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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No hay cambio sin riesgo

Ciudadanos ha visto la posibilidad de dar un buen mordisco al PP con un discurso de centro liberal

Josep Ramoneda

2015 está destinado a ser el año electoral más importante desde 1982. Las distintas alternancias entre PSOE y PP han sido más o menos conflictivas y desabridas, pero nunca estuvo en cuestión el régimen surgido de la Transición. La crisis económica ha fracturado la sociedad y ha cambiado la pirámide social al romper la utopía de que casi todos éramos clase media.

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Las tramas sistémicas de corrupción han puesto en evidencia la promiscuidad entre política y dinero, han roto el vínculo de confianza con la ciudadanía y han puesto de relieve la ineficacia del sistema institucional a la hora de combatirlas. No son casos aislados de personas que faltan a su deber, son redes organizadas que penetran y se extienden en partidos e instituciones (ya sea Gürtel y Bárcenas, los ERE andaluces, o la trama del pujolismo, para poner tres ejemplos sonados).

Y el soberanismo catalán ha abierto la fractura territorial. En estas circunstancias, sería razonable que el carrusel electoral que ahora empieza condujera a que las nuevas Cortes surgidas de la última cita del año, las elecciones generales, tuvieran un carácter semiconstituyente. Es decir, que, sin la fantasía infantil de volver a empezar —la huella del pasado es profunda—, se emprendiera una reforma de la Constitución y una renovación de la cultura política: falta independencia, responsabilidad y empatía.

Fueron el soberanismo catalán y Podemos los que desempolvaron la mítica consigna del cambio. Y todos, salvo el PP, la han hecho suya. Cada cual la decanta a su manera: la dimensión virtuosa (el cambio sensato, dice Ciudadanos), la psicológica (el cambio seguro, dice el PSOE), el reparto del poder (Podemos) y la rotura institucional (los soberanistas). La aparición de nuevos actores y la crisis del bipartidismo abre una campaña tan larga como incierta.

La formación ha visto la posibilidad de dar un buen mordisco al PP con un discurso de centro liberal
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La irrupción de Ciudadanos en la política española despierta nuevas fantasías. Nacido en Cataluña alrededor de un tema —la cuestión lingüística— ha visto la posibilidad de dar un buen mordisco al PP con un discurso de centro liberal, sin lastre del pasado. El PP ha olido la amenaza, y ha respondido con una consigna patética: citarles siempre por su nombre catalán, el anticatalanismo es un capital al que la derecha no renuncia nunca. A su vez, el salto de Ciudadanos ha sido visto como una posibilidad de salvar el statu quo frente a Podemos, y ya se le presenta como potencial socio de una coalición de Gobierno con el PP y el PSOE. Algunos apelan al cambio para asegurarse de que no cambie nada.

Con el PP parapetado en el inmovilismo, decidido a resistir aglutinando el voto conservador, para los demás partidos será decisiva la credibilidad que cada cual sea capaz de dar a su apuesta por el cambio. Ciudadanos y Podemos, cada cual desde su sitio, llegan ligeros de hipotecas. Pero nos deben todavía sus ideas. El PSOE tiene que renovar su casa, para que su cambio seguro no sea una burla. Sin olvidar que no hay cambio sin riesgo.

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