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Columna
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Tres crisis, tres retos

No hay conciencia de que el ámbito cultural está en serio riesgo

Francesc de Carreras

Toda crisis es, además, un reto, una ocasión para rectificar. La frase, repetida mil veces, no deja de ser cierta, lo hemos experimentado en nuestra vida personal. En España se dan, por lo menos, tres crisis superpuestas: económica, política y cultural.

 La crisis económica es la que más ha ocupado la atención de los últimos años porque es la más visible y afecta a las necesidades inmediatas: paro, bajadas salariales, cierre de empresas, reducción del gasto social; en definitiva, incertidumbre sobre nuestras futuras condiciones materiales de vida. Tardamos en ser conscientes de ello, pero ya hace años que lo somos y se ha empezado, por parte de todos, de los poderes públicos y de la sociedad, a cambiar respectivamente de política y de mentalidad para ponerle remedio. Por tanto, hay un camino de salida, sin duda discutible, pero ya nos hemos enfrentado al problema.

También hay conciencia de la segunda crisis, la política, pero todavía no hay en el horizonte una salida, a pesar de la insistencia en reclamar reformas. El diagnóstico suele ser coincidente: la democracia que prefigura la Constitución se ha convertido en una partitocracia, en las instituciones manda una oligarquía formada por unos partidos endogámicos, alejados de la sociedad e incapaces de seleccionar a los mejores para ejercer cargos públicos. Estos partidos, bloqueados por sus propios intereses, no pueden abordar el problema porque ellos son, precisamente, parte decisiva del mismo y les da miedo arriesgar su autodestrucción. Por esta razón no se ha emprendido todavía cambio alguno.

La tercera crisis, la cultural, está todavía peor encaminada, ya que ni siquiera hay conciencia de ella y las medidas que se toman tienden a empeorarla. No es fácil plantearla en pocas palabras, pero se puede insinuar mediante algunos interrogantes. ¿Los valores culturales dominantes harán más felices a las personas? ¿La tendencia pedagógica a educar casi exclusivamente para ejercer una profesión no descuida otros aspectos tanto o más importantes como son los morales, artísticos y filosóficos? ¿La afición colectiva y desmedida al fútbol no es el síntoma más claro de una sociedad en la que una mayoría ha dejado de disfrutar con la cultura y el pensamiento? Hace más de treinta años se suprimió en la escuela aquella asignatura que antes se llamaba literatura universal. Ahora la nueva reforma educativa convierte en asignatura residual la historia de la filosofía. ¿Nadie es consciente de sus consecuencias?

Se está afrontando el reto de la economía, inevitablemente se afrontará el de la política, pero soy pesimista respecto al reto cultural porque ni siquiera hay conciencia de que en ese ámbito hay una profunda crisis. Quizás habría que empezar a tomárnosla en serio.

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