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Rajoy: “La declaración no sirve para nada y el Gobierno aplicará la ley”

El Gobierno no ve elementos para recurrir al Constitucional

Mariano Rajoy tiene toda la intención de seguir al pie de la letra el guión que se ha marcado frente al proceso soberanista catalán. El presidente ha decidido no mover un músculo mientras pueda evitarlo, esto es, hasta que Artur Mas no tome una decisión con efectos jurídicos reales, como convocar un referéndum o aprobar una ley de consultas. Hasta entonces, calma. El presidente dio este jueves una prueba evidente de esta estrategia. Lejos de salir en tromba contra la declaración soberanista de Parlamento de Cataluña, como hubiera hecho sin duda su antecesor en el PP, José María Aznar, y como le reclaman desde el ala más conservadora del partido, Rajoy la despreció desde Lima, en una comparecencia conjunta con Ollanta Humala en la que no se admitieron preguntas de la prensa: “Aprobar resoluciones que no están en el marco constitucional no sirve para nada”, sentenció el presidente. Es una forma de despreciarla y además de apuntar claramente lo que está diciendo en privado el Gobierno: esto es, que la resolución es inane, no tiene efectos jurídicos, y por tanto no será recurrida al Constitucional.

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Lejos de cargar las tintas, en sus breves palabras dedicadas al asunto, Rajoy incluso introdujo de nuevo la palabra “diálogo”. Esa es su estrategia: mostrar su lado más amable y esperar a que Mas se mueva, se equivoque, o poco a poco se deteriore la coalición con ERC, se produzcan problemas en CiU, como ha sucedido en los últimos días, o los empresarios catalanes presionen a Mas para que abandone su dinámica. El tiempo, creen en La Moncloa, juega a su favor porque Mas está más débil ahora que antes de las elecciones.

Rajoy mostró una clara distancia, en tono nada preocupado, con la apuesta soberanista catalana. Después de hablar de la crisis y del paro, sentenció: “En estos momentos no debemos distraernos ni poner en tela de juicio todo. Aprobar resoluciones que no están en el marco constitucional no sirve para nada. El gobierno seguirá siempre apostando en esta materia también por la convivencia y por el dialogo”. Y ahí llegó el único aviso para navegantes, siempre en tono suave: “El Gobierno como es su obligación, porque para eso nos han elegido los españoles aplicará la ley siempre, si ello fuera preciso con mayor razón”.

El Gobierno le ha dado muchas vueltas a la resolución, que ya estaba anunciada hace semanas. El propio Rajoy y Jorge Moragas, su jefe de Gabinete, estuvieron leyendo y analizando el texto aprobado en el avión que les llevó a Lima. El Gobierno había llegado a la conclusión, ya antes de la aprobación del texto, de que ni políticamente ni jurídicamente conviene intentar recurrirla al Constitucional. El Ejecutivo ha estudiado con detenimiento el caso del plan Ibarretxe, en el que el Ejecutivo de Aznar se llevó un varapalo del Constitucional al intentar frenar la aprobación del plan en el Parlamento vasco. El Gobierno de Zapatero cambió de estrategia y dejó que el plan llegara al Congreso, donde se tumbó con los votos del PSOE y el PP. El Ejecutivo de Rajoy opta ahora, al menos de momento y siempre que no cambien de idea por presiones del ala más conservadora del partido, por una estrategia similar a la de Zapatero: esperar y dejar el Constitucional como último recurso cuando las cosas en Cataluña estén mucho más avanzadas.

Rajoy ha viajado a Perú con el objetivo sobre todo de defender los intereses de las grandes compañías españolas instaladas en América Latina y también para intentar que puedan abrirse nuevos mercados. Desde la crisis de YPF, en abril, cuando Argentina nacionalizó la compañía petrolera en manos de Repsol, el Gobierno de Rajoy vive con el temor de que otros presidentes americanos sigan el ejemplo de Cristina Fernández de Kirchner. El boliviano Evo Morales ya ha seguido la estela con varias nacionalizaciones de compañías eléctricas controladas por la española Red Eléctrica. Con Perú, sin embargo, el equipo de Rajoy está tranquilo. El presidente y Humala se lanzaron todo tipo de parabienes y se definieron como “amigos”.

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Humala es, como la mayoría de los gobernantes latinoamericanos en este momento, un representante de la izquierda. Y pertenece al grupo de dirigentes cercano a Chávez. De hecho en Perú hubo una gran polémica porque Humala fue a La Habana, como otros dirigentes, entre ellos Fernández de Kirchner, a visitar al venezolano en el hospital. Sin embargo, Rajoy está satisfecho porque Perú está dando garantías a las empresas españolas y esta misma semana, después de un año y medio entero de negociaciones, Perú acaba de renovar por 18 años varias licencias de telefonía clave a Telefónica. El Gobierno español cree que está consiguiendo limitar a Argentina los daños de la ola de nacionalizaciones. Y confía en que Perú y otros no le den más disgustos. De hecho, poco después de reunirse con Humala, Rajoy tomó rumbo a Chile, donde participará en la cumbre América Latina y Caribe-Unión Europea y se interesará especialmente en mantener reuniones bilaterales con presidentes latinoamericanos para garantizar que ninguno sigue la estela de la argentina. Cristina Fernández de Kirchner también estará en Santiago de Chile. Aunque España ha suavizado su posición con Argentina y el equipo de Rajoy ha dado síntomas de buscar algún arreglo económico para Repsol, no está previsto ningún encuentro entre ambos.

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