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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La miseria de la razón

Los ministros y gobernantes autonómicos del PP están haciendo una auténtica contrarreforma

Antonio Elorza

En la exposición sobre el grabado español del British Museum, tuve ocasión de contemplar uno que desconocía y que supone un antecedente del capricho El sueño de la razón produce monstruos.

Sentado en una silla y ante una mesa, con el flaco perro a los pies, a Don Quijote se le ponen literalmente los pelos de punta ante los monstruos que volando se aproximan a su cabeza. En primer plano, un fraile grotesco, y al fondo, dos figuras juveniles, que por la corona de ella bien pudieran representar a los Príncipes de Asturias, con los pechos al aire de la joven aludiendo a su condición moral. Salvo el dragón situado bajo el fraile, son monstruos de identificación más inmediata que los del sueño.

Al intentar la lectura de la imagen goyesca, pensé que lo de los pelos de punta reflejaba nuestra situación actual, en espera de reforma universitaria. No hace falta sino repasar la comisión de los “11 sabios”, a punto de consumar un auténtico regreso tecnocrático al pasado. Actitud lógica en algunos de sus miembros, sin duda competentes en sus áreas, pero que arrastran una trayectoria de conservadurismo y autoritarismo acorde con la línea política del ministro Wert y del Gobierno. Viene aquí a cuento el episodio de los debates electorales de 2008 comentados en Telemadrid, donde yo aprecié ventaja de Zapatero, mientras otro participante optaba por Rajoy. Al salir, me dijo: “No tiene remedio. Este Rajoy es un carca de los pies a la cabeza. Más triste que una percebeira de la ría de Pontevedra”. En clave de humor, el retrato es ajustado, pero conviene añadir que ese aire tristón y dubitativo le viene muy bien al presidente para encubrir una acción de gobierno mediante la cual, al amparo de la crisis, sus ministros y gobernantes autonómicos están llevando a cabo una verdadera contrarreforma.

En primer plano del escenario, Gallardón y la sanidad. El primero, con decretos que del regreso de la cadena perpetua a las delirantes tasas y al regresivo proyecto de ley sobre el aborto, muestran un absoluto desprecio hacia una ciudadanía angustiada, así como una mentalidad preconstitucional. De la sanidad pública poco hay que decir: erosión constante. A favor de los recortes, transferencia de un servicio público fundamental a los intereses privados, sin garantía alguna de mejor gestión económica. Culminando la escena del Sueño de la razón, el monstruo se apodera definitivamente de la pluma del ilustrado y la utiliza en beneficio exclusivo de los suyos.

Otro tanto sucede en educación, donde a la sombra de los 11 sabios, de los cuales varios lo son —pensemos en los profesores Garicano o Azcárraga, entre otros—, se anuncia una caricatura del sistema americano, unida a la generalización de la miseria. El PP ya puso la primera piedra de este edificio antes de 2004 con el establecimiento de la ANECA, una Agencia de Evaluación que respondía a su técnica de controlar aspectos fundamentales de la gestión de un servicio público desde un organismo privado, que el Gobierno a su vez controla, utilizando recursos procedentes de lo público. Según ya escribí hace años, como un bumerán, donde se extrae de la universidad una capacidad de análisis y decisión, aparentemente para racionalizar. Luego la misma es entregada a un organismo opaco, con el cual no cabe diálogo alguno —aunque sus decisiones atenten al rigor científico—, y, por tanto, susceptible de manipulación interna, por valiosos que sean sus componentes. En la Inquisición había la posibilidad de actuar contra el delator.

La gobernanza prevista para las universidades públicas sigue esa lógica. Las privadas, aunque sean de los Legionarios de Cristo, no son problema. Para la pública, fuera autonomía. Al parecer, todas las designaciones de órganos de gestión dependerán de los consejos sociales, donde supuestamente residirá la objetividad, es decir, los intereses que el poder público decida priorizar. La reforma de la universidad pública deviene destrucción de la autonomía universitaria, neofranquismo falsamente made in USA, imponiendo la lógica del mercado al profesorado en los términos habituales del PP: despidos que traerán luego la felicidad. El estrangulamiento económico se convierte en agente propiciador del proceso. Nada de una ley de financiación universitaria, como propone entre otros el rector de la UCM, ni contención en la subida de tasas que elimina estudiantes fuera de los happy few y sofoca a los estudios de posgrado. En la visión del ministro Wert, un despotismo no ilustrado intentará hacer de la miseria virtud y progreso en los conocimientos. Imposible tarea. Aunque sin duda rentable.

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