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Columna
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Informe sobre P.

La prioridad dada a la victoria electoral les ha llevado a evitar entrar en temas polémicos

“La diferencia [de Podemos con IU] es que nosotros sabemos cómo ganar”, espetó Pablo Iglesias a Alberto Garzón, candidato de IU a La Moncloa, según evocó hace poco el propio Iglesias. La frase ha sido rescatada por Eugenio del Río, sobreviviente de la generación de la izquierda radical de los años 70, en un agudo análisis que intenta responder a la pregunta: “¿Es populista Podemos?” (Página Abierta.Enero-febrero 2015). Una de sus conclusiones es que esa frase de Iglesias puede tomarse al pie de la letra: saben cómo ganar pero no para qué.

La audacia de los de Iglesias les distingue de sus antecesores de la izquierda radical, resignados a jugar el papel de condicionantes de los partidos mayoritarios

La audacia de los de Iglesias les distingue de sus antecesores de la izquierda radical, resignados a jugar el papel de condicionantes de los partidos mayoritarios. P. aspira a sustituirlos y cuenta para ello con su inserción en la dinámica de radicalización de sectores amplios, incluyendo las clases medias empobrecidas por la crisis, contra las políticas de los partidos instalados; y con su encarnación en una generación no contaminada por el ejercicio del poder.

El secreto para ganar es aprovechar la ventana de oportunidad abierta por la crisis y el descrédito del sistema para articular una mayoría popular interclasista (el pueblo, los de abajo, la gente) antagónica a la corrupta minoría dominante. El núcleo dirigente de Podemos identificó los experimentos de líderes populistas como Chávez, Evo Morales o Correa como la verificación práctica de sus teorías, empezando por la de que era posible llegar al poder por vía electoral y que para ello era vital contar con un fuerte liderazgo unipersonal capaz de aglutinar apoyos de personas de diversas ideologías o sin ideología definida.

Una contradicción llamativa es que los sondeos atribuyen a P. la primera o segunda posición pese a que es percibido como de extrema izquierda, cuando la mayoria de la población se identifica con posiciones moderadas. De ahí su evolución hacia planteamientos menos afilados, que han llegado a presentar como socialdemócratas consecuentes. La paradoja es que se socialdemocratizan para ampliar su base electoral y liquidar o someter, con pactos, a los socialdemócratas realmente existentes.

La paradoja es que se socialdemocratizan para ampliar su base electoral y liquidar o someter, con pactos, a los socialdemócratas realmente existentes
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En el debate sobre la institucionalización del partido han emergido dos tendencias: la de Pablo Iglesias que supedita cualquier otro objetivo al de ganar las elecciones; y el que proviene de Izquierda Anticapitalista, sector nacido como corriente interna de IU, luego convertido en partido y recientemente en asociación para integrarse en Podemos. Este sector se define como marxista crítico y considera que no es suficiente ganar las elecciones sino que es necesario dotarse de un programa rupturista diferenciado. Sus miembros más veteranos no salen de su asombro al ver como unos jóvenes profesores han logrado en poco tiempo una audiencia que ellos ni soñaron en 30 años de abnegada militancia.

La prioridad otorgada a la victoria electoral les ha conducido a evitar entrar en temas polémicos, como el del independentismo en Cataluña, que podría dividirles. Pero también a adaptarse a un consenso a ras de suelo hecho de prejuicios, en sintonía con la opinión mayoritaria condicionada por la televisión.

Les queda por demostrar que tienen ideas sobre cómo utilizar ese poder que consideran a su alcance para resolver los problemas que denuncian. Su indefinición aconseja tomar en consideración que el modelo que les abrió los ojos tiene poco de liberador y mucho de sistema para perpetuarse en el poder mediante la neutralización de la oposición, control de la prensa y supresión de la limitación de mandatos.

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