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El futuro del PSOE
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

El político que ahora dice sí

Eduardo Madina se resistía hace un año a dar el paso cuando le empujaban a liderar el PSOE: se consideraba pequeño para algo tan grande. Ahora sí se ve idóneo.

Anabel Díez
El aspirante a secretario general del PSOE, Eduardo Madina, este sábado.
El aspirante a secretario general del PSOE, Eduardo Madina, este sábado.Alfredo Aldai (EFE)

Ha dudado en dar el paso, ha dudado mucho, pero lo ha dado. Eduardo Madina, (Bilbao, 1962), socialista, hijo de socialistas, nieto de minero, aspira a ser el secretario general del PSOE, y ha buscado para anunciarlo una referencia que supone toda una declaración de intenciones. Lo ha hecho junto a un busto de Ramón Rubial, presidente del PSOE durante muchos años, fallecido en 1999 y casi un personaje mítico en las filas socialistas. Rubial sorprendía y admiraba a los suyos por su talante dialogante y de mano tendida tras haber pasado trece años en las cárceles de Franco. Rubial no odiaba, Madina no odia. Hace un año le empujaban para que diera el paso, pero se consideraba pequeño para algo tan grande, como liderar el PSOE. Ahora sí se ve idóneo.

Si le quieren reprochar que en su vida no ha hecho otra cosa que estudiar y vivir del PSOE sí, en efecto, es cierto, aunque durante seis años ha sido docente en la Universidad Carlos III de Madrid. Se afilió a las juventudes Socialistas con 16 años y siguió con sus estudios hasta licenciarse en Historia Contemporánea en la Universidad de Deusto, realizar un máster de Integración Europea, especializarse en Relaciones Internacionales. Cursos en el extranjero, becas en Estados Unidos y un tiempo de docencia en la Universidad Carlos III de Madrid. El halo de liderazgo se lo apreciaron en el Foro Económico Mundial al ser elegido en 2012 uno de los 192 jóvenes más destacados del orbe. Este melómano empedernido y escrutador de todas las novedades literarias, casado y padre de un niño de corta edad, estaba destinado a hacer política a pesar de sus éxitos y habilidad para el voleibol desde su 1,90 de estatura. ETA frustró la vía del deporte al dañarle de manera irreversible en 2002, pero había otros caminos para Madina.

El atentado no es un tema tabú para el secretario general del Grupo Socialista, cargo que ostentó casi cuatro años en la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero y ahora lleva en el mismo otros dos años y medio por decisión de Alfredo Pérez Rubalcaba. Tampoco lo utiliza, sino que “lo ha integrado en su vida”.

Se explayó forzosamente en 2006 cuando compareció en el juicio que juzgaba a los dos etarras que quisieron matarle. “En mi casa se hizo de noche y una sombra de pena y de tristeza envolvió a mi familia”. Esta descripción del hijo único conmovió hasta las lágrimas a quienes estaban en la sala. Su madre entró en depresión y murió de un infarto a los ocho meses. Pero ya está, puerta cerrada.

¿Frágil, débil? De esto se le tilda en los sectores del PSOE que no le ven como el líder adecuado para un partido que vive una situación electoral dramática y por ella un clima de desánimo y brazos caídos. Por el contrario, sus máximos defensores y, sobre todo, quienes han trabajado con él en los últimos años, ponen el grito en el cielo ante esa descripción. “Hay que ser muy fuerte para reconstruirse como él hizo, para no ser un amargado, para no tener rencor y amar la vida”, señala una de las personas que le ha seguido muy cerca en el último quinquenio.

¿Radical, extremista? No, rotundamente no. Esta negación es generalizada. “Es puro PSOE pero con 38 años, muy de su tiempo, muy moderno y muy cultivado”. Se pone como ejemplo de su capacidad política la tarea que desempeñó en los años difíciles de Zapatero. Sin mayoría, la aprobación de cada ley o cada iniciativa parlamentaria requería semana a semana ejercicios de funambulismo del portavoz parlamentario de entonces, José Antonio Alonso, y su secretario general, Eduardo Madina. “No solo negociaba bien con Izquierda Plural, CiU y PNV sino también con el PP”, rememoran portavoces de entonces. Esta tarea de pura cintura política se exhibe frente al reproche de que “no tiene gestión”, que, en efecto, así es.

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Son más los elogios y virtudes que las carencias que se le atribuyen – sobre todo la falta de gestión y de responsabilidades de mayor envergadura – como su buen ojo para hacer equipos y para rodearse de personas de gran solvencia. Poco a poco saldrá a la luz la identidad de las personas que llevan meses asesorándole en las más diversas materias. Porque eso sí, defensor de partido, partido, pero con un proyecto renovado y remozado por los cuatro costados. Esto es lo que quiere hacer, aseguran quienes están muy cerca de él. “Quiero introducir un shock de modernidad en el PSOE”, dijo en su presentación. Republicano, sí, como todo su partido, pero ni un paso más sobre si ahora hay que plantearse Monarquía o República. Él está con el pacto constitucional aunque con los cambios que haga falta.

Cuando continúe su marcha por las agrupaciones para pedir avales y votos no pedirá la nacionalización de la banca y de los medios de producción, ironizan en su entorno. Mucho autónomo, mucha economía productiva e investigación e innovación, aunque sin olvidar la renta básica de ciudadanía, la alarma ante la desigualdad social y el retroceso de los derechos civiles. “Socialista, en suma”, le definen los más partidarios.

“Tiene que sonreír más, dar la mano y responder a las muestras de afecto”, le han recomendado. Al parecer “no le sale”, confiesan quienes le hacen esta recomendación. La imagen de frialdad se deshace en la cercanía, cuando se le conoce pero quienes le quieren bien van a insistirle en que sea más afectivo y busque la empatía con conocidos y desconocidos.

Con el paso que ha dado la tendencia que se le atribuye a contemporizar o incluso a no decantarse o no mojarse, tiene los días contados. Ahora tendrá que decidir y saber decir que no.

¿Es de fiar? Totalmente. Esta es una cualidad generalizada y se pone el tópico de si se le compraría un coche de segunda mano. “De inmediato te diría que el embrague va mal”, siguen con el ejemplo. Es de fiar y, no odia. En esto hay coincidencia entre quienes le van a votar y quienes no.

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Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

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