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El Tribunal de Cuentas suspendió al segundo mejor opositor en Hacienda

Juan L. J. B denunció irregularidades y trató de favor a parientes y allegados de cargos, que sí lograron las plazas.

¿Es lógico y entendible que un licenciado en Económicas no apruebe una oposición para subalterno del Tribunal de Cuentas, equiparable a mozo o bedel, y que poco después el mismo opositor apruebe y saque la segunda mejor nota de toda España en otras oposiciones para técnico de Hacienda? Esto le sucedió, y no lo entendió, a Juan L. J. B. en unas oposiciones que celebró el Tribunal de Cuentas para cubrir una plaza de botones.

Juan L. J. B. es otro de los opositores que han denunciado, sin éxito, favoritismo en exámenes desarrollados por esta institución, que es la encargada de fiscalizar que las administraciones destinen el dinero de todos a un fin legal. El enfado de Juan L. J. B. se acrecentó todavía más cuando, tras los exámenes, supo que dos de las cuatro plazas por las que había pujado habían ido a las manos de allegados y conocidos de altos cargos de esta institución.

Sobre el Tribunal de Cuentas, cuyos sueldos de empleados se hallan entre los más elevados de la Administración, se cierne desde hace lustros la sombra de supuestos favoritismos en sus pruebas de acceso. Su presidente fue forzado a comparecer en julio ante el Congreso por el PP, PSOE e IU para explicar la profusión de allegados y parientes de altos y medios cargos, y familiares entre sí, que hay en su plantilla, más de un centenar de sus 642 empleados públicos. Tiene un presupuesto anual que ronda los 60 millones de euros.

Juan L. J. B. denunció graves irregularidades en los ejercicios. Entre otras, la “mera subjetividad de la entrevista” final, que alentaba el “favoritismo”, según expuso en un recurso contra la forma en que se desarrollaron los exámenes. No le hicieron caso. Juan L. J. B. tenía 23 años y había acabado la carrera de Económicas. Y, como medio inicial para ganarse la vida, concurrió a una de las plazas de subalterno que el Tribunal sacó a fines de 2002 a concurso, de libre concurrencia. Subalterno o bedel es una de las categorías laborales más bajas de entre la decena que existen en el Tribunal de Cuentas, equiparable a un mozo o botones. Según el programa de los exámenes, los aspirantes a las plazas de subalterno debían acreditar conocimientos sobre la Constitución de 1978, el Tribunal de Cuentas, el Consejo General del Poder Judicial y, lógicamente, sobre Economía y Hacienda. Bastaba para concurrir con tener estudios de primaria, y de ahí hacia arriba.

En los exámenes sobre conocimientos, sus notas fueron de las mejores, pero cayó en la entrevista, lo que muchos empleados del Tribunal denominan “el coladero”. Tal como estaban configurados los ejercicios, la entrevista era determinante. Él se quedó a las puertas. En cambio, dos de las plazas fueron para Sonia G. O., esposa del exchófer del actual número dos del Tribunal, y para Laura P. P., hija de la secretaria primera del exconsejero Rafael Corona. Antes que ella, también ingresó por oposición en el Tribunal su padre, Manuel P., en la categoría de subalterno. Los recursos de Juan L. J. B. denunciado la arbitrariedad de la entrevista cayeron en saco roto. El Tribunal los desestimó.

Se dio la circunstancia de que Juan L. J. B. concurrió no mucho tiempo después a unas oposiciones para técnico de Hacienda. En esas oposiciones, según el Boletín Oficial del Estado (BOE) de 5 de mayo de 2004, se quedó el segundo de toda España. De entre los 95 aprobados, sus exámenes obtuvieron la segunda mejor nota (19,464 puntos, a unas décimas del primero).

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Fue su tía María Ángeles, que trabajaba entonces en el Tribunal, la que le disuadió para que se presentase. Cuando vio lo ocurrido, se enfadó “muchísimo". “Sabía lo que había detrás, pero confiaba en que por un vez hicieran las cosas bien, pero siguieron...”, se lamenta.

investigacion@elpais.es

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