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La justicia solo ha recuperado 10 millones de los 90 que amasó el cerebro de Malaya

El patrimonio de Roca será liquidado cuando la condena sea firme e ingresado en las arcas de Hacienda aunque el tribunal pide "humildemente" una reparación a Marbella

Luis Gómez

El icono de la corrupción descansaba en el cuarto de baño de Juan Antonio Roca. El Miró. Colgaba junto a la bañera, como advertencia a los españoles de que a partir de la operación Malaya su capacidad de asombro sería sometida a prueba. Aquel Miró resultó ser una ilusión óptica. “Mírame a los ojos”, le contestó Roca a su abogado cuando este no pudo evitar preguntarle por el asunto, “¿Tu me crees tan tonto?”. El cuadro era una lámina de 200 euros.

De las imágenes de animales disecados, carruajes, coches de época, aviones y propiedades sin fin, la opinión pública de aquel año (semana santa del 2006) se formó la idea de un patrimonio superlativo amasado a costa de Marbella, cuyo consistorio arruinado tuvo que ser intervenido. El caso Malaya no contempla indemnizaciones aunque ayer el tribunal solicitara “respetuosa y humildemente” resarcir a Marbella de sus deudas. Esa riqueza será liquidada cuando la sentencia sea firme. Y pasará al Estado. ¿Qué valor alcanzó? Unos 101 millones antes de la operación policial y 90 tras su incautación, porque era una fortuna sometida a los vaivenes de la burbuja.

Llegó a ingresar 30 millones de euros limpios en dos años y medio

Siete años, seis meses y seis días después de actuar la policía, la justicia habrá dicho su palabra. Hasta el momento, Hacienda ha recuperado casi 10 millones de euros, su parte de un patrimonio que ha sido difícil de gestionar, e incluso de inventariar, que ha estado en manos de hasta tres administradores judiciales (con algunas actuaciones polémicas entre medias) y ha necesitado la colaboración del propio Roca para esclarecer algunas partidas. Porque Roca acumuló bienes sin descanso, a través de 71 sociedades que funcionaban bajo el modelo de caja única: 130 fincas, decenas de inmuebles, palacetes. Roca compraba y compraba. En general, adquiría lo que mejor conocía, inmuebles y solares en lugares estratégicos, repartidos entre Málaga, Cádiz, Murcia y Madrid. Su poder aumentaba en paralelo a su riqueza. Adquirió fincas productivas, de caballos de raza, de reses, limoneros (con 35.000 árboles) y el no va más, una promoción inmobiliaria entera. ¿Dónde estaba el final de esta riqueza?

Además de lo que podía considerarse como adquisiciones ortodoxas, había un exceso inexplicable, un avión y un helicóptero para su Marbella Airways, centenares de cuadros de muy diverso valor y colecciones, colecciones de todo tipo, algunas de dudoso gusto como una serie de animales disecados cuyo valor se comprobó tiempo después que era residual porque, según la tasación del taxidermista, todas las piezas dejaban ver el disparo.

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La colección de coches antiguos (como un Mercedes alas de gaviota valorado en 300.000 euros), la adquirió un empresario navarro; los cerca de 30 carruajes antiguos fueron valorados en 3,7 millones de euros. El helicóptero fue vendido por 900.000 euros y el avión (un Citation II 550) lo utiliza ahora la Policía.

En una de las esquinas del sumario se explica que Roca llegó a ganar 30 millones de euros en dos años y medio. Son 30 millones limpios, libres de polvo y paja, disponibles para el consumo.

Fue una fortuna especulativa. Adquirió lo que se compraba en los años de la burbuja, aquello que todo el mundo pensaba que no podía bajar de precio. Por eso, fijar un valor a su riqueza no ha sido nunca fácil. No hay una cifra estática. Y no todo lo pagaba al contado. Sumaba muchos bienes y muchas hipotecas, porque había cosechado muchas amistades entre los bancos, los grandes ausentes de este proceso judicial.

Algunas adquisiciones tuvieron el aroma de un expolio. Es el caso de algo más de 400 obras de arte encontradas en una nave de Córdoba. Su tasación necesitó del trabajo de técnicos desplazados por la Junta de Andalucía y la determinación de que, en todo ese embrollo, había tres piezas de mayor valor: un presunto Van Dyck (Retrato de William Cavendish), un Sorolla (Antes de la corrida) y Biblioteca, una obra del escultor valenciano Manolo Valdés.

Aquel material artístico fue tasado en medio de un gran oscurantismo. Hubo un baile de obras que iban a ser depositadas en obispados y museos provinciales que nunca llegaron a un destino claro. Ha existido hasta ahora un gran mutismo. Gente que no se acuerda de nada, como el experto Eugenio Carmona: “No recuerdo nada de aquello. No sabría contestar a sus preguntas”, manifestó a este periódico. La catedrática Teresa Sauret sí relató las gestiones realizadas: “Aquel van Dyck se determinó que era un cuadro de taller, era una pintura agradable, restaurada por profesionales y el Sorolla era una obra inacabada que estaba catalogada”). ¿Qué valor alcanzaron? Se ha manejado la cantidad de entre 3 y 4 millones. La mayoría fueron entregadas a la galería Ansorena, de Madrid: 167 piezas para su subasta y 197 para su almacenaje, aunque una portavoz de dicha casa no quiso precisar ningún aspecto.

Había un exceso inexplicable, un avión y un helicóptero para su Marbella Airways, centenares de cuadros de muy diverso valor y colecciones, colecciones de todo tipo

Todo este ingente compendio de propiedades tan diversas ha tenido que ser administrado durante este tiempo. Se han producido ventas patrimoniales, algunas muy criticadas como los palacetes de Madrid (Palacio de Tepa, Saldaña y Villagonzalo). Roca ha abonado, a cuenta de las ventas, 600.000 euros al Ayuntamiento de Marbella como indemnización por el caso Saqueo I, 10 millones de euros a la Agencia Tributaria, la minuta de su abogada Rocío Amigo (no la de José Aníbal, su abogado durante cinco años y medio, que dejó por ese motivo su defensa) y otros costes.

También sumó dinero en metálico, pero no en cantidades equivalentes al valor de tantos bienes, como si Roca fuera un experto en cambiar papel moneda por escrituras. Algunas cuentas se encontraron fuera de España, pocas y con un saldo discreto. Otras en paraísos fiscales (por ejemplo, una en la isla de Mann) resultaron tener un saldo cero cuando llegó la respuesta a la comisión rogatoria tres años después. ¿Cuál será el nivel de vida de Roca cuando abandone la cárcel?

Roca no era un hombre de ostentación. Su imagen pública era discreta y hasta cierto punto austera. Era educado, de trato correcto con sus empleados, crecido a la sombra del ruido que rodeaba a Jesús Gil. Un hombre inteligente de corte clásico, capaz de tener en su cabeza (o en libretas) todos los pormenores de Marbella y los cientos de miles de folios de los sumarios del caso Malaya y los casos Saqueo I y Saqueo II.

Conocía, con nombres y apellidos, el precio de cada persona: “Lamento profundamente cariño, disentir contigo”, le dijo en un careo a la exalcaldesa Marisol Yagüe, “pero yo te he entregado dinero por indicación de Jesús Gil”. Ayer se vio cómo la mayoría de los 95 procesados pasaban a saludarle en la sala, manifestación de su poder.

Amasó una fortuna sin diseño con mecanismos poco sofisticados de blanqueo, fiel reflejo de la economía del ladrillo. Roca fue el primero de la lista, pero quizás no será el primero de la clase.

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