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Los asesinos del club de Medina del Campo actuaron a cara descubierta

La policía busca a un hombre y una mujer que mataron al propietario y a una camarera

Miembros de la policía científica buscan restos en el bar.
Miembros de la policía científica buscan restos en el bar.NACHO GALLEGO (EFE)

Entraron en el local, dispararon a quemarropa a las dos víctimas con un arma de fuego que todavía se investiga y huyeron a toda velocidad en un coche, presumiblemente por la Autovía A6. “La única hipótesis que está descartada es el robo”, asegura el subdelegado del Gobierno en Castilla-León, José Antonio Martínez Bermejo, al referirse al doble crimen de anoche en el Club Las Vegas, a las afueras de Medina del Campo.

Ajuste de cuentas, peleas entre bandas que se dedican a la inmigración ilegal, tráfico de drogas, todos esos móviles se están analizando en el juzgado de instrucción número 1 de Medina del Campo que ha decretado el caso secreto. Anoche, hasta pasadas las cuatro de la madrugada, agentes de la policía judicial y científica del Cuerpo Nacional de Policía trataron de captar huellas y restos de munición. Oficialmente, solo ha trascendido que los autores utilizaron armas de fuego y varios disparos. Nada más, ni el calibre ni el tipo de arma utilizado.

Ajuste de cuentas, peleas entre bandas que se dedican a la inmigración ilegal, tráfico de drogas, entre los móviles que se están  analizando

Fue uno de los caminantes que acuden a pasear por los senderos paralelos a la vieja Nacional VI en el extrarradio de Medina del Campo, quien telefoneó al servicio de alertas 112 para avisar de que había escuchado varios disparos en el local de alterne sobre las 20:50 horas. Tres minutos después de la llamada, policías de la comisaría de Medina del Campo llegaron al local y se encontraron los cadáveres del dueño del establecimiento, Mariano E. G., de 43 años, natural de Arévalo (Ávila), y de una de las camareras, L. M. G., de 25 años y nacionalidad rumana, tendidos en el suelo. Ambos tenían varios disparos en el pecho. “Han entrado y han disparado sin más, no indiscriminadamente”, ha aclarado el subdelegado del Gobierno esta mañana. Otras tres mujeres que trabajaban en el establecimiento salieron por la puerta de atrás y lograron escapar campo a través. Una de ellas permanecía anoche en estado de shock y sin poder articular palabra. Pese a todo, es el principal testigo con el que cuentan las fuerzas de seguridad.

El fallecido es un viejo conocido entre los proxenetas de la zona que según algunas fuentes regentaba otro club de carretera en Arévalo

Fuentes de la investigación señalan que se busca a un hombre y una mujer que actuaron a cara descubierta y que conocían a sus víctimas. “Por lo que sabemos todo sucedió muy rápido, no hubo mucha conversación”, asegura el subdelegado del Gobierno abonando la tesis de que los asesinos sabían a quién buscaban.

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El fallecido es un viejo conocido entre los proxenetas de la zona que según algunas fuentes regentaba otro club de carretera en Arévalo. En el hotel San Roque, un establecimiento de cuatro estrellas, ubicado justo enfrente, al otro lado de la carretera, nadie vio nada. Un empleado sostiene que el club apenas tenía movimiento, que las empleadas eran tres o cuatro que de vez en cuando cruzaban la calle para cambiar billetes por monedas y cambiar tabaco. Todas jóvenes y extranjeras, presumiblemente de origen rumano. “No teníamos relación y esas mujeres aquí no venían con clientes”, zanja otro trabajador desde la recepción.

El dueño solía estar sentado a las puertas del club en una silla. La causa de su muerte fue uno o varios disparos efectuados a muy poca distancia

Mariano, el propietario, se había hecho con el viejo local de alterne, de más de tres décadas de antigüedad, hace año y medio. Le cambió el nombre —de Los Negrillos pasó a llamarse Las Vegas—, le dio una mano de pintura (blanca y roja) y colgó del techo hileras de bombillas también rojas. Se trata de una construcción de planta baja, de no más de 150 metros cuadrados y aspecto ruinoso sin aparcamiento. Los vecinos cuentan que apenas tiene clientela, tres o cuatro habituales, nada comparado con el movimiento de otros bares de carretera que se reparten por la antigua carretera Nacional VI.

El dueño solía estar sentado a las puertas del club en una silla. Así es cómo se le vio pasadas las ocho de la tarde de ayer. Hoy su cuerpo reposa, junto al de la joven camarera rumana, en el Instituto Anatómico Forense de Valladolid, a la espera de la autopsia. Rutina pura: la causa de su muerte fue uno o varios disparos efectuados a muy poca distancia. Sus compañeros de negocios describen al fallecido como un “hombre bueno que no se metía en problemas” y al que “mucha gente debía dinero”. Los investigadores discrepan de ese angelical retrato y siguen recopilando pruebas.

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