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Rajoy achicharra a sus ministros

El presidente acusa el desgaste, pero su estrategia de reducir al mínimo su exposición convierte a los miembros del Gobierno en el principal blanco de las críticas

Francesco Manetto
Rajoy, Gallardón y Montoro, el pasado octubre en el Senado.
Rajoy, Gallardón y Montoro, el pasado octubre en el Senado.Álvaro García

El plan estaba diseñado incluso antes de ganar las elecciones. Tras tomar posesión, Mariano Rajoy impulsó su estrategia desde La Moncloa. El objetivo se parecía a una de las actividades favoritas del presidente del Gobierno. Caminar, seguir avanzando, paulatinamente, quemándose lo menos posible. Para correr, exponerse, pronunciarse y, en definitiva, asumir ante la opinión pública el coste político de las decisiones del Ejecutivo estaban los ministros. Ya en el ecuador de la legislatura, esta hoja de ruta se ha cumplido con una precisión matemática.

Rajoy lo habló con varios colaboradores y su entorno se encargó de trasladarlo dentro y fuera del PP. No quería que le pasara lo que a su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, al que veía demasiado expuesto por haber asumido en primera persona los recortes de su última etapa.

Ahora lo confirma la evolución de la popularidad de los miembros del Gobierno que mide el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Con una agenda cargada de recortes en sanidad y educación, subidas de impuestos, reformas tan polémicas como la ley Wert, la ley de seguridad ciudadana, la introducción de la cadena perpetua revisable, y con el PP en el ojo del huracán por el caso Bárcenas, el presidente ha visto reducida drásticamente su valoración (del 4,55 al 2,42). No obstante, los incumplimientos del programa y la impopularidad de algunas medidas han golpeado con más crudeza al equipo de Rajoy. El jefe del Ejecutivo se desgasta pero algunos de sus ministros directamente se abrasan.

Ha ocurrido con los titulares de Educación y Sanidad, José Ignacio Wert y Ana Mato; con el responsable de la caja de caudales del Estado, Cristóbal Montoro; con el ministro del Interior, Jorge Fernández, que junto a Alberto Ruiz-Gallardón es el impulsor de la parte más dura de la agenda del Ejecutivo [cuando se publicó la última valoración del CIS, en octubre de 2013, aún no se habían aprobado la ley de seguridad ciudadana ni la del aborto, ni tampoco estaba sobre la mesa el debate sobre las cuchillas en la valla de Melilla]. También le pasó a Fátima Báñez, que desde el Ministerio de Empleo dio alas a una durísima reforma laboral y a la de las pensiones. Y, en las últimas semanas, incluso al titular de Industria, José Manuel Soria, por su gestión de la crisis eléctrica.

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Rajoy es el responsable del equipo, pero si puede evita dar malas noticias. Lo hizo, por ejemplo, al dejar a Guindos comunicar el rescate bancario, aunque sí anunció, en julio de 2012, el duro ajuste que incluía una subida del IVA y la supresión de la paga extra de los funcionarios. Soraya Sáenz de Santamaría también se salva. Pese a comparecer todas las semanas, siempre habla en nombre del conjunto, esto es, del Gobierno, y promueve a su departamento como el impulsor de la ley de Transparencia y de las medidas de regeneración.

Ambos evitan pronunciarse sobre las cuestiones más polémicas. El presidente, que hasta el viernes no había hablado de la ley del aborto, defendió sin especial ahínco esa polémica reforma en su comparecencia de fin de año. “El Gobierno ha tomado la decisión que quería tomar”, se limitó a señalar, y atribuyó la responsabilidad de cualquier modificación al Parlamento. Rajoy prefiere quemar su capital político, sus ministros, para los que nadie, en su entorno, ve ambiente de cambio inminente salvo lo imprescindible. Ese podría ser el caso si algún ministro se va de cabeza de lista a las elecciones europeas, aunque el aspirante más probable sería justo el miembro del Gobierno mejor valorado: el titular de Agricultura, Miguel Arias Cañete.

JOSÉ IGNACIO WERT

Caída libre

La gestión de José Ignacio Wert al frente del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes coincide con una caída en picado incesante. La gran sorpresa del Gobierno de Rajoy, un hombre que procedía de la empresa, se convirtió en una suerte de pararrayos del presidente, quien evitó así enfrentamientos directos con la comunidad educativa. Wert ha entrado al trapo de todas las polémicas que han acompañado su mandato, alimentándolas en lugar de rebajarlas. Ha asumido el coste de declaraciones desatinadas como la de “españolizar a los alumnos catalanes”, o la polémica de las becas Erasmus, por la que La Moncloa le obligó a rectificar en tan solo unas horas. Entonces, en noviembre, se habló de su salida del Gobierno en una hipotética remodelación. Pero tanto el ministro como su reforma educativa tienen todo el respaldo de Rajoy. Y Wert, cuentan en el entorno del jefe del Ejecutivo, se irá solo cuando él quiera o Rajoy cambie de opinión.

CRISTÓBAL MONTORO

La cara de los recortes

Desde que volvió a coger las riendas del Ministerio de Hacienda, Cristóbal Montoro no ha parado de desgastar su imagen pública. El veterano político andaluz ya fue titular del mismo departamento en la época de José María Aznar, pero las circunstancias habían cambiado. Montoro se convirtió primero en la cara de los recortes, en el guardián de la estabilidad presupuestaria. De ser uno de los portavoces populares más beligerantes contra la subida del IVA que aprobó el Gobierno de Zapatero se vio obligado a defender una nueva subida y una política impositiva contraria al programa del PP. En el partido reconocieron al comienzo del mandato que se estaba quemando más rápido que su rival dentro del Ejecutivo, el titular de Economía, Luis de Guindos, pero Montoro resistió y siguió quemándose sin pausa. Enfrentado a varios sectores, desde el mundo de la cultura a los funcionarios, le estalló el escándalo por los relevos en la cúpula de la Agencia Tributaria. El pasado 6 de diciembre atribuyó esa crisis a que la cúpula estaba llena de socialistas. Días más tarde, dijo que los medios de comunicación que le atacaban acudían a él con problemas económicos. Una semana después matizó sus palabras ante el Congreso. Pero el incendio sigue ardiendo.

ANA MATO

Doble deterioro

La imagen pública de Ana Mato no ha sufrido deterioro solo a cuenta de su gestión en el Ministerio de Sanidad. A los recortes que acometió su departamento, el copago farmacéutico hospitalario, la restricción del acceso a los servicios para los inmigrantes sin papeles o la exclusión de lesbianas y mujeres solas de la reproducción asistida se han sumado los escándalos relacionados con el caso Gürtel y los regalos a su exmarido, Jesús Sepúlveda. La ministra se ha enfrentado al coste político sin dar explicaciones ni exhibir su vida privada. Rajoy ratificó su “plena confianza” en ella ante la plana mayor del PP. “Porque es justo”.

FÁTIMA BÁÑEZ

Paro y pensiones

La titular de Empleo integra el póquer de ministros que de alguna forma se relacionan con los recortes. Tras impulsar la reforma laboral, Fátima Báñez acompañó a Javier Arenas en su campaña en Andalucía. Fue un grave error, reconocido por todos, incluso en su entorno. Más tarde se habló de la dirigente andaluza como posible sucesora de Juan Ignacio Zoido al frente del partido en esa comunidad. Pero esa no parecía una opción viable, y el siguiente paso fue poner en marcha la reforma de las pensiones.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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