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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El ministro y la ‘lobbista’

Margallo prefiere informar a la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso sobre el ‘caso Corinna’

Miguel González

El pasado 5 de marzo, el senador Iñaki Anasagasti (PNV) preguntó al ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel García-Margallo, por la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein, supuesta amiga del Rey, quien se había jactado en declaraciones públicas de haber “ayudado gratis al Gobierno español [...] Ese trabajo que he realizado, cuando se me ha pedido, ha sido siempre delicado, confidencial. Son asuntos clasificados, situaciones puntuales que yo he ayudado a solucionar por el bien del país”.

En el Senado, en respuesta a Anasagasti, Margallo se extendió sobre el papel de los lobbistas o cabilderos (en expresión castiza), de los que dijo que “tienen mala prensa” y a los que se llegó a comparar, a finales del siglo XIX, con “los reptiles que se arrastraban por los pasillos del Congreso” de EE UU. Para “poner el toro en suerte”, Margallo ofreció una definición de lobby: “Es cualquier actividad que se lleva a cabo con el fin de influir ante los legisladores y/o la Administración pública para promover decisiones proclives a los intereses de un sector”.

Mucho más parco fue el ministro al referirse a Corinna, de la que ni siquiera mencionó el nombre. “El Gobierno no ha hecho encargo de ninguna de las tareas que se citan”, aseguró. En el presupuesto de su ministerio “no figura partida ni gasto alguno en relación con este tipo de actividades”, insistió. Y en los fondos reservados “no hay la menor referencia que dé pie a una sospecha como la que usted está sembrando”, concluyó.

Sin embargo, el 21 de marzo, después de que El Mundo lo desvelara, Margallo reconoció haber mantenido “dos encuentros a nivel personal” con Corinna y se mostró dispuesto a comparecer en el Congreso para explicarse “con tiempo y con causa”. El pasado lunes, en el mismo diario, puntualizó que, en su opinión, esa comparecencia “debe ser en la Comisión de Secretos Oficiales” de la Cámara.

Aunque se le ha acusado de ello, Margallo no ha mentido. En el Senado no dijo que no se hubiera reunido con Corinna. Casi lo justificó veladamente al asegurar que “escuchar a los lobbies es absolutamente necesario para cualquiera que quiera resolver un asunto con conocimiento de causa”. Y, parafraseando a Kennedy, apostilló: “Los lobbistas me hacen entender un problema en 10 minutos, mis colaboradores tardan tres días”. Cabe deducir, por tanto, que Margallo se reunió con Corinna, a la que no conocía personalmente, para escucharla.

Lo que no se entiende es por qué debe informar de esas citas a la Comisión de Secretos Oficiales, cuyo objetivo —según la resolución de la Presidencia del Congreso de mayo de 2004 que la rige— es regular el acceso de los diputados a las materias clasificadas. Salvo que Corinna cobrase de los fondos reservados o se ocupase de asuntos “clasificados”, como ella asegura. Fuentes de Exteriores niegan ambos extremos y alegan que el ministro podría echar mano de telegramas confidenciales para desmentir que la princesa mediara en contenciosos internacionales.

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Eso aclarará, en el mejor de los casos, lo que Corinna no hizo; pero no lo que sí hizo, ni por qué se reunió con Margallo, lo que este sigue negándose a desvelar apelando a la “privacidad”. El éxito de un lobbista se mide precisamente por su facilidad de acceso a la cúpula del poder para, según la definición del ministro, “promover decisiones proclives” a sus clientes.

Uno de los anuncios estrella de Mariano Rajoy en el debate del estado de la nación, el pasado 20 de febrero, fue precisamente la regulación “de las organizaciones de intereses, los llamados lobbies, con medidas que clarifiquen cuáles pueden ser sus actividades y cuáles deben ser sus límites”. Pero no parece que la transparencia alcance a este caso.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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