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De Frente / José Ramón Arribas

“Inolvidable es que un enfermo condenado se salve”

El jefe de enfermedades infecciosas de la Paz, que dirigió el equipo que atendió a Teresa Romero, dice que la crisis del ébola fue un tsunami

Juan Cruz
El doctor Jose Ramon Arribas, en el Hospital La Paz.
El doctor Jose Ramon Arribas, en el Hospital La Paz. Samuel Sanchez

Debe satisfacer ver la cara alegre del curado... Cuando más satisfecho me siento es cuando soy capaz de cambiar la vida de alguien, liberándolo de la enfermedad, que en el fondo es una esclavitud.

¿Algún momento en particular que retenga como inolvidable? En el verano del 96, con la llegada de los tratamientos antirretrovirales. Es inolvidable encontrar un tratamiento que hace que pacientes condenados a muerte se recuperen. No los hemos podido curar, pero han podido llevar una buena vida. Esto quedará grabado para siempre en todos los que nos hemos dedicado a tratar pacientes con VIH.

¡Cómo sería aquella alegría para los pacientes! Para ellos fue complejo. Le puedo contar muchos casos, pero hubo gente que, al conocer su enfermedad, se había dedicado a tirar de la visa: le quedaba poco tiempo de vida y no pagarían. De repente tuvieron que replantearse completamente toda la situación.

¿Es absoluta la esperanza de curación? No, de curación no. Lo que podemos ofrecer hoy a un paciente seropositivo es que va a llevar prácticamente una vida normal, con una esperanza de vida muy similar a la del no infectado... No tengo ninguna duda de que algunos pacientes más se curarán, pero tengo muchas dudas sobre si podremos tener un tratamiento generalizado con el que poder curar a muchos más pacientes.

La crisis del ébola fue un tsunami de tres meses que nos arrastró a todos

¿Cómo es su actitud ante el conocimiento del dolor ajeno? Un médico es un médico, no es un amigo, hermano o padre. El paciente tiene que sentir que te pones en su lugar, pero no puedes realizar una actividad profesional continuada si “te lo llevas a casa”.

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¿Cómo anima a alguien con un dolor que viene de una infección que alguien le contagió? En el VIH lo primero es que el paciente no se sienta juzgado en ningún momento. En 30 años de epidemia prácticamente no hemos avanzado en la cuestión del estigma, en la consideración social y el rechazo hacia el paciente. Con el VIH lo que intentamos es liberar al paciente de la esclavitud de la enfermedad, eso es lo más importante.

Que no se sienta juzgado. ¿Ni compadecido? Los pacientes comunican su enfermedad a un número reducido de personas, viven más el miedo al rechazo que el miedo a la compasión. Yo lo que más veo en mi consulta es el miedo al rechazo.

¿Cómo se sintió ante la curación de Teresa Romero, la persona que padeció ébola? Aliviadísimo. Cayó en mi área de responsabilidad del hospital, fue un tsunami de tres meses que nos arrastró a todos. Estábamos sobrepasados por los acontecimientos, pero los profesionales sanitarios tenemos que intentar practicar la mejor medicina que podamos y dar lo mejor que tenemos.

¿Cómo se prepara un médico para el fracaso? El dolor más profundo se produce cuando alguien muere por algo fácilmente evitable, por el error de no administrar un tratamiento simple. Cuando llevas tiempo ejerciendo ante enfermedades complejas te das cuenta de que tienes que intentar hacerlo mejor, pero cuando las cosas no van bien no siempre es porque no se haya hecho el esfuerzo adecuado. Con el tiempo aprendes que tu capacidad también es limitada.

¿Cómo le ha hecho como persona esta relación con la alegría y el dolor? Ja, ja, ja. ¡No sé! Estar en contacto con el dolor te pone en tu sitio para discernir qué es importante y qué no. La salud es una cuestión fundamental que te hace valorar muchas cosas.

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