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Instituciones poco accesibles

El Gobierno no ha nombrado a la persona que velará porque se aplique la Ley de Transparencia

María Fernández
La vicepresidenta del Congreso Soraya Sáenz de Santamaría, tras la aprobación en diciembre de 2013 de la Ley de Transparencia.
La vicepresidenta del Congreso Soraya Sáenz de Santamaría, tras la aprobación en diciembre de 2013 de la Ley de Transparencia. Paco Campos (EFE)

En España no se facilitan datos sobre los indultos que otorga el Gobierno, ni hay un registro que especifique qué hospital tiene las listas de espera más largas, ni qué colegio público logra mejores resultados en selectividad. Son datos que existen, se pueden facilitar y harían más transparente a la Administración —y mucho más cercana al ciudadano—. Son tan importantes como los listados de coches oficiales o las declaraciones de la renta de los cargos públicos. Al menos eso piensan organizaciones ciudadanas como Civio o Acces Info, que trabajan para que exista “una transparencia real y un libre acceso a los datos públicos por parte de cualquier ciudadano u organización”.

Las trampas de los Presupuestos

El diagnóstico que hace Transparencia Internacional (TI) sobre España es muy claro: los ciudadanos demandan firmemente “unas Administraciones de cristal, en las que puedan ver todo lo que se hace y se gasta, o lo que se contrata y con quién”. Aunque esta organización valora los esfuerzos que globalmente han hecho algunos Ayuntamientos, Diputaciones, Comunidades Autónomas y Parlamentos, su presidente, Jesús Lizcano, recuerda que la transparencia económica y financiera “tiene todavía mucho que mejorar en España”.

De la frustración de no poder saber cómo se gasta el dinero público han nacido proyectos como el llamado ¿Dónde van mis impuestos?, impulsado desde Civio por David Cabo, que ha puesto en marcha iniciativas como #adoptaundiputado, para facilitar el acceso a las declaraciones de bienes de los parlamentarios españoles. "Tenemos mucha información sobre lo que el Estado planea gastar, pero pocos datos de su ejecución. Los Presupuestos de Defensa, por ejemplo, se suelen ampliar a lo largo del año y los de la Ayuda Oficial al Desarrollo nunca se ejecutan al 100%. Además, la información no está desglosada y se presenta en muchos formatos distintos. Porque la transparencia no solo está en los datos, sino también en la forma en que se presentan", destaca Cabo.

Un ejemplo: la reforma de las Administraciones, un proyecto plagado de medidas para racionalizar los recursos de todos los ministerios, proponía la venta de 15.000 edificios propiedad del Estado, entre ellos de una decena de inmuebles singulares, para profundizar en el plan de reducción del déficit. Consultar el resultado de esta campaña resulta prácticamente imposible: el Boletín Oficial del Estado publica los anuncios de subastas, pero no las ventas efectivas que se han realizado.

La reforma de los Ayuntamientos, impulsada por una ley que entró en vigor en enero pasado, también ilustra la dificultad de saber si los anuncios se cumplen. Prometía una rebaja del gasto público de 8.000 millones de euros, según estimaciones del Ejecutivo, una buena parte de ellos a través de la reducción de sueldos de alcaldes y concejales. En la práctica, el Ministerio de Administraciones Públicas admite que carece de un listado de lo que cobran los 68.462 concejales que trabajan en los 8.116 municipios españoles.

Javier de Vega, portavoz de Civio, reclama extender “la cultura de preguntar” para forzar un cambio real en la forma en que la Administración trata a los administrados. “El derecho a conocer empieza con el deber de formular las cuestiones”, dice. A través de la plataforma Tuderechoasaber.es, creada por ambas organizaciones y que canaliza hacia los poderes públicos peticiones de cualquier ciudadano, han constatado que el silencio administrativo es la norma. “Hasta un 81% de solicitudes de información a entidades locales no recibió ningún tipo de respuesta en 2013, y eso que la mayoría de las preguntas eran tan inocentes como ¿por qué no recogen la basura en mi barrio?”.

España presentaba hasta el año pasado el poco honroso registro de ser el único país de Europa con más de un millón de habitantes sin ley de transparencia. Fue así hasta que el pasado 10 de diciembre se publicó en el Boletín Oficial del Estado la norma que supuestamente va a provocar la apertura de puertas y ventanas. El grueso de sus disposiciones, sin embargo, entrarán en vigor en enero de 2015 y algunas de ellas, las que comprometen a comunidades autónomas y Ayuntamientos, en 2016. Pero, a cuatro meses de que termine el año, no se han desarrollado herramientas básicas para su aplicación, como el nombramiento del presidente del Consejo de Transparencia, el organismo que velará por que se cumpla la normativa. “Sin una voluntad política clara, la ley quedará en un conjunto de medidas cosméticas”, lamenta el portavoz de Civio, quien considera el texto promulgado “claramente insuficiente”. El Gobierno responde que su designación “se producirá una vez sea aprobado el Estatuto del órgano y, en todo caso, con antelación suficiente para que pueda comenzar a desarrollar sus funciones una vez entre en vigor la ley”.

Access Info Europe, organización dedicada a proteger el derecho de acceso a la información en Europa, enfatiza que el desarrollo reglamentario está siendo lento. “La norma supone un avance, porque vamos a tener acceso a datos que antes estaban vetados, pero quedan muchas cuestiones por resolver. Por ejemplo, ¿podremos tener acceso a informes y comunicaciones internas que afectan a cómo se toman las decisiones? La ley no lo aclara. Tampoco podremos acceder a información del Consejo de Ministros”, explica su analista Victoria Anderica. La norma impone límites amplios del derecho al acceso a la información, como “los intereses económicos y comerciales” del país o “la política económica y monetaria”, conceptos que pueden servir de paraguas para rechazar todo tipo de preguntas. Tampoco contempla de forma clara un régimen de sanciones y establece el silencio administrativo negativo. En cuanto a su aplicación el Gobierno redacta el reglamento que la desarrollará a la vez que crea un portar web “en la idea de que sean tratados todos los aspectos imprescindibles para su correcta puesta en marcha”, asegura un portavoz de Vicepresidencia.

Aunque más allá de la ley, algunas instituciones y Administraciones están intentando ir por delante. El presidente de Transparencia Internacional, Jesús Lizcano, destaca el ejemplo del portal del Consejo General del Poder Judicial, o el de la Casa del Rey, por mostrar a los ciudadanos qué hacen y cómo. Aunque en el segundo caso se eche de menos un mayor detalle de los gastos.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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