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Rajoy antepone la estabilidad a las peticiones de reforma constitucional

Por primera vez, todos salvo el PP defienden en el pleno la modificación El PSOE someterá el martes a votación su propuesta de Estado federal

La bancada popular ovaciona ayer a Mariano Rajoy.
La bancada popular ovaciona ayer a Mariano Rajoy. Uly Martín

Mariano Rajoy se apoyó en su estabilidad parlamentaria y en la necesidad de no abrir discusiones para bloquear el paso a todas las peticiones de reforma constitucional que escuchó en los dos días de debate sobre el estado de la nación. Nunca antes todos los grupos parlamentarios, salvo el mayoritario, habían coincidido en plantear en un debate de este tipo la necesidad de introducir cambios en la Constitución, aunque los objetivos de los partidos no sean coincidentes.

“Los españoles no quieren incertidumbres, quieren certezas. No quieren que ahora nos dediquemos a reinventarnos España, sino que lo que quieren es que la saquemos de esta crisis cuanto antes”, les dijo el presidente del Gobierno para cortar de raíz ese debate, sobre el que el PP tiene derecho de veto por pura aritmética.

La exhibición de esa estabilidad parlamentaria sigue siendo el principal activo de Rajoy. Es lo que le ha permitido durante 14 meses llevar a cabo las reformas y los ajustes, casi siempre con decretos y casi nunca con acuerdos con otros partidos. También es lo que le permite resucitar en momentos de zozobra como los que vivía antes del debate, que concluirá el martes con la votación de las propuestas de resolución de los grupos.

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Rajoy se siente fuerte con un grupo parlamentario pétreo que le aplaudió ayer en pie, después de semanas de moral quebrada por las revelaciones del caso Bárcenas. Tan fuerte se siente Rajoy, que ayer, en el cierre del debate, le lanzó un mensaje de “ni un paso atrás”, reafirmando su voluntad de mantener la misma política económica, sin ofertas concretas de acuerdo más allá del de la corrupción, que le permite salir a flote del caso Bárcenas. También dando la impresión de que enfrente no hay nadie, porque minimizó la capacidad de los grupos minoritarios y porque se volcó en derrotar al líder de la oposición con una réplica muy preparada con datos sobre la gestión del Gobierno en el que Alfredo Pérez Rubalcaba fue vicepresidente.

Rajoy presentó esa estabilidad de su Gobierno como un valor en momentos de crisis, que sirve para disolver como un azucarillo las peticiones de dimisión de él o de ministros afectados por casos de corrupción, y que diluye las propuestas de reforma constitucional. José Luis Rodríguez Zapatero ganó las elecciones con un programa que incluía cuatro reformas constitucionales, y llegó a pedir informe al Consejo de Estado, pero luego las paró. Solo aprobó una muy urgente pactada con el PP para llevar a la Constitución la limitación del déficit.

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Esas peticiones de reforma requieren la aplicación del procedimiento agravado, es decir, que se exige una mayoría con un imprescindible acuerdo entre los dos grandes partidos, la disolución de las Cortes, la aprobación en un referéndum y la ratificación por unas nuevas Cortes. Demasiado procedimiento para Rajoy, que intenta despejar el campo de juego político en el que bastante tiene con la crisis económica, los escándalos y el desafío soberanista en Cataluña.

“Una reforma de la Constitución no es una proposición de ley para subir o bajar el impuesto de la renta de las personas físicas, es algo mucho más serio, que requiere pensarse muy a fondo”, dijo en la tribuna para cortar el paso no solo al procedimiento sino siquiera al debate.

En 2009, el PP, entonces en la oposición, celebró una convención en la que, bajo la dirección de la hoy vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, aprobó proponer media docena de cambios constitucionales para reformar el Estado. Cuatro años y una mayoría absoluta después, la ahora número dos del Gobierno trabaja en una reforma del Estado que no precise tocar la Constitución.

“Hay una agenda muy importante por delante en este momento. No es lo más oportuno ni es la prioridad ni está en el pensamiento de la inmensa mayoría de los ciudadanos plantear una reforma de la Constitución”, explicó ayer Rajoy. Esa tesis la remachó el portavoz del PP, Alfonso Alonso, al asegurar en la tribuna del Congreso: “Y yo me pregunto: ¿De verdad creen que esto es lo que nos piden hoy los españoles? ¿Se han parado a pensar cuál es el valor de la estabilidad política en un momento como este? De verdad que los ciudadanos no quieren incertidumbres, necesitan certezas, y no quieren discordias, nos piden acuerdos y nos piden que pongamos empeño para alcanzarlos. Y desde luego no quieren que ahora nosotros nos dediquemos aquí a reinventarnos España, quieren sencillamente que la saquemos de esta crisis cuanto antes”.

Alonso ironizó con el hecho de que las propuestas sobre la Constitución de los diferentes grupos marchen en sentidos contrarios: “Unos para federalizar España, otros para refundarla y algunos directamente para disolverla”.

El líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, expuso el primer día su idea de cambiar la Constitución para convertir España en un Estado federal. Según dijo, ese cambio es necesario para “que España tenga un nuevo proyecto político, para que los jóvenes que no votaron la Constitución y los no tan jóvenes, dos de cada tres españoles, se puedan reconocer en ese nuevo proyecto común que entre todos hagamos. Para resolver nuestro problema territorial, para desbloquear nuestros problemas políticos, que algunos exigen cambios constitucionales, y para rehacer nuestros consensos sociales”. El PSOE presentará una propuesta de resolución sobre reforma constitucional que se debatirá y votará el martes.

Rosa Díez (UPyD) y Joan Coscubiela (ICV) coincidieron en pedir un proceso constituyente, pero, obviamente, con objetivos distintos. La primera para unificar en sentido federal las competencias autonómicas y el segundo en sentido contrario para dar cauce al derecho de autodeterminación.

Junto a Coscubiela mantuvieron la petición de reforma todos los portavoces nacionalistas e independentistas, empezando por Josep Antoni Duran (CiU).

La estabilidad institucional estuvo también presente en el silencio de Rajoy ante las referencias críticas a la Corona, como la que expresamente hizo el portavoz del PNV, Aitor Esteban. “La Monarquía ha sido una institución intocable, pero hoy, con tantas peripecias con fundaciones y hasta con elefantes, ya no sirve con un ‘Lo siento, no volverá a ocurrir’. Se tiene que reinventar y hasta ese momento necesita más luz y taquígrafos”, dijo Esteban Rajoy ni le contestó.

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