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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Oportunidades

La Diada de 2014 rizará el rizo en la espectacular escenificación de una 'performance' palingenésica

Enrique Gil Calvo

El año pasado por estas fechas, tras la apoteosis de la gran manifestación barcelonesa de la Diada, escribí en esta columna que parecíamos asistir al nacimiento de una cismogénesis explosiva: la súbita emergencia por generación espontánea de un estado emocional colectivo (una catarsis pública) en demanda de secesión. Este año se ha repetido la representación dramatúrgica solo que corregida y aumentada, con una parte muy significativa de la sociedad catalana (no tanto el pueblo trabajador pero sí la pequeña burguesía y gran parte de la juventud urbana cualificada) participando con festivo entusiasmo en un embriagador auto de fe nacional que anuncia performativamente el próximo advenimiento de la redención política de Cataluña. Y como no hay dos sin tres, podemos estar seguros de que la Diada de 2014 rizará el rizo en la espectacular escenificación de una performancepalingenésica, que representará el renacimiento de una nación trescientos años después de la caída original que la predestinó a serlo.

¿Cómo se entiende este espectacular pero incuestionable éxito del movimiento secesionista catalán? Los teóricos de la movilización colectiva, a partir de autores como Chuck Tilly y Sid Tarrow, lo explican mediante el concepto de “estructura de oportunidades políticas” (EOP): una contingente conjunción de coincidencias fortuitas presididas por la debilidad del poder público, la deslegitimación de las autoridades, la pérdida de confianza en las instituciones y la volatilidad de las alianzas de clase, que favorece durante un breve lapso de tiempo las oportunidades de ruptura del statu quo en vigor. Ahora o nunca. Y eso es lo que está ocurriendo en Cataluña (como en España, Portugal o Grecia) desde 2010, cuando coincidió el inicio del austericidio decretado por el directorio europeo con la sentencia del Tribunal Constitucional contra el nuevo Estatut refrendado por el pueblo catalán.

A partir de ahí, los letales efectos sociales de la crisis, unidos al indigno comportamiento de las élites políticas y económicas, hicieron el resto, dejando a la ofendida y humillada ciudadanía abierta a prestar oídos a cualquier propuesta de ardor justiciero. Y a diferencia de Grecia, Portugal y España, cuyos movimientos sociales dirigieron su protesta desde abajo contra los de arriba, abriendo un conflicto vertical (el pueblo contra las élites y contra la troika), en Cataluña por el contrario los activistas del independentismo acertaron a redirigir la ira interclasista contra el Estado central, abriendo un conflicto horizontal entre España y Cataluña: el pueblo contra Madrid. Todo ello legitimado con un encuadre polarizador que plantea alternativas mutuamente excluyentes para las que se rechaza la conjunción copulativa (del tipo “y/y”) sin ofrecer más salida que la disyuntiva (“o/o”): o democracia o legalidad, o independencia o expolio fiscal, o Cataluña o España. Un framing polarizador que disuelve el apoyo a los partidos centrales (CiU, PSC, PP) para otorgárselo a los radicales (ERC, CUP, Cs).

Los independentistas acertaron a redirigir la ira interclasista contra el Estado central

Pero claro está, una vez que se abren, y si no se aprovechan bien, las ventanas de oportunidad se cierran más pronto que tarde. Quiero decir que esa coyuntura de oportunidades para movilizarse con éxito, o esa EOP favorable que se abrió en 2010, caduca en 2015 aproximadamente, que es cuando se espera que la crisis económica haya pasado definitivamente y las clases medias españolas y catalanas recuperen sus expectativas de integración y ascenso social. De ahí la magia pitagórica de 2014, la fecha sagrada de la última oportunidad de redención nacional que no se puede sobrepasar sin haber celebrado la consulta de autodeterminación. Como se suele decir, con expresión verbalmente performativa: sí o sí, sin disyuntiva posible.

Mientras tanto, la sucesión de semejantes acontecimientos está sorprendiendo a las élites españolas y catalanas a contrapié, sin dejarles margen apenas para reaccionar. Temiendo ser anegado por la marea secesionista, Artur Mas aprovechó la oportunidad para convocar elecciones cuasi constituyentes a la espera de colocarse a la cabeza de la manifestación. Pero se equivocó, pues sus bases sociales le retiraron su apoyo y se quedó colgado a merced de la agenda independentista. De ahí que ahora trate de evadirse de la trampa de 2014, esperando que la EOP pase de largo para recuperar el control de la situación. Y también Rajoy aguarda impasible a que el tiempo pase, resistiendo amarrado a su mayoría absoluta como si fuera Ulises frente a las sirenas de la Escila de la crisis y el Caribdis de la secesión. Pero si cree que el paso del tiempo solo juega a su favor se equivoca, pues en 2015 no se sabe si habrá terminado la crisis, pero lo que sí es seguro es que perderá la mayoría absoluta que le salvaguarda por ahora.

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