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Siete pasos para gritar ¡eureka!

España es un país de ingeniosos; las creaciones de algunos inventores ganan premios internacionales. La falta de inversión les aboca a financiarse con capital extranjero

Pablo León
De izquierda a derecha, Edu Sentís con la bicicleta que ideó; Stephane Espinosa y el prototipo de Nitro Cooler y Luis Ros, ideólogo de un retrovisor auxiliar.
De izquierda a derecha, Edu Sentís con la bicicleta que ideó; Stephane Espinosa y el prototipo de Nitro Cooler y Luis Ros, ideólogo de un retrovisor auxiliar.Gianluca Battista

El aire acondicionado se inventó en España en el siglo XVI. No el mismo que se utiliza hoy en día, sino la base científica de este artilugio refrescante. Su autor, el inventor Jerónimo de Ayanz y Beaumont, también diseñó la primera bomba de vapor y una primigenia escafandra de buceo. “Era un genio; el Leonardo español”, dice Enrique Villacé, presidente de Asociación de Inventores de España (AIE), organización sin ánimo de lucro que asesora a aquellos que tienen una genial ocurrencia. Pero poca gente conoce la historia de Ayanz. “Así como España es un país muy ingenioso, atendiendo el número de artículos científicos publicados anualmente en revistas especializadas, su índice de patentes es bajo”, continúa Villacé.

En 2013 se intentaron registrar en España 3.133 patentes, según datos de la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM). De ellas se concedieron 2.893. “Y solo unas 300 son inventos propiamente dichos”, apunta Villacé. “De estos se convertirán en realidad entre un 2 y un 5%”. Muchos de ellos verán la luz gracias al capital extranjero. “Un 80% de los inventos españoles se acaba produciendo fuera”, sentencia el presidente de la AIE. Ser creativo a la española no es fácil. Del mismo modo que la Historia y los artículos científicos avalan el ingenio español, también se ratifica que esa creatividad no se ha sabido explotar del todo. El año pasado, por ejemplo, Francia cuantificó en 16.000 las peticiones de patentes. En el caso de las internacionales (que protegen una idea en varios países del mundo), España, con 1.700 solicitudes, queda lejos de las 17.942 de Alemania, el líder europeo. Estados Unidos tiene 57.036, según un informe de Online Business School. Pero, a pesar de todas las dificultades, los inventores españoles siguen creando.

Fernando Navarro mostrando cómo se usa TieTop, su protector de corbatas contra manchas.
Fernando Navarro mostrando cómo se usa TieTop, su protector de corbatas contra manchas.Gorka Lejarcegi
Tengo una idea

Durante una comida, una amiga le planteó a Fernando Navarro un problema cotidiano que le atormentaba: “Mi marido va de traje a la oficina. Lleva corbata, suele volver con ella sucia, y estoy harta de llevarlas a la tintorería”. “Ponle un protector de corbata”, contestó Navarro, de 37 años, casi sin prestar atención. “¿Pero eso existe?”, preguntó su amiga. Han pasado tres años de esa conversación y en ese tiempo Navarro ha patentado TieTop, un plástico que evita las manchas en las corbatas. Es lo que se denomina un inventor coyuntural: aquel que se plantea encontrar una solución a una tarea previamente planteada. Comparte ingenio con los inventores curriculares, investigadores asociados a algún tipo de laboratorio, y con los accidentales, aquellos que agitan el ingenio debido a un problema personal. Julián Huertas pertenece a este último grupo: hace casi una década, su hijo casi se ahoga. “El incidente me dejó muy alterado. Cuando estábamos en el agua no estaba tranquilo ni con los manguitos ni con los flotadores”, recuerda. “Intenté idear un sistema mediante el cual el niño pudiera aprender a nadar de manera progresiva”, explica este profesor de Educación Física de Talavera de la Reina.

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El prototipo
Julián Huertas con su Kit Flot.
Julián Huertas con su Kit Flot. Gorka Lejarcegi

Tomando como base un traje de neopreno, Huertas lo rellenó de pequeños flotadores. Ese fue el primer boceto de Kit-Flot. “Al no encontrar financiación, decidí lanzarme como autónomo”, cuenta. Hizo acopio de ahorros y se puso a idear un primer modelo. A Navarro le pasó algo parecido; tenía muy claro lo que quería hacer, pero no encontraba apoyo para arrancar. “Nos fuimos a Estados Unidos”, relata. Allí, su protector de corbata despertó interés y se hizo realidad. En Wall Street se puso de moda y ahora produce medio millón de TieTops al mes. “A la vuelta, nos resultó más fácil seducir al mercado español”, cuenta. “Parece que los españoles prestan más atención a algo que viene de fuera que a una creación propia”. El Nitro Cooler de Stephane Espinosa todavía no es una realidad. “Tengo un prototipo”, dice el creador. Una tarde de hace un lustro, este inventor malagueño de 33 años estaba tomando una cerveza con un grupo de amigos. Su bebida se calentó. “Ojalá existiese algo que enfriara la cerveza en estos momentos”, se lamentaba uno de sus colegas. Hace poco más de dos años, Espinosa retomó la idea.

Ferias, medallas y premios

Tras darle vueltas a la cabeza y varias asesorías técnicas, Espinosa ideó Nitro Cooler, un sistema ecológico de refrigeración que funciona con gases licuados, nitrógeno líquido principalmente, y gracias a la aplicación del primer principio de la termodinámica: “La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma”. Presentó su idea en 2013, en Pittsburgh, dentro de la feria de inventores INPEX, una de las más prestigiosas del mundo. En esa edición hubo tres stands procedentes de España. Este año, la presencia española ascendía a ocho mostradores. “Es un agradable incremento teniendo en cuenta la situación económica actual”, apunta Livia Bebing, que trabaja en la organización de la cita. Los inventos españoles no solo se presentan en sociedad en foros internacionales, sino que también ganan premios: Espinosa se llevó la medalla de oro en la sección de tecnología. En este mismo foro, el flotador de Huertas consiguió otro oro en la categoría de innovación deportiva. “Ahí me di cuenta del interés que había en otros países por los productos nuevos y la innovación en general”, dice. “Les encanta la novedad”. Esa actitud contrasta con las respuestas que en multitud de ocasiones ha recibido en España: “Eso no es interesante, ya está inventado”.

José Luís López Gómez mostrando los planos de su invento.
José Luís López Gómez mostrando los planos de su invento.Gorka Lejarcegi
¿De dónde saco el dinero?

El año pasado el ingenio español consiguió otro hito: el título de mejor inventor europeo. La Oficina Europea de Patentes entregó este galardón al ingeniero ferroviario José Luis López Gómez, de 72 años, por una propuesta que mejora la rodada de los trenes y aumenta su seguridad. Talgo está trabajando en desarrollarla. “Fomentar la innovación es clave”, opina. “Sobre todo, entre la gente joven. Entiendo que vivimos una coyuntura económica complicada, pero en España faltan actitud y ganas. En definitiva, sensibilidad con respecto a la creatividad”, añade. Aunque en los presupuestos del año que viene la partida para Investigación, Desarrollo e innovación (I+D+i) crecerá un 4,8% hasta alcanzar los 6.395 millones de euros, las subvenciones para la investigación civil (a las que podrían optar los nuevos inventores) disminuyen en siete millones de euros con respecto a 2014. Además, parte de estos fondos no llegan a tener beneficiarios. Hace dos años, el 45% del presupuesto de I+D no se ejecutó, según la Condeferación de Sociedades Científicas de España.

“Sin respaldo económico todo es más complicado”, espeta Espinosa. Antes de la medalla de oro de Pittsburgh, intentó presentar su proyecto en varios foros españoles. Estuvo en una feria en Valencia y prácticamente no hubo ninguna empresa interesada. “Ni siquiera se plantearon hablar conmigo”, dice. “Pero no decaí”, asegura. “Vengo de una familia de inventores y emprendedores: Mi tío ideó un cortaquesos especial para quesos blandos y le compraron la patente; mi abuelo fue el creador del cortapelo de nariz, pero como era amigo de Philips le cedió la idea”, resume con orgullo la trayectoria de su familia. Por ahora ha invertido en su proyecto 50.000 euros. La medalla del INPEX ha despertado el interés de algunos inversores… internacionales. “No ha sido fácil llegar hasta aquí, pero estoy contento, empiezo a despegar”, relata. “No hay duda de que en otros países muestran más interés, por lo que siempre es más fácil obtener apoyo extranjero. Inventar es fácil. Lo difícil es llevarlo a cabo”.

“Un 80% de los inventos se produce fuera”, señala el presidente
de la Asociación
de Inventores de España
Yo lo invento, yo lo fabrico

Edu Sentís, de 44 años, sabe lo complicado que es crear. Este catalán ideó una bicicleta urbana. Era tan apropiada para las ciudades que Copenhague, meca de los pedales, eligió su modelo (eléctrico, ligero, recargable durante el aparcamiento, con navegador, de ruedas macizas y sin cadena) para su sistema de bicicleta pública. Con todo adjudicado, Sentís tuvo que vender su idea mediante una cesión tecnológica a una empresa danesa. Es decir, permitir a un tercero que fabrique y venda el producto a cambio de un pago. No encontró financiación para cumplir el contrato y realizar la industrialización en España. “Nosotros nos dedicamos a innovar e innovar y finalmente nos faltó el dinero”, cuenta desde su estudio en Rubí (Barcelona). Considera que en España falla el sistema financiero ya sean bancos o inversores. “Aún sigue habiendo una cierta mentalidad del pelotazo”, opina. “Existe una visión muy cortoplacista y rápida con respecto a los negocios”. A diferencia de otros países, donde funcionan las corazonadas, todos los creadores se quejan de que aquí nadie está dispuesto a arriesgar. “Solo invierten si saben que van a tener un retorno y ni siquiera con eso asegurado lo hacen”, continúa Sentís. Su proyecto requería una inversión de tres millones de euros. Tenía asegurado un retorno económico de cinco.

“Un invento es una idea y resulta complicado tenerlas, pero al final es mucho más difícil realizarla”, reitera Juan Carlos Pérez Oliva, de 47 años. Viviendo en Alemania, se le ocurrió un sistema de recarga de baterías de las bicicletas eléctricas. Siguió dándole vueltas al tema y acabó creando Easy Energy, un conector para la recarga de todo tipo de vehículos que adapta el voltaje en función de las necesidades del automóvil y que se puede instalar en la vía pública. El año pasado también obtuvo un prestigioso premio: el otorgado por la prensa en el Salón Internacional de Inventos de Ginebra —junto a INPEX otro de los foros de inventores más importante del mundo—. “La idea es mía, pero ante los costes que había que afrontar, encontré un socio inversor”, explica Pérez.

Celia Sánchez con una lente y un protector de pantalla que disminuyen la luz azul.
Celia Sánchez con una lente y un protector de pantalla que disminuyen la luz azul.Gorka Lejarcegi
Historia de una patente

Los smartphones y las tabletas emiten mayor cantidad de luz azul que otros dispositivos. Hace varios años, Celia Sánchez Ramos, profesora e investigadora de la Universidad Complutense de Madrid, se interesó por los daños que esta radiación produce en el ojo. Hace un mes salieron al mercado unas lentes de contacto ideadas por ella que protegen de esa luz azul. “Las llevo puestas”, se presenta. En 2005 patentó esta idea. “Fue mi primera creación”, recuerda. Para conseguir una patente, el producto tiene que ser examinado y cumplir tres requisitos: ser novedoso, presentar actividad inventiva y que su fabricación sea factible. Eso cuesta dinero: en torno a mil euros. A ello hay que sumar la renovación anual (durante 20 años) que va desde los 23 euros de los primeros años hasta los 600 del último. “Si además queremos patentar internacionalmente, tendríamos que gastarnos entre 8.000 y 10.000 euros más”, apunta Luis Ros, ideólogo de un retrovisor auxiliar para evitar los accidentes de tráfico que se producen al abrir las puertas traseras de los coches. “Tardé cinco años en obtener la patente”, explica este inventor premiado tanto en la feria INPEX como en Ginebra. “El sistema es complejo, te obliga a invertir mucho y no evita que te lo copien. Deberían existir subvenciones o ayudas”.

Fernando Navarro creó un protector de corbatas que ahora hace furor en Wall Street. Ya produce medio millón al mes

En realidad, existen. La Oficina Española de Patentes y Marcas ofrece deducciones, exenciones o aplazamientos de pago. Pero a muchos creadores no les parece suficiente. El Gobierno acaba de aprobar una reforma de la Ley de Patentes de 1986 que pretender “primar la actividad verdaderamente inventiva, innovadora y novedosa” frente a la mera declaración de patente. “Lo importante no es que se patente al máximo, sino que aquello que se patente sea serio y sea bueno”, declaró el ministro de Industria José Manuel Soria durante la presentación de la reforma que también establece una reducción de un 50% en algunas tasas para emprendedores y PYMES.

Se vende invento

“¿Inventores arruinados?”, se pregunta Sentís. “Conozco a todos los que quieras”, se contesta a sí mismo. “Hay un problema entre los creadores. No basta con tener una idea, hay que preguntarse si el mercado necesita esa idea”. Pero la creatividad no es fácil de controlar. Tanto la bicicleta de Sentís como el flotador de Huertas, las lentes de Celia Sánchez, el protector de corbatas de Navarro, el retrovisor auxiliar de Ros o el sistema ferroviario de José Luís López son una realidad. Y los prototipos de recarga de vehículos de Pérez Oliva y el refrigerador ecológico de Espinosa están cerca de convertirse en un producto comercial. “Tener una idea es lo mejor que te puede pasar”, dice Sentís. Y concluye: “A pesar de todas las complicaciones, saber que has resuelto algo y poder gritar eureka produce una sensación maravillosa”.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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