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Bárcenas torpedea los planes de Rajoy

El Gobierno ve entorpecida su estrategia para cambiar el paso a la legislatura Nadie cree que el presidente vaya a caer, pero sí que habrá un goteo de ataques

Carlos E. Cué

Sobre el papel, cuadraba muy bien. El Gobierno había diseñado un mes de julio en el que todo estaba pensado para dar un giro radical al pesimismo que el propio Ejecutivo trasladó en abril, cuando llegó la Encuesta de Población Activa (EPA) de los 6,2 millones de parados. Había acelerado la presentación de reformas clave para mostrar iniciativa y había diseñado actos para ofrecer buenas noticias, como la visita de Mariano Rajoy a la fábrica de General Motors en Zaragoza de esta semana. Y como fin de fiesta, una nueva EPA a finales de mes, antes de irse de vacaciones, mucho mejor que la anterior.

Todo cuadraba para dar un giro radical a la legislatura, para cambiar definitivamente el discurso y recuperar el pulso perdido. Pero todo se ha ido al garete, admiten diversas fuentes del Gobierno y del PP, porque nada de lo que diga o haga ahora el Ejecutivo tiene más fuerza, al menos de momento, que la inesperada ofensiva de su extesorero, Luis Bárcenas, que lanza acusaciones incluso contra Rajoy y parece preparado para refrendarlas mañana ante el juez Pablo Ruz.

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El Ejecutivo se ha conjurado para tratar de seguir adelante como si nada, defender la honorabilidad de Rajoy y tratar de buscar un choque en el que se ve vencedor: el de la guerra de la palabra del presidente —“nadie se cree que Rajoy sea un corrupto o un hombre deshonesto”, admiten hasta los más escépticos— contra la de su extesorero, un hombre que está en la cárcel y al que se le han encontrado casi 50 millones de euros en Suiza.

Por fuera, la imagen que se transmite es de tranquilidad absoluta. Pero por dentro, nadie niega la preocupación política, que no judicial. “Esto está cogido con alfileres, la situación económica está mejorando pero sigue siendo muy delicada, y muchas cosas, sobre todo las grandes inversiones, dependen de que nadie dude de la estabilidad política en España. Por eso esto nos machaca, aunque todo el mundo sabe que Rajoy no va a caer y que la mayoría absoluta del PP va a seguir ahí”, resume un miembro del Ejecutivo.

Lo que más preocupa es el goteo, que la polémica se enquiste y se alargue. Algunos incluso temen que Bárcenas sea como Diego Torres, el socio de Iñaki Urdangarin que dosifica la información en el juzgado. Aunque muchos creen que el extesorero no tiene nada realmente relevante y mucho menos pruebas de ningún delito, las pequeñas revelaciones escandalosas, aunque difíciles de probar, pueden ser demoledoras para la agenda del Ejecutivo, admiten diversos dirigentes.

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Rajoy, mientras, hace gala de su “piel de rinoceronte”, una expresión de sus colaboradores, y trata de seguir adelante con su plan. Antes de irse de vacaciones —este año mucho más tiempo que en 2012, una muestra más de que esperaba un giro en la legislatura y un agosto mucho más tranquilo—, el presidente quería rematar, y lo está haciendo, reformas clave como la de la Administración, la ley de unidad de mercado, la eléctrica que se presentó el viernes y la local, que irá probablemente esta semana. Son asuntos que llevan horas de negociaciones, presiones durísimas de lobbies como el de las eléctricas, movimientos políticos complejos como la reforma local, que lleva un año en discusión sobre todo dentro del PP. Y todo, se temen en el Gobierno y el PP, puede quedar oscurecido por el escándalo.

Aún quedan además otras dos reformas inminentes muy polémicas, para las que Rajoy necesitaría estar fuerte: un retoque inminente a la reforma laboral —lo apuntó en FAES— y la reforma de pensiones, que llegará probablemente en septiembre —aunque políticamente podría convenir presentarla en pleno agosto para diluir la polémica— y supondrá una clara guerra con sindicatos e izquierda.

El presidente también se prepara para un septiembre difícil en Cataluña —todo empezó en la Diada de 2012, el 11 de ese mes— y ahí necesita igualmente fortaleza política. Rajoy ha decidido no moverse y esperar a que sea Mas el que cometa errores. Algunos miembros del Gobierno, los menos, estarían dispuestos a explorar con el PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba, del que muchos en el Ejecutivo tienen una buena imagen, una reforma constitucional para buscar nuevos equilibrios. Pero el corazón del PP, barones territoriales incluidos, no está por la labor, y Rajoy la ha descartado en el Senado.

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Por eso su estrategia se concentra en dejar que Mas se hunda y en preparar una salida: la reforma de la financiación. De hecho, otro de los grandes proyectos que tiene en marcha el Gobierno tiene mucho que ver con Cataluña y podría ser la excusa para tocar más cosas. Se trata de una profunda reforma fiscal que Rajoy ha prometido a la UE para marzo de 2014.

Esta reforma marca una gran batalla en el Gobierno, que se concentra en la duda: ¿Bajar el IRPF en 2014 o esperar a 2015, año electoral? Este conflicto fue muy fuerte antes del anuncio del plan de reformas en abril. Luis de Guindos quería bajar el IRPF en 2014, pero a cambio había que hacer ajustes más duros y tocar pensiones o seguro de desempleo. Cristóbal Montoro ganó esa batalla y al final se dejó para 2015. Pero no está cerrada del todo la guerra, como demuestran sus declaraciones públicas. Volverá.

Además, el presidente mira a Europa, el lugar clave donde la fuerza política cuenta mucho.

El Gobierno confía en que las elecciones alemanas desbloqueen muchas cosas, y se apresta a maniobrar. En La Moncloa creen que están girando las cosas y aún será más claro si Merkel se ve forzada a pactar con los socialdemócratas. “Ya hemos ganado, ya ha cambiado la agenda”, suelen repetir en el Gobierno.

Todo cuadra, pues, pero todo está patas arriba por Bárcenas. Y la sensación de emergencia se ha instalado. “

Hemos perdido el control, la posición de la fiscalía, que pide que comparezca nada menos que la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, es una demostración de que hemos perdido por completo el control del caso y por tanto de la situación política”, resume un diputado.

Nadie cree probable que Rubalcaba se anime a presentar una moción de censura, porque él podría salir muy mal parado con la derrota, pero si lo hiciera, analizan algunos, la cuestión subiría de categoría como un auténtico asunto de Estado con repercusión internacional.

En este contexto, lo que casi nadie entiende es que Rajoy haya decidido no comparecer, no contestar a las acusaciones. Alfonso Alonso, portavoz parlamentario, ha abierto la veda al llamar “delincuente” a Bárcenas, sin “presunto”. Pero Rajoy no parece dispuesto a seguir esa vía.

“No se entiende que no comparezca si no es por soberbia, por decir que él no hace nada arrastrado”, resume otro diputado. Algunos lo comparan con lo que le pasó a Aznar cuando la crisis del Prestige. Se empeñó en no ir a Galicia, como le pedían todos, y cuando fue, tarde y mal, casi tuvo que esconderse.

Los suyos insisten en que eso sería darle una victoria a la estrategia de Bárcenas, que ha decidido defenderse y tratar de salir de la cárcel atacando, mediante goteo de información a través de El Mundo. “Con la situación política actual, si Rajoy fuera al Congreso a explicarse, sería muy perjudicial para él y para la imagen de España porque lo iban a machacar todos los grupos”, resume un marianista.

Aún así, con Rajoy nunca hay decisiones definitivas. Una de las facetas más desconocidas del presidente es que es un improvisador nato. Él lo llama “adaptarse a las circunstancias”. De momento el presidente tiene una comparecencia obligada ante la prensa el lunes, en La Moncloa, en una rueda conjunta con su homólogo polaco, Donald Tusk. Será pocas horas después de que comparezca Bárcenas ante Ruz. Una ocasión ideal para responder. O no.

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