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La tesorera de Bárcenas

Rosalía Iglesias, depositaria de los secretos de su esposo, amenaza con “dar guerra”

Rosalía Iglesias, esposa de Luis Bárcenas, en 2010.
Rosalía Iglesias, esposa de Luis Bárcenas, en 2010.samuel sánchez

Entre los planes futuros de Rosalía Iglesias Villar no está ser la mujer florero del preso Luis Bárcenas. No se retirará discretamente a su Astorga natal para esperar a que su marido purgue todas las culpas en la cárcel como tanta mujer de convicto. Tampoco aceptará ser condenada sin que algún otro pague su precio. Rosalía ha dejado de lado su imagen de mujer resignada y ha puesto de manifiesto que la ley del silencio no regirá su conducta. “Si quieren guerra la tendrán”, ha dejado dicho para que llegue donde tiene que llegar.

Rosalía no ha modificado su vestuario de boutique exclusiva para simular una modestia que no tiene su cuenta corriente. Ni siquiera cuando tuvo que presentarse ante el juez Ruz para prestar declaración como imputada en seis delitos moderó la calidad de su vestuario. Acostumbrada al anonimato de la vida de “mujer de” gerente, se ha tenido que adaptar muy rápido a cruzar la pasarela de la Audiencia Nacional: firme, estirada, altiva, acompañada siempre de grandes gafas de sol, con rictus circunspecto. Con cara de asco, cuentan algunos cronistas. Dentro de la sala, abogados curtidos en mil causas la describen como una mujer “con gran entereza”.

— ¿Recuerda haber entregado una cantidad de 150.000 euros, el equivalente a 25 millones de pesetas, para participar en algún tipo de promoción?, le preguntó el juez Pedreira, anterior instructor del caso Gürtel, en abril de 2010.

— Mire — contestó sin temblarle la voz—, yo no he tenido 25 millones de pesetas en mi mano nunca, se lo puedo garantizar, o sea, y le agradezco que me lo diga en pesetas, porque si no, no sé de qué cantidad estamos hablando. No, no he entregado jamás a nadie esa cantidad de dinero.

Quizás nunca tuvo en su mano 25 millones de pesetas, pero sí 500.000 euros.

Cuatro años antes de hacer esa declaración ante el juez ingresaba personalmente mil billetes de 500 euros en la sucursal de Caja Madrid de debajo de su casa en la calle Príncipe de Vergara, en el barrio noble de Madrid.

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“Si hemos hecho algo habrá que pagar, pero no por los demás”

Los esfuerzos de Rosalía por hacerse pasar ante el juez por mujer florero no han fructificado: ha sido imputada y desimputada en 2010 y vuelta a imputar en 2013 por seis delitos: tres de fraude fiscal, uno de blanqueo de capitales, falsedad documental y estafa procesal en grado de tentativa. Su marido suma 14 delitos.

Obligada a responder por una fianza de responsabilidad civil de seis millones de euros, Rosalía no acudió a su última cita en el juzgado hace unas semanas: dejó dicho a través de su abogado que mandaría un listado de los bienes embargables. A sus 53 años, no parece dispuesta a bajar la cabeza.

“Tiene conversación anexa, no habla de politica”, dice Verstrynge

Porque la fiel esposa de Bárcenas, la que “no miraba” los papeles que su marido le hacía firmar, tiene el orgullo de quien ha venido de abajo, del barrio de San Andrés, del “otro lado de la muralla”, como se distingue en Astorga a los de origen humilde.

Hija de un camionero, Juan Luis Iglesias Álvarez, es la menor de cuatro hermanas. Estudió con las monjas en Las Madres Escolapias y empezó a trabajar a una edad temprana en la empresa de su padre, que se dedicaba a recoger escombros de las obras con su camión. En ese pueblo leonés de unos 11.000 habitantes, que algunos maragatos definen como “un pueblo sin porvenir, en el que solamente había curas y militares”, siguió viviendo su familia cuando ella decidió, a los veinte años, probar suerte en Madrid.

Allá en León se quedaron sus padres y sus tres hermanas. Una falleció hace un par de años, otra abrió una joyería con su marido en una calle cercana al ayuntamiento de la localidad y la tercera trabaja en una fábrica de embutidos. Rosalía Iglesias, cuya “belleza” y “atractivo natura” recuerda y ensalza todo el mundo, marchó a la capital después de romper su relación con el hijo de un general, a la sazón teniente de artillería, cuya familia no la consideró digna de su categoría social. Quién iba a pensar en el pueblo que llegaría tan lejos. Si vuelve, como tantos especulan, no será probablemente a ese otro lado de la muralla.

Sea por el despecho o por una necesidad de progresar fuera de los muros de Astorga, Rosalía Iglesias se desplazó a Madrid y se colocó como dependienta en una peletería. La tienda resultó ser una de las frecuentadas por la entonces esposa de Luis Bárcenas, que disfrutaba de un buen trabajo en Alianza Popular. Las dos mujeres simpatizaron y, meses más tarde, de esa naciente amistad surgió la recomendación para que el entonces tesorero de Alianza Popular —y padrino de Bárcenas—, Ángel Sanchís, propusiera a Rosalía en 1983 como secretaria del también entonces secretario general del partido Jorge Verstrynge. Poco tiempo después, el gerente, un jovencísimo Luis Bárcenas, reclamaba los servicios de la “trabajadora, eficaz y puntual” secretaria: “Me la pidió porque tenía un pico de trabajo”, comenta Verstrynge.

En el PP saben que la aplicada secretaria maneja información privilegiada

No tardó mucho en hacerse público el idilio. En 1989, Bárcenas, divorciado ya de su primera mujer, se casaba con Rosalía. Poco después, nacía su hijo Guillermo.

Rosalía solo trabajó tres años para el partido. Después se limitó a ejercer de discreta mujer de gerente. “Tiene una conversación anexa, en las cenas nunca hablaba de política ni de nada ligado a las cuestiones de su marido. En ese terreno siempre ha ocupado un segundo plano”, cuenta Verstrynge que, pese a romper con el partido, ha seguido manteniendo una buena relación personal con la pareja.

— ¿Quieres ser El Cabrón o el único cabrón?, le llegó a preguntar a Luis Bárcenas hace algún tiempo, después de que éste le dijera aquello de: “No te creas nada de lo que están diciendo de mí”.

Verstrynge es de los que opinan que Luis y Rosalía forman una pareja muy sólida. “Si hemos hecho algo habrá que pagar por lo que hemos hecho, pero no por lo que han hecho los demás”, dice que le comentó Rosalía recientemente.

El papel de la maragata ha ido ganando enteros desde el momento en el que la investigación judicial comenzó a acorralar a su marido y el Partido Popular pasó de una posición de cerrada defensa a una descalificación absoluta. Entre estos dos estados extremos, el partido pasó por la tibieza de rescindir el contrato al tesorero, al mismo tiempo que se le pagaba despacho, chófer y abogado y se le mantenían unos ingresos mensuales calificados de “indemnización en diferido”.

En todo este proceso degenerativo de abandono, Rosalía fue cobrando protagonismo. Mientras trataba de perfeccionar su papel de mujer invisible oculta bajo abrigos de visón y gafas oscuras, se conocía que fue una de los cuatro asistentes a aquella reunión clave de marzo de 2010 a cuatro bandas en el despacho de Mariano Rajoy de la calle Génova: ella, su marido, Javier Arenas, en calidad de "amigo" y vicesecretario del partido y el ahora presidente del Gobierno. En esa cumbre, según declaró este verano la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, se pactó “una salida” para el todavía entonces tesorero.

De su papel cada vez más sobresaliente pocos dudan. Ella, acompañando a su marido como una sombra a sus viajes a Suiza. Ella, silenciosa o silenciada, que no se acordaba de haber comprado una obra de arte de medio millón de euros a una artista argentina. Ella, sin oficio ni beneficio, con una cuenta de once millones de euros. Ella, ahora, cuando ha demostrado estar a la altura de las circunstancias y dominar los entresijos de la tesorería del partido popular. Y quien dice entresijos, dice secretos.

El poderío de Rosalía fue suficiente como para cruzarse mensajes con el presidente del Gobierno: “Rosa, gracias. Eres un encanto. Yo estaré ahí siempre. Al final la vida es resistir y que alguien te ayude…”, le escribió Rajoy.

Mucha gente dentro del PP ha descubierto que la anónima esposa de Bárcenas, que aquella aplicada secretaria, se ha manejado en otros círculos y dispone de información privilegiada: “Debe ser la gran depositaria de los secretos de Bárcenas que, claro está, ha tenido tiempo para ponerla al día de todo y es la persona en la que realmente podrá confiar ahora y en el tiempo que tenga que estar en prisión”. Gente del partido teme la respuesta de esta mujer convertida en el canal de filtración, en el brazo ejecutor de Luis Bárcenas, en su fiel tesorera.

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