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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

En mitad de la escalera

La decisión irrita a los obispos, pero no les ha sorprendido

Como buen gallego, el presidente Rajoy ha decidido permanecer esta vez en mitad de la escalera, y dar esa impresión a sus votantes, en su mayoría católicos. No derogará la ley Zapatero. La decisión irrita a los obispos, pero no les ha sorprendido. Venían resignados. Cuando el PP ganó las elecciones en 1996, liderado por Aznar, se hicieron la ilusión de que cancelaría la despenalización del aborto regulada por el Gobierno de Felipe González en 1984. Esperaron y esperaron. Finalmente, el cardenal Rouco desveló en una cena con periodistas los motivos del desánimo. “El señor Aznar piensa que hacer caso a los obispos quita votos”.

Pese a todo, la jerarquía católica no ha parado de hacer campaña, jaleando argumentos tremendistas, en la idea de que sus fieles eran todos antiabortistas. Al Gobierno Rajoy le alarmaban esos mensajes. También ha tomado nota de que, tres décadas después del debate que concluyó con la despenalización del aborto voluntario y su aceptación por el Tribunal Constitucional, la mayoría católica no pensaba como sus prelados, sino todo lo contrario, en un cisma que no es ya soterrado, sino clamoroso. Los obispos espanten a sus fieles con argumentos tales como que la legislación actual (y la pasada) produce un “holocausto silencioso”; que “el aborto es peor que el abuso sexual a menores por parte de eclesiásticos; que la batalla “por la vida será larga, como la que abolió la esclavitud”, o que hay que derogar toda la ley porque “si es un crimen, no puede aceptarse en ningún supuesto”. También ha irritado a Rajoy la befa que los ultracatólicos provida (como si los demás fueran partidarios de la muerte) han sometido al ministro Gallardón, hasta torcerle el brazo con promesas que no ha podido cumplir. A una de sus manifestaciones, se llevaron dos gallinas. “Gallardón, el ministro gallina”, decía una pancarta.

Enfrente, se alzan las bases católicas que pisan calle y ven el sufrimiento de las mujeres que afrontan embarazos no deseados. Se sienten dentro de la Iglesia romana, pero alejados de muchas de sus proclamas, no solo en el tema del aborto. “Cuando el mar estaba en calma, llega Gallardón y con él, por motivos ideológicos, la minoritaria voz del nacionalcatolicismo emerge hasta alborotar la pacífica posesión de una ley que está en sintonía con los Derechos Humanos y que nos sitúa ética y jurídicamente entre los países modernos de nuestro entorno. Crear un problema con el 83% de la ciudadanía en contra era una gran temeridad”, dice Redes Cristianas, que agrupa a centenares de iglesias de base y a grupos organizados como Somos Iglesia, el Foro de Curas y la Asociación de Teólogos Juan XXIII.

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