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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Populismos

No sería nada extraño que en los próximos comicios se impusiera una candidatura populista, al estilo de Beppe Grillo

Enrique Gil Calvo

La victoria de la lista de Pepito Grillo (tal como siempre se tradujo en España el personaje del Pinocchio de Collodi) en las recientes elecciones italianas ha vuelto a traer a colación el resurgir del populismo por efecto de las contradicciones entre capitalismo y democracia, que han abierto una crisis política como consecuencia de la especulación financiera. La secuencia ya la vimos en Grecia, cuando su sistema de partidos se derrumbó ante la presión de los mercados en beneficio electoral de dos populismos antisistema de signo opuesto (el ultraderechista Amanecer dorado y Syriza por la izquierda radical), tras un periodo de excepción bajo gobierno tecnócrata de estricta obediencia financiera. Y ahora en Italia ha vuelto a ocurrir lo mismo, pues las urnas han emitido un mandato electoral que supone un rechazo explícito tanto de la solución tecnocrática impuesta por los mercados como del viejo establishment en que medraba la castapolítica.

De ahí la inmediata pregunta que viene a la mente: ¿podría ocurrir en España algo parecido cuando se convoquen las próximas elecciones, ya sea en 2015 o incluso antes si se derrumbara el actual partido en el poder? Hay signos, en efecto, de que nuestro actual modelo democrático atraviesa una profunda crisis política, muy agudizada por los gravísimos efectos sociales del injusto ajuste fiscal. Cataluña se está independizando de facto a la vez que su partido mayoritario se derrumba electoralmente. El partido socialista amenaza con dividirse también, a la vez que su liderazgo se demuestra incapaz de reorganizarse, de ejercer la oposición con alguna solvencia y de recuperar un mínimo de credibilidad electoral. El desacreditado partido en el poder se tambalea entre la desconfianza y la impotencia, ante la incapacidad de su liderazgo para rendir cuentas por los múltiples casos de corrupción que le cercan. Y, mientras tanto, la sociedad civil le vuelve la espalda tanto a la élite institucional como a la clase política, según revelan las masivas movilizaciones de las mareas de clase media. Por lo que no sería nada extraño que en los próximos comicios se impusiera una candidatura populista, al estilo del Movimento 5 Stelle (M5S).

En efecto, como están empezando a advertir no pocos observadores, el fenómeno Beppe Grillo no debe interpretarse como si fuera un moderno flautista de Hamelin capaz de encandilar a los niños más incautos sino más bien al revés: el mascarón de proa escogido por un movimiento social pluralista y asambleario para aglutinar y empaquetar en un solo kit todas las múltiples y heterogéneas voces de rechazo a la clase política que emergen de la sociedad civil. Pues, de hecho, tanto por su edad y extracción social (jóvenes de clase media titulada y profesional) como por sus herramientas organizativas (las redes sociales de las TIC) y movilizadoras (la ocupación festiva de las plazas públicas), a lo que más se parece el italiano Movimiento 5 Estrellas (heredero de los girotondi de 10 años atrás) es al español movimiento de los indignados del 15-M y todas sus secuelas: el movimiento Rodea el Congreso del 15-S, el Stop Desahucios de la PAH y las mareas ciudadanas de todos los colores (blanca, verde, negra, naranja, etcétera).

Y es que, como ocurre con el colesterol, hay que distinguir entre un populismo bueno (afín al capital social universalista que genera confianza positiva) y un populismo malo (capital social particularista que segrega desconfianza negativa). El populismo malo o negativo es el de Berlusconi y demás caudillos afines: un padrino mafioso que secuestra a sus seguidores para explotarlos en beneficio propio. Y el populismo bueno o positivo (teorizado por Ernesto Laclau) es el de los girotondi, los indignados, el 15-M y el M5S: un movimiento universalista e integrador, capaz de articular e interconectar una pluralidad de redes sociales heterogéneas para organizarlas en una sola movilización colectiva dispuesta a elevar en común la voz de toda la sociedad civil. La diferencia específica del caso italiano respecto al español es la existencia de Beppe Grillo como máscara teatral: un portavoz colectivo que actúe a modo de ventrílocuo del movimiento social. Un papel que no ha sabido representar nadie en el caso español, y así nos va.

Se me dirá que Beppe Grillo no es nada más que un payaso (o nada menos, como subrayó el candidato socialdemócrata alemán a la cancillería federal). Pero en realidad es un especulador que ha apostado al juego de la política y ha ganado. Igual que los especuladores financieros apuestan al juego del mercado con ánimo de ganar. Pues si se admite que la especulación es consustancial a la lógica del mercado financiero, ¿por qué no habría de admitirse que también lo sea el populismo especulador para la lógica democrática del juego electoral?

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