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“Disfrutaba torturando. Al pegarte, tenía un gesto de placer”

Víctimas de Billy El Niño y de los otros tres torturadores describen cómo eran sus interrogatorios

Billy El Niño, en 1981.
Billy El Niño, en 1981.EFE

“Olía mucho a alcohol. Era bajito, feo, con los ojos saltones. Tenía 28 años, solo dos más que yo. Y disfrutaba torturando. Se le notaba porque en medio de la furia, al pegarte bofetadas y patadas, tenía un gesto de placer, de satisfacción”. Así es como Felisa Echegoyen recuerda al exinspector José Antonio González Pacheco, alías Billy El Niño, uno de los cuatro cargos franquistas a los que la juez argentina María Servini de Cubría ha ordenado detener para interrogarlos en Buenos Aires.

“Entró en mi casa con otros cuatro policías el 8 de octubre de 1974. Tiraron la puerta abajo y yo me escondí detrás de la nevera. Me sacaron de los pelos. Me llevaron hacia la ventana y pensé que me iban a tirar. Grité. Billy El Niño me puso un pañuelo en la boca y casi me ahoga. Con las mujeres era igual de bruto. ‘¡Puta roja!’, me gritaba”, prosigue Echegoyen. “Me daban patadas mientras me preguntaban: ‘¿Dónde está la multicopista?’ Yo no la tenía, pero en una bolsa en el tejado encontraron propaganda de varios partidos y me llevaron a la DGS [sede de la antigua Dirección General de Seguridad en Sol], donde varias veces al día te subían del calabozo para interrogarte y torturarte”.

José María Galante, de la asociación La Comuna, también lo recuerda muy bien. “Le encantaba el mote que le habían puesto. Una vez, me tenía esposado al radiador en un despacho de la DGS, llegó, me dio un culatazo y me dijo: ‘Has tenido el honor de que te pegue un culatazo Billy El Niño”. “Era muy peligroso porque no tenía muchas luces y sí una impunidad absoluta. Era bastante alfeñique, poca cosa. Se ponía delante de ti a hacer gestos de kárate, te daba una patada y te decía: ‘Eres un gran saco de golpes’. No era un funcionario que torturaba, era un torturador compulsivo, disfrutaba haciéndolo: ‘Te puedo destruir”.

Galante también pidió la imputación del excomisario José Ignacio Giralte González, al que acusa de torturas en la DGS. Como Alfredo Rodríguez Bonilla, cuyo testimonio recoge la juez argentina en el auto por el que ordenó su detención: “Me decían que bajara la cara. Cada vez que lo hacía, me golpeaban. Por la espalda recibí golpes, incluidos los que me propinaban con las propias cadenas con las que fui detenido y patadas en la entrepierna. Según me iban golpeando, me decían: ‘Di que tu madre es una puta y tu padre es maricón...”.

Acacio Puig también celebraba ayer la orden de detención contra Celso Galván, pese a que ha fallecido y no tendrá que responder ya ante la justicia. “Un día, al volver del cine con mi novia, me encontré a la policía en casa, donde teníamos un almacén de propaganda de la Liga Comunista Revolucionaria. Era mayo de 1973. Nos llevaron a la DGS y allí Celso Galván dirigía las torturas. Él no pegaba, era torturador de guante blanco. Les gritaba a los demás: ‘¡Baldar a este hijo de puta!’, ‘¡Leña hasta que hable inglés!”.

Andoni Arrizabalada murió hace unos años, pero su hermano Jon decidió querellarse en Argentina por las torturas que le habría propinado el guardia civil Jesús Muñecas Aguilar. “Le ataron por el pie al hueco de una escalera desde un tercer piso, le hacían creer que le iban a ahogar... Cuando mi padre y mi hermano fueron a verle, el capitán Muñecas lo sacó para que lo vieran bien. Les dijo, sonriendo: ‘Esto es lo que ocurre cuando no quieren colaborar’. Estaba tan desfigurado por las palizas que mi padre y mi hermano no le reconocieron. Tenía 29 años. Después de aquello le soltaron. Volvió a ser detenido, pasó ocho años en prisión por ser militante de ETA y salió con la amnistía de 1977”.

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La juez argentina María Servini de Cubría ha escrito un auto de 204 páginas para argumentar los motivos por los que reclama, desde Buenos Aires, la detención de estos cuatro hombres. Considera que los hechos de los que resultan responsables son “sancionables con penas de ocho a 25 años de prisión” y precisa que “constituyen crímenes de lesa humanidad, por lo que son imprescriptibles”.

Con cautela, porque la experiencia les ha enseñado que cuando algo les sale bien, lo siguiente les sale mal —Garzón abre una causa contra el franquismo, pero le suspenden a continuación—, las víctimas del franquismo celebraron ayer las órdenes de detención. Pero desconfían. “Durante la dictadura, España fue refugio de nazis. Sería muy triste que ahora fuera manto protector de torturadores”, afirmó Manuel Blanco Chivite, uno de los querellantes, y miembro de la asociación La Comuna.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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