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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El coste político de la crisis económica (…y de la corrupción)

El futuro de PP y PSOE dependerá de que eviten el vértigo autodestructivo

Ciudadanos gana impulso y Podemos lo pierde. El Rey (de forma destacada) y Albert Rivera resultan ser las únicas figuras públicas bien evaluadas por los ciudadanos. Y si las elecciones generales tuviesen lugar ahora, los españoles aplicarían un claro correctivo a PP y PSOE: no les expulsarían de la arena política, pero sí reducirían severamente su rango dentro de ella. El enfado ciudadano con ambos partidos no amaina: siguen siendo percibidos como responsables —y por igual— de la crisis: por no verla venir y por el daño causado para tratar de remediarla. Y el enfado se agrava con los casos de corrupción que pesan sobre ellos: no puede salir gratis reajustar —duramente y a fondo— casas ajenas si se descubre que la propia está deficiente y torpemente barrida.

Los españoles siguen juzgando con dureza la situación del país. Ajenos a los múltiples indicios que sugieren lo contrario, un 83% mantiene la idea de que la economía española va mal y un 67% cree que no va a cambiar en los meses próximos o, que si lo hace, será a peor. Para un 68% el paro va a seguir durante bastante tiempo igual de alto que ahora o incluso más. Y quien espere réditos políticos por la gestión de la crisis, debe tener en cuenta que, en proporción de dos a uno, predominan quienes piensan que si la economía mejora no será gracias a las medidas del Gobierno.

Y si el presente se ve mal, el futuro se vislumbra aún más negro: el 72% de los españoles cree que, cuando pase la crisis, las cosas no volverán ya a estar como antes; un 74%, que nuestro país saldrá de ella con un incremento de la pobreza y de la desigualdad; un 73%, que los jóvenes no tendrán —no tienen ya— la oportunidad de desarrollar una vida personal y profesional como la de sus padres; y un 84%, que los más desfavorecidos tardarán mucho en recuperar las prestaciones y ayudas con que antes contaban. Así las cosas, no puede sorprender que buena parte de la ciudadanía vuelva la mirada hacia dos formaciones nuevas (Podemos y Ciudadanos) que, en conjunto, conseguirían el mismo porcentaje de votos (algo más del 39%) que la suma de PP y PSOE.

Pero las elecciones no son mañana. Faltan nueve meses y quedan muchas bazas por jugar y muchas cosas por decir y hacer. A Podemos, por ejemplo, parece estar empezando a pasarle alguna factura su dureza verbal, su falta de propuestas concretas y su descalificación, en bloque, de unos años (los de la Transición) especialmente queridos y añorados por los españoles (y que, en cambio, Ciudadanos, recuerda y ensalza en cuanto tiene ocasión). La formación de Pablo Iglesias es ahora, tras el PP, el partido al que un mayor porcentaje de españoles dice que nunca votaría (el 32%: una cifra superior en 11,6 puntos a su intención directa de voto). PP y PSOE tienen, hoy por hoy, mucho perdido, pero no todo y, quizá, no de forma irreversible. Dependerá de cómo encaren y vivan este período de penitencia que la sociedad les impone. Si evitan el vértigo autodestructivo que pueda causar el ayer perdido (y que podría encarrilarles definitivamente hacia la segunda división política —o, incluso, hacia la eventual desaparición—) y en cambio abordan, en serio, un proceso de depuración, oxigenación y renovación, no parece imposible (aunque sí difícil) que pudieran recuperar parte de la credibilidad perdida. Y con ella, parte de los votos que ahora les son negados. Ciudadanos, que sin apenas estructura ni apoyo mediático (fuera de las redes sociales y del “boca-a-oreja”) se situaría ya en un 12.2% del voto, se constituye en aspirante a convertir en cuarteto el trío que por ahora componen Podemos, PP y PSOE. Y queda por ver lo que los próximos meses puedan deparar a IU y UPyD que, hoy por hoy, verían frustradas sus anteriores expectativas de crecimiento, aunque lograrían mantener sus votos de 2011 —por el momento—. El escenario político se mueve mucho y se presenta muy abierto. La ciudadanía parece dispuesta a cambiar radicalmente el anterior reparto de cartas entre los distintos actores políticos. De cómo, en estos meses, actúen unos y otros dependerá que al final consigan contar con más o menos ases para el tiempo nuevo que parece avecinarse.

José Juan Toharia es catedrático de Sociología y presidente de Metroscopia.

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