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Samira, la ‘reclutadora’ de mujeres del Estado Islámico

La detenida convenció y controló hasta a 40 chicas para unirse a la red terrorista

Patricia Ortega Dolz
Samira Yerou baja del avión flanqueada por la Guardia Civil.
Samira Yerou baja del avión flanqueada por la Guardia Civil.

"¡Esto es un hombre de verdad y no tú!", le espetó Samira Yerou a su marido mostrándole la imagen en su móvil de un barbudo, un combatiente del Estado Islámico (EI). Las cosas en la pareja iban mal mucho antes de eso y de que la detuvieran acusada de pertenecer a una organización terrorista el fin de semana pasado, a su llegada al aeropuerto de El Prat procedente de Turquía. Ella le había conocido en España, adonde había emigrado en 2000 desde Marruecos tras terminar el bachillerato. Trabajó en una fábrica y limpiando alguna casa para sacarse algo de dinero en negro y, de ese modo, complementar las pequeñas ayudas económicas que recibían de la Generalitat.

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Él, también marroquí, se ganaba la vida como pintor y se quiso casar al poco de conocerla —allá por el 2006—. El nacimiento de Mohamed en 2012 en Barcelona no fue un acicate para el joven matrimonio, asentado en una humilde casa del municipio de Rubí, sino todo lo contrario. A los pocos meses de dar a luz, Samira regresó a Tetuán con su familia. Según contó su marido a los agentes de la Jefatura de Información de la Guardia Civil, estaba cansada de las continuas discusiones provocadas por una economía precaria. Con 30 años y con la sensación de haber fracasado por segunda vez en un matrimonio —estuvo casada antes en Marruecos— volvía con su bebé a su país.

Nada hacía sospechar a su entorno en ese momento que cuando volviese a España, un año más tarde, ya no sería la misma. Nadie, ni siquiera su hermana —que también vivía en Rubí—, pensó que en poco más de un año Samira se hubiese convertido en una persona radicalizada, enganchada a Facebook, pendiente y celosa de dos teléfonos móviles y de una tableta a través de los que mantenía contactos constantes con destacados líderes del Estado Islámico y referentes religiosos en Siria, Irak, Emiratos Árabes, Arabia Saudí y Jordania.

Corría el año 2013. Estaba sola, con un bebé casi recién nacido, y de nuevo en su ciudad natal. Optó por volver a la sharia, dispuesta a encontrar en la ley islámica las claves para enderezar una vida errática, fallida, pese a que nunca antes en España acudía asiduamente a las mezquitas, según averiguaron después los investigadores.

En sus ratos de soledad comenzó a pasar horas delante del ordenador, a frecuentar las redes sociales, principalmente Facebook
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En sus ratos de soledad comenzó a pasar horas delante del ordenador, a frecuentar las redes sociales, principalmente Facebook. Fue allí donde encontró a su novio virtual, un hombre que le daba consejos, que le prometía un futuro mejor en Siria —a ella y a su hijo—, una “vida pura”, le hablaba de la educación especial y las remuneraciones que recibían las mujeres que se unían a la “defensa del Islam, que estaba siendo atacado por Occidente” y a las que luchaban contra “los chiitas iraníes que querían invadir Siria”. Era ese tipo barbudo de la fotografía del teléfono que meses después le pondría de ejemplo a su marido como el hombre verdadero.

Pero la de Samira no iba a ser sólo una historia más de amor virtual radical, similar a la de las 550 mujeres que se calcula que se han integrado en el EI desde Europa mordiendo un anzuelo emocional. Ella tenía algo que la hacía distinta de las demás. Algo que la iba a convertir en una pieza clave, en una mujer VIP para el Daesh (nombre en árabe del EI). Samira sería el imán que atraería —según los investigadores— a al menos otras 40 mujeres hacia el masculinizado Estado Islámico, ávido de sumar chicas en edad fértil a sus filas para garantizar la supervivencia del califato suní engendrado por Abu Bakr al-Baghdadi, el autoproclamado califa Ibrahim que declaró su soberanía sobre Irak y Siria en 2014. Samira se iba a convertir en una reclutadora.

Europeas en el EI

  • Unas 550 europeas se han unido al Estado Islámico, según estimaciones publicadas en enero por el Instituto para el Diálogo Estratégico de Londres, una organización independiente.
  • Las jóvenes Shamina B., de 15 años; Kazida S., de 16, y Amira A., de 15, emprendieron el viaje hacia Siria desde Reino Unido para unirse a las huestes salafistas. Fueron vistas por sus familias por última vez el 17 de febrero, antes de embarcar en Londres en un vuelo hacia Estambul.
  • El 16 de diciembre de 2014, la Comisaría General de Información, en operación conjunta con los servicios de inteligencia marroquíes, detuvieron a siete personas, cinco de ellas en España y dos en Castillejos, en Marruecos, de las que cuatro eran mujeres (una menor). Y otras 12 habían sido captadas a través de las redes sociales y foros de WhatsApp.
  • En agosto, la policía detuvo a Fauzia Allal Mohamed, de 19 años y otra chica de 14 años que la acompañaba, cuando se disponían a cruzar desde Melilla a Marruecos para volar a las zonas de combate de Siria.

Ella tenía algo muy valioso. Algo que vieron enseguida algunos de los líderes yihadistas con los que comenzó a relacionarse. Su potencial se llama Mohamed y tiene solo tres años: su hijo, hoy ya bajo la custodia paterna de nuevo en Rubí, después de haber pasado tres semanas en un centro de internamiento de Estambul junto a su madre, mientras los servicios de extranjería cumplimentaban los trámites para extraditarla a España tras la denuncia de secuestro del menor presentada por su marido.

El hecho de que estuviese dispuesta —y así lo intentó el pasado mes de diciembre— a cruzar la frontera de Turquía a Siria con el pequeño en busca de “un mundo mejor” —como dijo en su declaración ante el juez— , le arrogaba una determinación enorme ante su novio salafista de Facebook. Y, al mismo tiempo, suponía una gran capacidad de persuasión para las otras mujeres con las que compartían chats y conversaciones para unirse a la yihad. Un niño al que, pese a la negativa de su padre, le enseñaba vídeos de degollamientos de los combatientes islamistas. Un menor con una enorme potencia mediática, que acabó diciendo en un vídeo cosas como: “Degüello al policía”; “voy a ir con los muyahidines” o “nuestro emir es Abu Baker al Baghdadi”.

Las mujeres captadas por Samira partieron desde Bélgica, Italia, Francia, Rusia y de países árabes. De Oriente y Occidente. Las seguía, “conocía los días que tenían previsto emprender el viaje, sus escalas, las que habían logrado pasar, las que habían sido paradas en la frontera”, aseguran fuentes de la investigación. Decenas de jóvenes que habían caído en las redes (sociales), estratégicamente desplegadas por miembros del califato, auténticas estructuras de reclutamiento virtuales. Todo un sofisticado sistema de captación de chicas, estudiado y orquestado por los propagandistas del EI a través de Internet “con discursos en Youtube, con perfiles de Facebook, con chats privados, con WhatsApp, con cuentas de Twitter”, explican los investigadores. Esta misma semana era bloqueado —presuntamente por Anonymous— el avatar de Facebook yihadista creado por afines al califato.

“Hay activos internautas del EI dedicados a elaborar mensajes y doctrinas perfectamente pensados para reclutar a gente en las redes sociales con cantidades ingentes de propaganda”, aseguran los agentes del instituto armado, que continúan analizando los muchos contactos establecidos por la detenida en los últimos meses a través de sus dispositivos para tratar de averiguar quién dirige esa estrategia en Facebook y desde dónde: “Lo mejor de Samira está por llegar”.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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