruinosas radiales, el ser la cazatalentos de carteles como la Púnica y la Gürtel… Eppur si muove: pese a ello funciona. ¿Cuál es su truco?

La verdad es que la lideresa representa la quintaesencia del liderazgo populista. Cuando se le llena la boca de descalificaciones contra Podemos, se le podría aplicar perfectamente una paráfrasis de Gustavo Adolfo Bécquer: “¿Qué es populismo? ¿Y tú me lo preguntas? Populismo eres tú”. Pues, en efecto, la característica principal del éxito de Aguirre consiste en saber ganarse la adhesión del pueblo llano no a fuerza de Logos (argumentos racionales), sino a base de Ethos (tras identificarse como “uno de los vuestros”) y, sobre todo, de Pathos (al congraciarse con el humor y la sensibilidad de sentido común).

Ahora bien, populismos hay muchos, y aquí distinguiré tres grandes variantes. Ante todo, está el populismo desde dentro (etnocéntrico y endogámico), que descarga su victimismo colectivo sobre los extraños y los parias a los que pretende sacrificar como chivos expiatorios. Afortunadamente, este populismo xenófobo no se da en España más que en su variante nacionalista.

Después está el populismo desde abajo (heredero de la institución latina de los tribunos de la plebe), que construye mayorías populares mediante su integración antagónica contra las élites dirigentes: es el modelo que teorizó Laclau y hoy aplica Podemos entre nosotros.

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Y, por último, queda el populismo elitista desde arriba (heredero del panem et circenses del Imperio romano), que compra la adhesión popular mediante fiestas y sobornos o espectáculos y subvenciones. Es este último el modelo Berlusconi, al que se acoge Aguirre, que de liberal no tiene nada, como pretende (igual que Podemos tampoco tiene nada de socialdemócrata), puesto que lo suyo es el proteccionismo, el intervencionismo y el paternalismo.

Queda por ver en esta contienda de populistas (como la guerra de Mario y Sila) quién saldrá ganador, si el populismo de la plebe o el de la élite.

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