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Kebabs de ternera con trampa

Un estudio de la OCU detecta altos porcentajes de pollo en muestras con precio de ternera

Raquel Vidales
La carne de kebab se procesa de forma industrial en fábricas.
La carne de kebab se procesa de forma industrial en fábricas.luis sevillano

Parte de la carne de kebab de ternera (asada en pinchos giratorios) que se comercializa en España no es realmente carne de vaca. Un estudio realizado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que ha analizado muestras de este producto adquiridas en 25 establecimientos de Madrid, ha descubierto que en 17 de ellas hay ADN de pollo en un porcentaje superior al 1%, el máximo que según la ley se puede aceptar como mezcla accidental. En concreto, en seis se ha detectado más de un 60% de pollo y en las otras 11 entre un 40% y un 60%. En otras tres se ha encontrado pollo en cantidades muy pequeñas, por debajo del 1%, que se puede justificar porque los kebabs de ternera y pollo se suelen preparar en la misma superficie.

La ley no obliga a los restaurantes a especificar todos los ingredientes de sus platos, pero sí prohíbe hacer publicidad engañosa. "Si en una carta se lee kebab de ternera cuando en realidad la mitad es de pollo, eso podría ser publicidad engañosa. Por eso, vamos a enviar esta información a las autoridades de Consumo de la Comunidad de Madrid para que lo consideren", afirma Ileana Izverniceanu, portavoz de la organización. “En todo caso, creemos que el Gobierno español debería promover una norma para que los consumidores sepan si lo que comen es realmente lo que han pedido, sobre todo en estos productos procesados. Hay cadenas de comida rápida que ya lo hacen, pero de momento es algo voluntario", reclama Izverniceanu. La UE está analizando precisamente si debería extenderse a los restaurantes la obligación que tienen los productos envasados de señalar la información nutricional en su etiquetado, pero el debate avanza despacio y no se ha llegado aún a ninguna conclusión.

El estudio de la OCU demuestra que el fraude detectado en carnes de kebab en otros países europeos se produce igualmente en España. Hace unos meses, la Agencia de Normas Alimentarias británica (FSA) lanzó una advertencia al sector tras descubrir, con análisis propios y otros realizados por la organización de consumidores Which?, que una buena parte de los que se comercializan en Reino Unido con la denominación de cordero estaban adulterados con otras especies más económicas como pollo o ternera e incluso hay piezas en las que no había ni rastro de cordero. En 2009 otro estudio de la FSA encontró incluso ADN de cerdo y el año pasado se detectó también cerdo en Suiza, lo que escandalizó a las comunidades musulmanas de ambos países porque no pueden consumir porcino por motivos religiosos.

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Los análisis de la OCU en España no han descubierto ADN de cerdo, pero sí de pavo. La industria, de hecho, admite que el kebab de ternera suele llevar pavo para evitar que el producto se reseque. “La ternera oscurece y pierde jugosidad cuando se cocina mucho tiempo. Por eso se mezcla con pavo, no es ningún secreto, y de hecho nuestras etiquetas así lo indican”, explica Vicente Tormo, portavoz de Elche Kebab, la empresa productora de carne de kebab pionera en España, inaugurada en 2004. El problema, de nuevo, es que esa información no se especifica en las cartas de los restaurantes, con lo que los clientes pueden sentirse estafados por pensar que están pagando un producto que contiene solo ternera.

La organización también encargó al laboratorio que buscara carne de caballo para ver si persiste el fraude destapado el año pasado en hamburguesas y otros productos cárnicos envasados, que afectó a una veintena de países en Europa. Los análisis solo detectaron ADN de este animal en siete muestras, y en ningún caso por encima del límite permitido del 1%. No obstante, la OCU considera que aunque desde el punto de vista legal no se pueda hablar de fraude, sigue habiendo una gran opacidad acerca de cómo llega la carne de caballo a los preparados industriales y porqué en este caso uno de cada tres productos analizados ha sufrido esa contaminación accidental.

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Los establecimientos que sirven carne de kebab no suelen elaborar sus propios pinchos, sino que usan preparados industriales. Hasta hace 10 años, prácticamente toda la materia prima que se comercializaba en España se importaba de otros países europeos, sobre todo de Alemania y Reino Unido. Poco a poco, con la expansión de la demanda, han ido apareciendo fábricas productoras dentro de España, aunque se sigue comprando mucho en el extranjero. “En los últimos años ha habido un boom y han aparecido muchas fábricas que han tirado los precios, a veces a costa de la calidad. Son empresas que duran poco, aprovechan el tirón para hacer dinero durante un tiempo y luego desaparecen, por lo que no les preocupa demasiado la calidad del producto”, afirma Tormo.

Los análisis de la OCU han encontrado también una presencia anormalmente alta de calcio en la carne de ternera. Esto significa que es carne rebañada mecánicamente del hueso del animal, por lo que una parte de él termina desmenuzada e incorporada a la masa de carne rebañada. Este procedimiento está permitido en Europa para el cerdo y las aves, pero no para las vacas (para eliminar el riesgo de transmisión de la enfermedad de las vacas locas), lo que no solo confirma que hay ave en los pinchos de ternera sino que también demuestra que se trata de una carne de baja calidad. Además, en nueve de las 25 muestras se ha detectado un porcentaje de colágeno (procedente de tendones) que supera el valor de referencia fijado para la carne picada de ternera (15% de colágeno respecto a la proteína total).

El estudio no ha encontrado bacterias capaces de causar enfermedades (salmonela, listeria), pero en 11 de las 25 muestras analizadas se han detectado bacterias coliformes en cantidades que solo pueden ser posibles cuando existe una higiene deficiente. En 23 de los 25 establecimientos visitados se utilizaba la misma pinza para los ingredientes frescos y cocinados.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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