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Columna
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Marcha sobre Madrid

Podemos viene a llenar un vacío, pero sus modos revelan ansia de poder personal El partido ha convertido a una parte de sus bases en agresores contra cualquier crítica

No es una iniciativa tranquilizante, ni que aporte nada a la imagen de Podemos como partido democrático. Cuando existen objetivos concretos, tales como la protesta contra una ley o unas disposiciones manifiestamente nocivas, el sentido republicano de una acción semejante se encuentra del todo justificado. La tradición histórica sitúa en otro terreno aquellas marchas sobre, como esta, que se orientan a crear el efecto-mayoría para la exaltación de un líder y presionar sobre el comportamiento del electorado.

Estaríamos ante una manipulación más, a cargo de Pablo Iglesias, de un estado emocional colectivo que tiene su base en el rechazo

Estaríamos ante una manipulación más, a cargo de Pablo Iglesias, de un estado emocional colectivo que tiene su base en el rechazo —en la indignación— frente a las políticas de los últimos años. Por este medio se encubre la inseguridad de un proyecto compatible con un marco democrático. El “asalto a los cielos” ha servido en el siglo XX para generar tiranías y catástrofes. Mejor evitarlo.

Podemos viene a llenar un vacío, pero palabras, modos y ocultaciones revelan ansia de poder personal y rezuman autoritarismo. Ocultaciones, porque los ciudadanos tienen derecho a saber por qué cosa y cómo será sustituido el régimen caduco de 1978, qué balance realizan hoy de ese chavismo que les financiaba —“todo se sabe, todo se descubre”, advirtió Cicerón—, al cual elogiaban y del que tanto han aprendido. Mantener tácticamente esos silencios no es discreción, sino engaño.

Modos: la conferencia constituyente, ejercicio de una autocracia personal, con sus números uno, dos, cinco en escala leninista, y milagrosamente los mismos del núcleo fundacional; los cuales han convertido a una parte de sus bases, véanse tuits, no en militantes que razonan, sino en creyentes, agresores contra cualquier crítica, repitiendo —marketing obliga— la lista de descalificaciones que impone el grupo dirigente.

Ahora toca identificarse con Syriza, oscilante entre un renacido “eurocomunismo” —estimación de una hiperactiva amiga griega— y un sesgo maximalista, acercamiento a Putin incluido. Escuchemos el discurso, seguramente simplificador, de Iglesias.

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Entretanto los dos partidos mayoritarios se obstinan en seguir ofreciendo materia prima para consolidar el tópico de la casta

Entretanto los dos partidos mayoritarios se obstinan en seguir ofreciendo materia prima para consolidar el tópico de la casta. El PP de Rajoy, al mantener una actitud de indignidad, trazando, una tras otra, cortinas de humo sobre sus grandes casos de corrupción.

El PSOE, por la extraña parálisis política de que sigue aquejado tras el ramalazo de esperanza suscitado por la elección de Pedro Sánchez. El último acto es nada menos que contribuir con sus votos al restablecimiento de la cadena perpetua, concesión inhumana a una visión reaccionaria del derecho penal, y en este caso, además, del todo inútil, porque si esperan con eso frenar al terrorismo islámico, es que lo ignoran todo.

Mi declaración tampoco servirá de nada, pero mi conciencia me exige anunciar que nunca votaré a un partido que da semejante paso y no lo rectifica.

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