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Rentería, símbolo ahora de la paz

Los ediles de Bildu, PSE y PP superan juntos el icono de municipio violento

Luis R. Aizpeolea
El alcalde, de Bildu, Julen Mendoza (a la derecha) y el portavoz del PP, José Manuel Herzog (a su lado), en la clausura del ciclo de cine Construyendo, el pasado domingo, en Rentería, con familiares de víctimas de ETA, y el exetarra Joxean Agirre (segundo por la izquierda).
El alcalde, de Bildu, Julen Mendoza (a la derecha) y el portavoz del PP, José Manuel Herzog (a su lado), en la clausura del ciclo de cine Construyendo, el pasado domingo, en Rentería, con familiares de víctimas de ETA, y el exetarra Joxean Agirre (segundo por la izquierda).EFE

El prestigioso semanario Time del 10 de agosto de 1981 dedicaba un amplio reportaje al País Vasco, marcado en aquellos momentos por un fuerte auge del terrorismo. Solo en 1980, ETA había matado a 93 personas. El semanario norteamericano eligió, para su reportaje, que tituló “Terroristas de las montañas”, la localidad guipuzcoana de Rentería como icono de la violencia en Euskadi. No era casual.

Rentería, una villa industrial con 47.000 habitantes en 1981, había sido en el final del franquismo un símbolo de la lucha obrera contra la dictadura. Al inicio de la Transición fue escenario de duros enfrentamientos entre manifestantes y unas Fuerzas de Seguridad aún no adecuadas a la democracia. La imagen de unos policías uniformados saqueando un establecimiento, en julio de 1978, dio la vuelta al mundo. Su fuerza simbólica de la violencia se acrecentó con los sucesos en las fiestas patronales de julio de 1983, con las que se inauguró la guerra de las banderas, que se extendió por todo el País Vasco. En aquellos años cruzar por las noches Rentería, ubicada en la Nacional-I, era una odisea. Aquello parecía Belfast.

A partir de la década de los ochenta es ETA quien acapara la violencia en Rentería, con algunos brotes del grupo parapolicial, Batallón Vasco Español. El balance es todo un récord para una población tan reducida: 19 asesinados por ETA y se calcula otra decena de víctimas entre grupos parapoliciales, enfrentamientos con la policía y récord en la denuncia de torturas.

El alcalde de Bildu estuvo en la reinauguración de la sede del PSE

Pero la situación ha cambiado en Rentería, que ha pasado de ser símbolo de la violencia a símbolo de la paz y la convivencia. En 2005 se produjo el último ataque, de los 27, que sufrió la sede del PSE. Pero desde que ETA declaró el cese definitivo en octubre de 2011 y se constituyó el nuevo ayuntamiento en mayo de ese año (8, EH-Bildu; 7, PSE; 3, PNV; 2, PP y 1, IU) el clima ha cambiado de modo más radical. El nuevo alcalde, Julen Mendoza, de EH-Bildu, que gobierna con IU, nació en 1978, en la transición, y pertenece a una nueva generación. Lo mismo que los ediles de los demás partidos.

Mendoza, que ha regresado a la izquierda abertzale tras distanciarse por la ruptura de la tregua de ETA de 1999, ha aprovechado la alcaldía para trabajar por la normalización política y “superar el duro pasado” de Rentería. José Ángel Rodríguez y José Manuel Herzog, concejales del PSE y del PP respectivamente, admiten que el clima ha cambiado en el Ayuntamiento. “Antes estábamos amenazados y vilipendiados. Ni nos hablábamos. Ahora nos tratan con respeto”, señala Rodríguez.

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De tal modo que, con motivo de la reinauguración de la Casa del Pueblo, hace un año, acudió al evento el alcalde de EH-Bildu. Y también lo hizo, en enero, cuando Ramón Jáuregui, dirigente del PSOE, se personó en Rentería para leer una conferencia sobre el futuro de la socialdemocracia. Desde hace meses, el PSE ha eliminado las fuertes medidas de seguridad en su sede e, incluso, por primera vez en su historia, el bar ha abierto una terraza en la calle.

“Hay que perdonar. El vencido transmite el rencor, dice el edil del PP

Pero no solo han cambiado las formas. Mendoza ha tratado estos meses de buscar un acercamiento con toda la corporación. Celebró dos comidas de confraternización y aprovechó un viaje de cinco días a Schlondorf (Alemania), localidad hermanada con Rentería, para estrechar lazos con los portavoces municipales, incluidos PSE y PP.

Esos contactos han abocado en reuniones discretas, al margen de las direcciones de sus partidos, en las que cada uno ha expuesto su propio relato del drama sufrido en la localidad. “Hemos tenido la suerte de encontrarnos con personas que sintonizamos con la necesidad de abrir un escenario de paz duradera. No interpretamos igual lo sucedido ni coincidimos políticamente. Tampoco nadie quiere borrar el pasado. Pero lo importante es poner los hechos sobre la mesa, una terapia que nos hace romper barreras, y comprometernos a que nunca más se vuelvan a repetir”, señala el alcalde de EH-Bildu y suscriben los demás portavoces.

“Es posible que el acercamiento de Bildu sea táctico. Pero me han elegido para trabajar en el ayuntamiento y allí están ellos, también elegidos. Además, aunque no olvido, hay que perdonar. Muchas veces el asesino es un crío ignorante y mantener el odio es ser tan crío como él. El vencido tiene rencor y se transmite a través de generaciones”, dice el edil del PP.

“Nosotros no vamos a olvidar lo que hemos pasado y vamos a exigir a Bildu que reconozca el daño causado. Pero vamos a trabajar por una convivencia digna, por podernos mirar a la cara y porque nuestros hijos y nietos no pasen lo que hemos pasado”, remacha el portavoz del PSE.

Esas conversaciones para promover la convivencia se materializaron en la celebración de un ciclo de cine político del 24 de enero al dos de febrero en el que se emitieron Memorias de un conspirador, sobre el proceso de paz de 2006, dirigida por Angel Amigo; Ventanas al interior, sobre los presos de ETA, de Mireia Gabilondo, y Hablan los ojos, sobre la experiencia de Glencrek, de Gorka Espiau.

La novedad estribaba en que el ciclo lo convocaban todos los partidos, de EH-Bildu al PP, y también que entre los invitados fueron víctimas de ETA —como la viuda de José Luis Caso; el tío del niño, Fabio Moreno, Javier Asla y Rosa Rodero, viuda de Joseba Goikoetxea, oficial de la Ertzaintza— junto con víctimas de la tortura, como Tamara Murutagoyena, hija de un médico, muerto como consecuencia de las torturas en un cuartel de la Guardia Civil en Oyarzun, hace 30 años. Entre el público había gente de todas las tendencias.

En la presentación, el alcalde de EH-Bildu, que pidió personalmente a la viuda de Caso que acudiera al acto, reclamó “cercanía” a las víctimas, y dirigiéndose a las de ETA dijo: “A aquellas a las que durante tiempo las he considerado como los otros les traslado un profundo lo siento de todo corazón por el sufrimiento padecido. Soy consciente de que por mucho que pretenda imaginarme nunca llegaré a vivir ni dimensionar lo suficiente por su sufrimiento”.

“Estábamos preocupados porque ningún asistente estuviera incómodo. Ni los del PP ni los del PSE ni los de la izquierda abertzale. Lo logramos y podemos plantearnos ahora objetivos más profundos”, coinciden todos los representantes municipales, que se están convirtiendo en abanderados de una experiencia de creación de la convivencia desde abajo y haciendo de Rentería un símbolo de la paz como lo fue de la violencia en el pasado.

Las peores marcas de impiedad

Miguel Buen, exalcalde socialista de Rentería (1987-97), recuerda, entre los asesinatos de ETA más impactantes en su localidad, el de Vicente Gajate, socialista y policía municipal, en octubre de 1984, porque, al poco, murió su madre, trastornada, y su padre se suicidó. También los de los ediles del PP, José Luis Caso y Manuel Zamarreño, en 1998, en pocos meses, con la singularidad de que el segundo había sustituido al primero. Un comando de ETA batió una marca de impiedad al regresar para rematar a dos guardias civiles cuando comprobó que, tras el atentado, no fallecieron. En 1982, la banda ametralló a tres obreros, de los que uno falleció, al confundirlos con policías.

En marzo de 1993, los terroristas quemaron una furgoneta de la Ertzaintza, resultando heridos los policías ocupantes, uno de ellos desfigurado de por vida. El PSE, que gobernó Rentería la mayoría de estos últimos 34 años, sufrió una saña especial. Su sede fue asaltada 27 veces y en uno de esos ataques su alcalde, José María Gurrutxaga, sufrió un linchamiento del que salvó la vida milagrosamente.

Grupos parapoliciales asesinaron en los ochenta a Jesús María Ijurko, de HB, y al trabajador José Antonio Cardosa.El alcalde de Bildu y los concejales de la oposición, la semana pasada, en la clausura de un ciclo de cine sobre ETA.

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