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El conflicto crónico de las urgencias en Cataluña

Este año se han activado planes para adelantarse al efecto de las enfermedades respiratorias

Jessica Mouzo

La situación de colapso en los servicios de urgencias catalanes es un conflicto crónico en la comunidad. Los trabajadores denuncian casi diariamente la saturación de las urgencias en sus hospitales mientras el consejero de Salud, Boi Ruiz, sale del paso reduciendo las situaciones a “picos puntuales” de actividad. El conflicto ha llegado incluso a las redes sociales, donde los sanitarios de algunos hospitales, como los de Vall d’Hebron d’Hebron —el hospital más grande de Cataluña—, van actualizando al instante la situación de sus servicios. “Miércoles 28: 77 enfermos en urgencias esperan cama. Algunos ya es el quinto día que están aquí. Para algunos esto ya es es ‘habitual’ y no preocupa”, rezaba hace unos días el twitter de los adjuntos de urgencias. Precisamente este verano, los facultativos de Vall d’Hebron encendieron una temporada de protestas al denunciar públicamente el colapso constante de la unidad. El jefe de urgencias fue destituido días después de hacer pública la situación.

Los sanitarios temían ya este otoño que el problema se encrudeciese con la llegada del invierno y la temporada de gripes. Sin embargo, el Departamento de Salud se apuró a desplegar desde octubre un Plan de Urgencias para coordinar dispositivos de actuación específicos y aumentar la dotación de recursos a medida que se intensificaban los casos de enfermedades respiratorias y síndromes gripales propios de la época. El servicio catalán de la salud (Catsalut) ha abierto “unas 190 camas y ha aumentado los recursos entre un 10 y un 12%”, asegura una portavoz. Salud admitió, durante la rueda de prensa para informar de que Cataluña estaba en epidemia de gripe, que la afluencia a las urgencias de los hospitales había aumentado y reconoció que ya comenzaban a colapsarse estos servicios.

Vall d’Hebron ha adelantado los refuerzos casi un mes con respecto al año pasado y desde noviembre cuenta con 16 camas, cuatro enfermeros y dos auxiliares más para el servicio de preingresos, aumenta en 24 plazas el área de corta estancia y se abren otras 40 para dar apoyo a las urgencias directas. El hospital también ha contratado a dos médicos más para la unidad y ha reforzado las urgencias pediátricas con dos camas de críticos y 20 convencionales más. “Ahora hay que decir que el hospital tiene todo abierto y está trabajando al máximo de su capacidad”, ha reconocido Rosa Boyé, delegada del sindicato Metges de Catalunya en el centro sanitario.

En Bellvitge, otro de los grandes hospitales catalanes, la situación de las urgencias también fluctúa por días o semanas. “Si me preguntasen hace un par de semanas diría que estábamos colapsado pero ahora todo está estable porque han abierto tres plantas más para ingresar pacientes de urgencias”, apunta el presidente de la junta de personal, Ramón Montoya. En el hospital vecino de Viladecans, hace unos días, los pacientes se agolpaban en los pasillos, tirados en camillas o agarrados a su gotero en una silla de ruedas, mientras los sanitarios volaban de un lado al otro de la unidad para atender a todos sus pacientes. “Aquí muchos trabajadores ya sufren el síndrome burn out —del trabajador cansado— porque el nivel de estrés es inaguantable. Llegan a llorar de impotencia”, explicaba una trabajadora al cruzarse con otra compañera que salía a paso apurado de la sala de enfermería con los ojos vidriosos.

Salud también se comprometió a realizar mejoras técnicas, como instalar pantallas en las salas de urgencias para que todos los pacientes puedan ver cuánta gente tienen delante según su grado de gravedad. Además, los grandes hospitales catalanes también han mejorado en los últimos años las instalaciones de sus servicios de urgencias. Vall d’Hebron, por ejemplo, duplicó el número de habitaciones de observación y las dotaron con una cama y asiento para el acompañante. Sin embargo, la mejora de las infraestructuras no los eximió de haber sufrido nuevos colapsos. “Qué más da que aumentan los espacios o mejoren las habitaciones si no lo refuerzan siempre con más personal y no pueden drenar los pacientes a planta porque no siempre hay camas libres?”, cuestiona un trabajador de Bellvitge.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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