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‘IN MEMORIAM’

Carmina Virgili, defensora de la libertad y la inteligencia

La catedrática de Geología fue secretaria de Estado de Universidades del primer Gobierno del PSOE

Carmina Virgili, catedrática y secretaria de Estado de Universidades del primer Gobierno socialista.
Carmina Virgili, catedrática y secretaria de Estado de Universidades del primer Gobierno socialista.CARLES RIBAS

El periódico del pasado domingo me trajo una tristísima noticia. En la página 20, abajo a la derecha, había una esquela, pequeñita, en la que Carmina Virgili, porque estoy seguro de que la ha redactado ella, se despedía de todos nosotros, de sus “amigos, compañeros, alumnos, colegas y familiares”. Hacía meses que no sabía de ella. Cuando abandoné la Secretaría General del PSOE me hice una lista de la gente con la que quería reencontrarme, personas que habían supuesto mucho en mi vida y a las que había dejado de ver por mi absorbente dedicación a la política. Carmina estaba en esa lista. A ella quería, entre otras cosas, darle las gracias. Porque de su mano llegué a mi primer puesto político: me nombró jefe de su gabinete cuando ella accedió al cargo de Secretaria de Estado de Universidades e Investigación. Pero, sobre todo, porque a lo largo de los años que he dedicado a la política nunca me ha faltado su cariño, su aliento. Nunca. Sirvan estas líneas para contar lo que me habría gustado decirle a ella por si al final la razón está de mi parte y no es posible que podamos reencontrarnos en el futuro.

Carmina abandonó su cátedra de Geología en la universidad para dedicar unos años de su vida a la política. A la política universitaria en el equipo del ministro Maravall. Dejó una de sus pasiones, enseñar Geología, para hacer honor a un compromiso político que le había llevado a militar en el socialismo democrático durante los tiempos de la dictadura. Defensora a ultranza de la autonomía de unas universidades que siempre concibió como instituciones docentes e investigadoras —una universidad que no investiga no merece tal nombre, solía decir— la Ley de Reforma Universitaria le debe mucho a su inteligencia, su tesón y su capacidad de trabajo.

Carmina era catalana y catalanista. Recuerdo la pasión con la que se dedicó, con la que nos implicó, en la organización del Congreso de Cultura Catalana en Madrid —estoy hablando del año 1976— para disipar falsos tópicos y estereotipos que envenenaban la visión que “aquí” teníamos de lo que en realidad se pensaba y sentía “allí”. Fue Carmina la que me explicó por primera vez lo que sufría una niña catalanohablante cuando en la escuela la obligaban a hablar todo el tiempo en castellano, la prohibían expresarse en catalán. De ella aprendí a respetar, proteger y querer el catalán por lo que es: una lengua que nos enriquece a todos los españoles.

Pero Carmina fue más, mucho más. Fue una mujer que se tuvo que abrir paso superando infinidad de obstáculos en mundos ferozmente masculinos; primero en el de los catedráticos universitarios, después en el de la política. Catedrática, creo que la primera en España en su especialidad, secretaria de Estado, una de las primeras en la democracia española, nunca dejó de recordarnos que no podíamos llenarnos la boca hablando de igualdad y olvidarnos de quienes a nuestro lado tenían vedados, en la práctica, derechos y oportunidades por el simple hecho de haber nacido mujeres.

Sé que vivía estos últimos tiempos con una zozobra que comparto. Por supuesto y sobre todo, por el futuro. Pero un poco también por el pasado. El suyo, muy parecido al de muchos que como ella llegamos a la política de la mano exclusivamente de nuestro compromiso, ahora parece que se quiere reescribir. Yo, Carmina, trataré de que no sea así. Con el mismo sentido crítico que nos llevó a no aceptar una realidad injusta, lucharé para dejar claro que quienes defendimos la libertad no prorrogamos ningún régimen, sino que acabamos con él, con el único régimen que hemos sufrido los españoles. Explicaré que nos dotamos de una Constitución para acabar con los privilegios, no para crearlos. Defenderé la dignidad de quienes, como tú, llegamos a la política para servir, y no para servirnos. Estoy seguro de que en esa tarea no estaré solo. Como lo estoy de que, al final, esa parte de tu historia, de nuestra historia, quedará escrita con sus errores, por supuesto, pero, sobre todo, como lo que ha sido: una etapa de libertad, de convivencia y de progreso.

Carmina, catedrática, socialista, catalana, española, amiga y extraordinaria persona, descansa en paz.

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