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Columna
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Votar socialista

La débil imaginación política del PSOE de hoy le impide aprovechar la ocasión para articular su propuesta de reforma federal del Estado

Antonio Elorza

No son tiempos fáciles para la socialdemocracia europea. Apenas un resultado electoral favorable parece anunciar una nueva etapa de cambios, el deterioro económico comienza a manifestarse hasta desembocar en un rotundo fracaso. El hundimiento de François Hollande en Francia es la más reciente y dolorosa experiencia en este sentido. La oscilación del péndulo alcanza entonces la máxima amplitud, y si el partido socialista se mantiene en el poder, es a costa de ejecutar en lo fundamental una política de recortes similar a la que hubiese practicado Sarkozy. Nada tiene de extraño que muchos socialistas franceses rechacen esta marcha atrás, agudizada incluso por un endurecimiento derechista de la política ante la inmigración.

Claro que también está ahí la experiencia atípica del centro-izquierda en Italia que tal vez debiera servir de fuente de inspiración para nuestros socialistas. El nombre de Renzi y el de Valls han sido asociados, pero sus proyectos políticos son bien diferentes: donde el catalán corta en Sanidad, Renzi lo hace en Defensa. Las reformas restrictivas de las pensiones tienen puntos en común, pero en Renzi hay una evidente intención de salvar a las más bajas a costa de las “de oro”. Y en Valls falta la vocación redistributiva y asistencial de Renzi. En Valls faltan reformas estructurales, que en cambio, incluyendo a la organización del Estado (fin de las provincias, jibarización del Senado) son piezas capitales en Renzi.

Tal vez una línea de actualización renziana evitaría la penosa situación presente en que la impopularidad del gobierno Rajoy no tiene como contrapartida el paso del PSOE al frente de las expectativas electorales, sino un paralelo descenso. Para empezar, la propia designación de Elena Valenciano, no por decisión unánime del partido, según dijo Rubalcaba, sino desde el vértice, por muchos que sean sus méritos en la gestión del PSOE, supone un primer jarro de agua fría. Las grandes palabras de la nueva Europa progresista frente a la gestión económica liberal-conservadora, no llevan demasiado lejos, lo mismo que un eslogan que cabría situar al filo de imposible: “Tu mueves Europa”.

La débil imaginación política del PSOE de hoy le impide aprovechar la ocasión para articular su propuesta de reforma federal del Estado, que debería ir acompañada de una reducción radical de instituciones inútiles, con un proyecto mínimamente concreto de reforma europea. Y aprender de las expectativas de Renzi y del fracaso de Hollande. El voto socialista se justifica en primer término por las debilidades ajenas, de otros grupos de oposición de izquierda –de la inmutable IU al oportunismo de los brotes neochavistas-, y sobre todo por la exigencia de generar una alternativa creíble al PP, como la que por otra parte impulsó Valenciano frente al anteproyecto de ley del aborto.

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