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LOS PROBLEMAS DE SALUD DE DON JUAN CARLOS

La recaída del Rey lastra el plan de Zarzuela para recuperar su popularidad

Los problemas de salud de don Juan Carlos resucitan el debate de la abdicación y desbaratan la estrategia de La Zarzuela para intentar contrarrestar el efecto erosionador del ‘caso Nóos’

Natalia Junquera
El rey Juan Carlos, el pasado 6 de agosto, durante la audiencia con las autoridades de Palma de Mallorca.
El rey Juan Carlos, el pasado 6 de agosto, durante la audiencia con las autoridades de Palma de Mallorca.JAIME REINA (AFP)

El Rey comunicó al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en su despacho del pasado lunes, que los médicos creían que tenía una infección en el tejido que rodea la prótesis que le implantaron en la cadera izquierda en noviembre, y que habían llamado a un especialista gallego que trabaja en EE UU para que les aconsejara sobre los pasos a seguir. Don Juan Carlos estaba dolorido y preocupado. La recaída llegaba en el peor momento, justo cuando en La Zarzuela pensaban que la pérdida de popularidad en las encuestas había “tocado fondo”.

El especialista, Miguel Cabanela, confirmó la infección y aconsejó la intervención, que no se producirá antes del martes, ya que el Rey ha mantenido la audiencia en La Zarzuela de mañana por la tarde con los presidentes de la Cámara de Representantes y de consejeros de Marruecos. Aún no han decidido dónde será intervenido, pero de momento, han descartado una de las opciones barajadas: el hospital madrileño de La Paz.

El bajón en la recuperación y los dolores que había comenzado a experimentar a finales de agosto, pero especialmente durante la primera semana de septiembre, habían afectado a don Juan Carlos, también psicológicamente. “Eso desanima a cualquiera”, admitió el jefe médico de La Zarzuela, Miguel Fernández Tapia.

El diagnóstico y las palabras de Cabanela lo aliviaron. “En los últimos dos años, el Rey ha sufrido cuatro o cinco problemas de salud y de todos ha salido con mucho ánimo, y esta vez no va a ser distinto”, asegura un portavoz de La Zarzuela.

Pero la estrategia que la Casa del Rey había diseñado para contrarrestar el efecto erosionador del caso Nóos en la imagen de la Corona, mostrando el trabajo diario del Rey, empezaba a hacer aguas. El plan había arrancado el pasado julio con el viaje a Marruecos, cuyo objetivo principal era mostrar, precisamente, que volvía el Rey, recuperado completamente de la compleja operación de columna a la que se había sometido en marzo.

El plan salió bien, aunque se torció después con los indultos por error con los que Mohamed VI pretendía hacer un gesto a don Juan Carlos tras su visita. Durante los cuatro días de estancia en Rabat, el Monarca mostró su recuperación. Las cuatro horas diarias de rehabilitación en La Zarzuela le habían hecho adelgazar diez kilos y superó en Marruecos una intensa agenda de trabajo. En La Zarzuela empezaban a ver la luz al final del túnel. Y la aplaudida intervención del Príncipe en la candidatura de Madrid 2020 parecía reforzar esa recuperación de imagen.

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Pero los nuevos problemas de salud del Rey les devuelven a la casilla de salida. Cuando parecía que las cosas empezaban a marchar bien —o al menos, las que ellos podían controlar; con el caso Nóos solo desean que termine cuanto antes—, un nuevo achaque ha resucitado el debate de la abdicación.

Don Juan Carlos ha intentado cerrar esa puerta cada vez que se ha abierto. “Estoy en plena forma, con ilusión de seguir”, dijo en enero, dos meses antes de operarse de la columna y apenas dos después de su tercera intervención de cadera. Fue precisamente el día que su hijo asistía, junto a la princesa de Asturias, a la ceremonia de entronización de los nuevos reyes de Holanda —con la singularidad de que la reina que abdicaba, Beatriz, iba a cumplir su edad, 75 años, y el nuevo rey, Guillermo Alejandro, tenía los mismos que don Felipe, 45— el que el Rey escogió para hacer su primera aparición pública tras la operación de columna de marzo. Era 30 de abril, y el acto elegido, un partido de fútbol entre el Real Madrid y el Borussia Dortmund .

El Monarca no será intervenido antes del martes y ha descartado La Paz

El Rey sabe que sus últimas operaciones —con la de cadera de los próximos días serán cinco en apenas año y medio—, y la buena imagen del Príncipe —que hasta ahora no ha cometido errores que minen su popularidad—, unido al relevo en la monarquía holandesa, han desatado un debate impensable hace unos años. Ahora hay políticos que se atreven a aconsejarlo públicamente —ayer mismo, Carlos Martínez Gorriarán, número dos de UpyD— y por eso el viernes, en la primera rueda de prensa en La Zarzuela durante su reinado, la primera pregunta fue precisamente esa: “¿Se ha planteado la abdicación?”.

La respuesta, tajante, del jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, fue que no había pasado por la cabeza del Monarca “en ningún momento”. La Zarzuela confía en que esa contundente declaración cierre el debate. Saben que tienen a su favor que ni el presidente del Gobierno ni el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, son partidarios de la abdicación, y menos en un momento tan delicado políticamente, con el desafío secesionista de Artur Mas y un debate abierto sobre una reforma de la Constitución a propósito del encaje de Cataluña en España, que ciertos grupos podrían querer extender a otros asuntos, como la Corona. De hecho, el líder de IU, Cayo Lara, declaró ayer que su formación no quería la abdicación del Rey — “sería más de lo mismo”, dijo—, sino la oportunidad de modificar la Constitución con el fin de que el pueblo español decida “definitivamente” si quiere Monarquía o República.

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Desde el Gobierno ven como una pesadilla ese escenario. “España tiene dos grandes problemas ahora mismo: la crisis y el asalto secesionista. El Rey es el principal activo de este país y en el asalto secesionista, don Juan Carlos personifica la unidad de España. Lo peor que podría hacer España es reabrir el melón de un tema que ya está decidido y bien decidido”, declaraba el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, a este periódico el pasado enero.

Es verdad que, como dicen en La Zarzuela, no se regenta un país con la cadera. Pero también es verdad que las últimas dificultades de salud del Monarca han obligado al Príncipe a asumir cada vez más actos y adaptar los que don Juan Carlos sigue presidiendo, acortándolos o eliminando, por ejemplo, los eternos besamanos.

Así, serán los príncipes de Asturias y no los Reyes, como estaba previsto, los que viajen el próximo noviembre a Florida y California para asistir a los actos por el quinto centenario de la llegada del descubridor español Ponce de León y por el 300 aniversario del nacimiento del misionero mallorquín Junípero Serra, fundador de los asentamientos que dieron lugar al Estado de California.

Y por primera vez, don Juan Carlos podría no asistir a la Cumbre Iberoamericana, una de las citas más importantes del año en su agenda. Tanto, que, cuando el doctor Ángel Villamor explicó, en noviembre pasado, la operación de cadera a la que acababa de someterse el Rey, reveló que el Monarca había pospuesto la intervención más allá de lo aconsejable precisamente para atender sus compromisos, de los que el más importante era la cumbre. “Han sido meses de sufrimiento e intensos dolores. Yo me hubiera operado bastante antes”, dijo.

La Zarzuela: “Ha superado con ánimo otros problemas. Esta vez no será distinto”

Don Juan Carlos detesta que se especule con su salud y cuando eso sucede, o se ha enfadado —“lo que os gusta es matarme y ponerme un pino en la tripa”, le dijo a un grupo de periodistas en junio de 2011— o ha recurrido al humor: “Voy a pasar por el taller”, “Esto es un asunto de tornillos...”. “El Rey quiere serlo hasta que se muera, o hasta que esté tan mal de salud que no pueda cumplir con sus obligaciones, que no es el caso”, afirman fuentes próximas al Monarca.

Ahora, la inevitable rumorología que sucede a cada intervención o problema médico del Rey es un nuevo frente, que se suma al más importante: el caso Nóos, “el martirio”, en palabras de Spottorno. La Zarzuela prefiere que la causa no se envíe a Valencia, como ha pedido el propio Urdangarin, porque creen que alargaría aún más un proceso que desean que acabe cuanto antes. En las encuestas internas que encargan periódicamente para evaluar el nivel de popularidad de los Reyes, los Príncipes y el apego a la institución, La Zarzuela logró volver a los niveles anteriores al bajón derivado de la inoportuna cacería del Rey en Botsuana en abril de 2012, pero no a los previos al estallido del caso Nóos.

La estrategia inicial de La Zarzuela de salir de las páginas del corazón y potenciar el papel de árbitro del Rey en Cataluña o para alentar pactos de Estado por el empleo, se hace cada vez, más cuesta arriba. A la Casa del Rey le cuesta ahora más que nunca mantener la iniciativa. Sucesivos escándalos o polémicas hacen que ocupen más espacio en los medios de comunicación respondiendo a problemas —las dudas sobre el préstamo de 1,2 millones de euros a la Infanta; la herencia de don Juan en Suiza o los nuevos problemas de salud del Monarca— que con las actividades oficiales de la familia real.

Los gestos de transparencia, como la inclusión voluntaria en la ley, la publicación de la escritura notarial del préstamo a doña Cristina, o la propia rueda de prensa del viernes, la primera del reinado de don Juan Carlos, quedan enseguida sepultados por un nuevo escándalo.

En medio de la tormenta perfecta, el único que gana mientras los demás siguen perdiendo es el Príncipe, que a partir de ahora seguirá asumiendo cada vez más protagonismo. Su aceptación es mayor que la del Rey, aunque no ocurre lo mismo con la Princesa, peor valorada que la Reina. Pese a no haber cometido ningún error grave, doña Letizia tiene menor aceptación entre los ciudadanos, según los sondeos.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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