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De los molinos de viento al ‘fracking’

La industria del gas se ha fijado en Burgos, donde existe rechazo a la fractura hidráulica

Manuel Planelles
Explotación de petróleo en Sargentes de Lora, en Burgos.
Explotación de petróleo en Sargentes de Lora, en Burgos.Gorka Lejarcegi

El boom de la energía eólica se quedó a las puertas de Masa. Literalmente. Los aerogeneradores se extienden por el páramo, pero llegan justo hasta el inicio de esta pedanía burgalesa. Las eléctricas también querían sembrar molinos en una finca pública propiedad de la junta vecinal de Masa. "Teníamos un precontrato firmado. Pero pasaron los cuatro años de plazo y se fueron". Florencio Herrero, alcalde pedáneo, abre la verja de la finca resignado ya a no recibir los 6.000 euros al año que le iban a pagar al pueblo.

Las promesas ahora están bajo sus embarradas botas marrones. La empresa canadiense BNK quiere quedarse con unas dos hectáreas de esta misma finca pública para pinchar la tierra en busca del gas pizarra que dice que hay a miles de metros de profundidad. La compañía aspira a ser la primera en usar la técnica de la fractura hidráulica en España. Depende de las autorizaciones que ha solicitado ante el Gobierno y la Junta de Castilla y León para acometer hasta 12 sondeos en cinco municipios del norte de Burgos. Entre ellos, Masa, donde BNK ha pedido a la Administración regional la declaración de utilidad pública del proyecto y la ocupación temporal de esos alrededor de dos campos de fútbol para hacer dos pozos.

Este puñado de tierra —donde pastan algunas vacas y donde los ocho vecinos de Masa se pertrechan de madera— es el resumen energético de la legislatura: Un viaje desde la anterior apuesta (vía subvenciones) por las renovables hasta el impulso de los combustibles fósiles del Ejecutivo del PP, que ha legislado para apoyar proyectos de gas y petróleo.

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Los planes de BNK son perforar verticalmente en cada pozo hasta una profundidad de entre 3.000 y 4.500 metros. Luego, analizarían las muestras y, si se confirman las reservas, seguirían perforando horizontalmente durante dos kilómetros más. Al terminar, inyectarían en el pozo agua a presión mezclada con arena y productos químicos para romper la roca en la que se aloja el gas. Las autorizaciones que ha pedido BNK son para sondeos exploratorios. Si luego quisiera explotar comercialmente el gas, tendría que pedir más permisos.

Florencio no había oído hablar del fracking hasta hace tres años. Ahora, después de haber visitado —invitado por BNK— los pozos que la compañía tiene en Polonia, sabe que "el subsuelo es del Estado". Se atiene a lo que decidan la Junta y el Gobierno sobre el proyecto. No ofrece ni un sí ni un no cuando se le pregunta si quiere que se utilice el fracking. "Yo no lo pondría, pero si beneficia al pueblo..." Sí tiene claro que va para largo. "Esto tardará... yo igual ni lo veo", dice este agricultor de 72 años y mono de trabajo azul.

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"Vamos a hacer todo lo que podamos para que no se haga". Germán de Diego, el alcalde de Valle de Sedano, no es ambiguo. Dice que el Ayuntamiento alegará, que no van a vender los terrenos a la empresa para hacer pozos y que en el municipio no es posible encontrar a dos personas que apoyen la fractura hidráulica. Los cinco Ayuntamientos donde BNK quiere perforar, todos del PP, tienen mociones contra el fracking.

El regidor habla sentado en el pretil del puente sobre el Sedanillo. La nieve de enero alimenta este río y sus afluentes, que fluyen en cada rincón.

El agua es de lo que más preocupa a Álvaro Fernández, Luisa Huidobro, María Ruiz y Vanesa Ramos. Cuando se les pregunta, montan una pequeña asamblea antifracking frente al ambulatorio de Sedano, en cuyo término municipal viven 500 personas. "La naturaleza es lo único que tenemos; es de lo que vivimos, del turismo, de los manantiales y fuentes", argumenta Luisa.

En Sedano, como en el resto del norte de Burgos, los vecinos están bajo el fuego de dos bandos enemigos. A un lado, las plataformas contrarias a esta técnica. En cualquier bar se pueden encontrar folletos en los que se advierte de que el fracking "provoca seísmos, contamina el agua y el campo. Es incompatible con otros usos del suelo como la agricultura, la ganadería y el turismo". Al otro lado, la empresa, que dice que las técnicas que utilizan "son segura y probadas por una experiencia de décadas". "La información está muy sesgada, no sabes a quien creer", resume sin bajarse de la bicicleta Mario Fernández, otro de los vecinos de Sedano.

En este pueblo de piedra, el escritor Miguel Delibes pasó los veranos durante casi medio siglo. Su extensa familia aún conserva varias casas en Sedano. Miguel Delibes hijo, biólogo y actual presidente del Consejo de Participación de Doñana, se muestra, como casi siempre, mesurado. "Mi deseo es que la fractura hidráulica no se haga en Sedano". Pero, a continuación, recuerda que el Consejo Consultivo de las Academias de Ciencias de Europa emitió en octubre un pronunciamiento en el que no se cerraba la puerta a los sondeos exploratorios. "Las pegas son serias, pero no descartaban definitivamente que se hagan pruebas piloto en Europa", añade. Este informe se analizó hace un mes en la Real Academia de Ciencias de España, de la que Delibes es miembro.

La nieve se resiste más a desaparecer a media hora en coche de Sedano. Allí, los motores de cinco caballitos negros ronronean. Son las bombas con las que se extrae petróleo en Sargentes de Lora desde los sesenta. Estos pozos son una de las razones por las que BNK está dispuesta a gastar hasta 20 millones por sondeo exploratorio en Sedano, en Masa y en otros tres pueblos de la zona. Se sabe que en el subsuelo del norte de Burgos hay gas, entre otras cosas, por los pozos que se han ido abriendo desde hace 50 años en toda la comarca. Se sospecha que es gas pizarra, que solo se puede extraer con fracking.

De los pozos de Sargentes ya no brota crudo de alta calidad. Y en el bar Oro Negro, frente al campo petrolífero, no hay ni un alma.

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Sobre la firma

Manuel Planelles
Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía. Ha cubierto las negociaciones climáticas más importantes de los últimos años. Antes trabajó en la redacción de Andalucía de EL PAÍS y ejerció como corresponsal en Córdoba. Ha colaborado en otros medios como la Cadena Ser y 20 minutos.

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