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hacia el final de ETA

Tres balazos de ETA que sangran 30 años después

ETA mató hace tres décadas en Rentería al panadero Cándido Cuña. “Este día solo me trae mucho dolor”, dice su hijo

Mikel Ormazabal

Esto ocurrió otro 20 de octubre. No fue el 20 de octubre de 2011, el histórico día que ETA anunció que ponía fin a su actividad sangrienta. En la macabra lista de más de 700 atentados mortales de la banda, solo hay uno cometido en esa fecha: el 20 de octubre de 1983, hoy hace 30 años. “No lo superaré nunca. Jamás se lo perdonaré a los que lo hicieron”, afirma Manu Cuña, hijo de la víctima. Dos pistoleros acribillaron a tiros a su padre Cándido, un panadero de 50 años. Ocurrió en Rentería (Gipuzkoa), en aquel tiempo uno de los municipios más violentos de Euskadi y ahora visto por algunos, incluida la izquierda abertzale,como el ejemplo de cómo se puede recomponer la convivencia rota en mil pedazos.

Dos aniversarios encontrados. “Yo no celebro que ETA dejase de matar. Para mí, ese día solo trae malos recuerdos, mucho dolor”. Nunca antes, Manu y su familia habían hablado a la prensa sobre el asesinato de su padre: “Hasta cinco minutos antes [del aten-tado], mi padre estuvo paseando con su nieto Jesús, que tenía un año. Le adoraba. El crío y yo fuimos los últimos [de la familia] que le vimos vivo. Lo estoy viendo”. A Manu le cuesta contener aún la emoción al recordarlo.

Se despidieron y ocurrió la tragedia. Cándido Cuña González, como tenía por costumbre, se quedó a tomar unos vinos en el bar Tres Cepas, enfrente de su casa. “Mi madre oyó unos disparos, pero pensó que eran los petardos de unos chavales del barrio. Se asomó al balcón y empezó a ver un tumulto. Enseguida le dijeron que no saliera de casa”. Dos terroristas, a cara descubierta, le habían descerrajado tres disparos a bocajarro a su marido. Al día siguiente, la foto de Cándido Cuña, con el cuerpo sin vida, boca abajo y en medio de un gran charco de sangre, apareció en todos los periódicos.

“Mi madre estuvo los tres días siguientes sentada en el pasillo, con la puerta de casa abierta, esperando que mi padre entrara por allí”, relata Manu, de 51 años, el mediano de tres hijos varones. Nadie encontraba una justificación a aquella acción de ETA. Los milis lo habían intentado cuatro años antes, en 1979. Le dispararon y le dejaron gravemente herido. Cuando la banda reivindicó su tentativa mortal le acusó de ser un confidente de la policía. Al parecer, había llevado pan al cuartel de la Guardia Civil en una huelga de panaderos. Pero Manu se pregunta: “¿No podían comer pan los guardias civiles? Nadie nos dio una explicación”.

La familia quiso saber por qué le asesinaron y se puso en contacto con unos tíos que entonces vivían en Bayona (Francia). “Mi hermano mayor —Angel Mari tenía 26 años y es el padre de Jesús, el nieto adorado— tuvo una entrevista con gente de la organización en Francia. ¿Sabes lo que dijeron? Que nos olvidáramos, que estaba hecho, y ya está”. Dos o tres años después del atentado recibieron una llamada en el trabajo: “Preguntaron por mi hermano mayor, pero no estaba y me puse yo. Me dijeron: ‘Yo soy el que mató a tu padre; dile a tu hermano que se vaya de aquí porque vamos a hacer lo mismo con él’. Me quedé helado”. Todo esto ha sido hasta ahora un secreto de familia. Retomaron las gestiones con ETA en Francia a través de los mismos familiares, y esta vez la banda “dijo que no tenía nada que ver con aquello e iban a hacer lo posible para enterarse de quién estaba usando su nombre para hacer amenazas de ese tipo”.

Un pueblo en construcción

M. O.

Julen Mendoza, alcalde de Bildu en Rentería, fue uno de los protagonistas de la conferencia internacional por la paz organizada a mediados del presente mes en San Sebastián por el regidor donostiarra, Juan Karlos Izagirre, del mismo color político. Mendoza expuso el llamado modelo Rentería  a favor de la paz y la convivencia, que consistió en reunir por primera vez en un mismo auditorio a víctimas "de todas las violencias", también de ETA. Fue una iniciativa, insiste este alcalde de 35 años, "impulsada por todos los partidos del Ayuntamiento", desde el PP hasta Bildu. "Tomamos muchos riesgos, pero el resultado fue muy positivo", opina.

Para obrar aquello, Mendoza tomó contacto telefónico, entre otras víctimas, con Juani Pérez, viuda de José Luis Caso, uno de los dos ediles del PP asesinados por ETA en este municipio. Pero, “por discreción y respeto a la otra parte”, el alcalde no quiere desvelar el contenido de aquellas conversaciones. Tampoco lo hacen las víctimas, en algún caso porque han recibido la reprimenda de familiares directos y de otros afectados de ETA, lo que da una idea de la dificultad de comenzar a tejer entre dos bandos que han vivido de espaldas entre sí durante muchos años. “Esto debe madurar”, dice Mendoza, quien asegura defender la búsqueda de “espacios de consenso” y estar “comprometido como alcalde en no dejar morir la memoria”.

En la trastienda de aquella experiencia estuvo el concejal del PP José Manuel Herzog, que ejerció de intermediario entre el alcalde y las víctimas de ETA. Herzog, amonestado por su partido por criticar la última operación policial contra Herrira, no quiere ponerse “medallas” y sostiene que se limitó a “tender puentes” y a “dar pie a que otros hagan lo mismo” en otros pueblos.

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En las crónicas de aquel fatal suceso, los amigos y conocidos presentaban a Cándido como un hombre “alegre”, que “contaba chistes” y “nunca hablaba de política”, una descripción calcada a la que hoy aún hace su hijo Manu.

Desde entonces, han pasado muchos 20 de octubre, “todos amargos”, sin homenajes, sin el apoyo y el acompañamiento de instituciones, colectivos o partidos, porque los Cuña optaron por llevar su amargura en la intimidad: “Siempre entre nosotros, porque así lo quiso mi madre”, explica el hijo. Han recibido cartas del Gobierno vasco por el aniversario e invitaciones a actos por las víctimas. Nunca respondieron: “Nadie puede hacer nada para quitarnos el dolor”.

Tampoco asistieron al ciclo de cine político organizado en febrero de 2012 por el Ayuntamiento de Rentería, gobernado por Bildu, durante el que su alcalde, Julen Mendoza, tuvo un acercamiento a las víctimas de ETA en lo que ha sido considerado como el primer paso de la izquierda abertzale para fomentar la convivencia y la paz. “No nos llamaron”, dice Manu, “pero tampoco hubiésemos ido. No hemos querido participar en nada similar de ningún lado. No sé si eso del alcalde habrá servido para algo, aunque está bien todo lo que sirva para mejorar la situación. Yo prefiero llevarlo por mi cuenta. Ya sé que no me van a devolver lo que yo quiero”.

Afirma que no siente odio “contra nadie, salvo contra quienes le mataron”: “Creo que [a los asesinos] les cogieron, fueron juzgados y me parece que alguno incluso ha muerto”. Benita, fallecida hace dos años, nunca abandonó Rentería, un pueblo muy hostil para quienes no comulgaban con la estrategia de la izquierda abertzale. Manu tiene trato con convecinos de esa órbita, pero asegura que nunca ha tenido “ningún problema”. “No les reprocho nada. Solo culpo a quienes lo hicieron. Eso sí, nunca hablamos de política ni de estos temas”.

Han pasado exactamente tres décadas, pero la huella que dejó Cándido en los suyos es imborrable. Tan indeleble es su recuerdo que Jesús, aquella criatura de un añito que ahora tiene 31, lleva para siempre tatuado en su pecho el nombre de su abuelo Cándido Cuña.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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