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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Duda escocesa

Según el sondeo de Metroscopia publicado por El País el domingo, la primera opción de los catalanes sería la de una mayor autonomía

Según el sondeo de Metroscopia publicado por El País el pasado domingo, la primera opción de los catalanes sobre el estatus de su comunidad en relación a España sería la de una mayor autonomía (38%); la segunda opción sería la independencia (31%) y la tercera, seguir como hasta ahora (19%). Lo más llamativo no es el orden de preferencias sino el hecho de que ni la opción mayoritaria ni la situada en tercer lugar tengan posibilidad de expresarse en el referéndum del 9 de noviembre (¿Quiere que Cataluña se convierta en un Estado; y, en ese caso, que sea un Estado independiente?). Con lo que, según calcula Metroscopia, con una participación del 70% la opción secesionista alcanzaría el 50% de los votos. Así, la opción preferida por más ciudadanos no ganaría el referéndum. Entre otras cosas porque, forzados a optar entre o no a la independencia, todos los nacionalistas, incluyendo los que preferirían una opción intermedia, como Duran Lleida, se verían empujados a votar sí para no sumar sus votos a los de los unionistas.

¿Estaría Mas dispuesto a seguir con su plan si la mitad de la población no votase o votase en contra? ¿Lo estaría sabiendo los vínculos de todo tipo, incluso familiares, que rompería una decisión tan radical (e irreversible)? Según Stéphane Dion, el exministro canadiense inspirador de la Ley de la claridad sobre Quebec, un referéndum de autodeterminación es, con independencia de su resultado, “un trauma para la sociedad” porque obliga a optar “entre los que consideras los tuyos y los que quieres transformar en extranjeros”.

De ahí que hayan ido abriéndose paso formulaciones intermedias que eviten llegar a ese desenlace. Lo común a ellas es que lo que se someta a referéndum no sea la secesión sino un acuerdo entre los dos Gobiernos sobre una autonomía reforzada dentro de la Constitución, que podría plasmarse en una reforma del Estatuto. Consulta, pues, legal y pactada, como acepta Mas que debería ser, y capaz de suscitar la adhesión no de la mitad sino de una más amplia mayoría que incluyera sectores no soberanistas. Se decidiría sobre el acuerdo, no sobre las posiciones en liza.

En su reportaje sobre Escocia (El País, 7-7-2014) J. L. Barbería recogía las dudas de los partidos escoceses contrarios a la secesión sobre la negativa de Londres a aceptar que el referéndum incluyera la opción intermedia de una mayor autonomía, como había propuesto el líder nacionalista Alex Salmond, y que según las encuestas era la primera opción de una mayoría.

Cameron siguió la vía marcada en los 90 por John Major: o referéndum decisorio sobre la independencia, con todas las consecuencias, o mantenimiento del statu quo. Pero nada de concesiones crecientes de más autogobierno que provocarían una dinámica de permanente chantaje sin renuncia a la separación. El argumento parecía impecable, pero a medida que se acerca la votación aumentan las dudas de conservadores, laboristas y liberal-demócratas de que sea la mejor forma de hacer frente a las promesas de Salmond. De momento, los tres se han comprometido a transferir nuevas competencias a Edimburgo, especialmente en materia fiscal, si gana el no.

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