_
_
_
_
_

El Ejército español se irá de Herat tras el verano y dejará un retén en Kabul

El Gobierno autoriza un máximo de 485 militares en Afganistán durante 2015

Miguel González
Un militar español, con unos niños afganos en 2012.
Un militar español, con unos niños afganos en 2012. c. álvarez

La misión del Ejército español en Afganistán se acerca a su fin cuando están a punto de cumplirse 13 años de su inicio. La nueva misión Resolute Support (Apoyo Decidido) de la OTAN, que el 1 de enero sustituirá a la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad), será apenas una etapa de transición hacia la salida definitiva.

A la espera de que el pleno del Congreso lo ratifique la próxima semana, el Consejo de Ministros aprobó ayer la participación de España en la nueva misión de la OTAN con un máximo de 485 efectivos y por un periodo de un año, prorrogable. Pero ya está previsto que la gran mayoría de ellos salgan de Afganistán después del próximo verano, cuando España desaloje la base de Herat, al este del país, y solo deje un equipo reducido en Kabul. La razón es obvia: EE UU ha anunciado que concentrará sus tropas en la capital y en la base de Bagram y sus aliados no están dispuestos a mantener su despliegue a lo largo del país sin los estadounidenses.

Para España hay, además, una segunda razón: aunque la misión Resolute Support tiene como objetivo asesorar y apoyar a las autoridades afganas, solo una pequeña parte del contingente —no más de una decena de militares en toral— se dedicará a esta tarea. Ya no se trata, como hasta ahora, de instruir a los militares afganos, sino de asesorar a los responsables del 207 Cuerpo de Ejército del ANA (Ejército Nacional Afgano).

Italia toma el mando de la base que tuvo un coronel español desde 2005

El resto del contingente e ocupará de cometidos diversos como operar el hospital de campaña Role 2, dar seguridad a la base y prestar servicio en el aeropuerto. La tarea más peligrosa corresponderá a la Compañía de Protección que, con unos 220 militares, se encarga no solo de la vigilancia perimetral, sino también de también del entorno cercano de la base, un anillo de unos 10 kilómetros alrededor. Los soldados españoles no van en misión de combate, pero reaccionarán si las base es atacada y su defensa no se limitará al interior de la misma sino que saldrán a buscar a los posibles atacantes.

España peleó por mantener sus tropas en Herat dentro de la nueva misión y lo ha logrado. Lo que no ha conseguido es retener el mando de la base, que ha ejercido un coronel español durante los últimos diez años y ahora pasará a manos italianas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Sin el mando de la base y sin la gestión del aeropuerto —el segundo del país, que a medio plazo gestionará una empresa privada contratada por el Gobierno afgano—, seguir en Herat tiene cada vez menos interés y el propósito es dejar un contingente simbólico en Kabul —donde ahora hay una veintena de oficiales españoles en los cuarteles generales— a finales de 2015.

En ese momento se podrá dar prácticamente por cerrada la misión del Ejército español en Afganistán, que se ha cobrado cien vidas y más de 3.500 millones. La única duda procede de los titubeos de la Administración Obama que, temerosa de repetir el fiasco de Irak, donde ha tenido que regresar tras la retirada de 2011, está revisando sus planes de repliegue: ya no serán 9.500 sino 10.800 los soldados estadounidenses que sigan el año próximo en el país y con autorización, además, para seguir combatiendo a los talibanes.

"¿Qué pasará cuando nos vayamos?"

M. G.

"¿Qué pasará luego?' (luegoes cuando nos vayamos) le pregunto a mi general afgano. 'Cuando os vayáis reinará la paz', me dice. Yo me rasco la cabeza pensando si es un error de traducción o es un error estar aquí".

No es habitual que los militares españoles escriban sobre su experiencia en zonas de combate, más allá de partes de operaciones, instancias internas o publicaciones oficiales. Y menos que lo hagan cuando siguen en activo y los hechos que narran aún están calientes.

El teniente coronel Juan Bustamante ha editado una selección de los correos electrónicos que envió a familiares y amigos durante su misión en Afganistán, de noviembre de 2012 a mayo de 2013, como asesor del general Wadafar (al que familiarmente llama Rafa). Se trata de un libro ligero —Soba na Soba (Codo con Codo), Envíos afganos. Ediciones Fuente de la Fama, 2014—, escrito en tono coloquial y con frecuencia irónico, que no levantará ampollas, pero tampoco rehúye los aspectos más duros.

La muerte de un artifciero español por la explosión de un artefacto, la deserción de dos militares afganos que la emprenden a tiros contra sus compañeros y los instructores españoles, la impune violación de un soldado afgano, aparentemente por sus superiores, se alternan con el reparto de alimentos y medicinas o un partido de una especie de versión bárbara del polo. Y todo ello sin sombra alguna de superioridad o condescendencia, ni siquiera hacia los enemigos. “Tendemos a pensar que los talibanes son fanáticos religiosos. Unos pocos lo son, pero otros fichan por ganarse el pan, porque no les roben ese pan, otros por amenazas y otros ni saben que lo son. Pero todos creen que su bando es el bueno y por eso se pelean”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_