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ALBERTO NÚÑEZ FEIJÓO | Candidato del PP
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

El presidente que sobrevivió a la crisis

Patentó para el PP la austeridad, los recortes y el discurso de la herencia recibida, pero acumuló 70.000 parados más y triplicó la deuda de Galicia

SCIAMARELLA

La proeza de Alberto Núñez Feijóo (Os Peares, 1961) es haber llegado vivo a estas elecciones. Una gesta reservada al puñado de dirigentes europeos que lograron resistir los embates de la crisis sin perderse por el camino. Y eso que los números de su inacabada legislatura no acompañan al sempiterno gestor que con 35 años estaba ya al frente del Insalud por obra y gracia de José Manuel Romay Beccaría, su padrino político de toda la vida. El presidente de la Xunta ha visto engordar las listas del paro en 70.000 personas, hasta las 200.000 para un territorio con 2,8 millones de habitantes. Y a pesar de su interminable letanía que pide “no gastar lo que no se tiene”, la deuda se triplicó desde 2009: suma más de 7.000 millones, sin contar la hipoteca a 20 años que supondrán los hospitales de Pontevedra y Vigo en construcción bajo la fórmula de colaboración público-privada que no computa como déficit pero que pagarán los siguientes cinco Gobiernos.

Sin grandes proyectos con que concurrir a la reelección, Feijóo ha hecho virtud de la necesidad desde antes incluso de llegar al poder. Convirtió en famoso el Audi de su antecesor, el socialista Emilio Pérez Touriño —similar a los de Fraga— pero el mensaje caló, abonado por los primeros zarpazos de la crisis. Así que nada más regresar a la Xunta, Feijóo se apuntó a la austeridad, un concepto que pocos políticos españoles manejaban en 2009.

El primer día junto a su Gabinete presentó los 10 Citroën que inauguraban la nueva era del ahorro. Del plan para adelgazar la Administración que redujo de 14 a 10 las consejerías, los gastos de protocolo, asesores y mandos intermedios, vivió el presidente gallego los primeros meses de su mandato. Tanto que pocos echaron en falta las rebajas de impuestos de su programa y que se perdieron para siempre en el limbo de las promesas electorales olvidadas. Pero la tijera del gasto superfluo pronto se escapó hacia la educación y la sanidad, que sufrieron amputaciones. Los libros de texto dejaron de ser gratis, la tarjeta sanitaria empezó a costar 10 euros y menguó el número de profesores.

De las malas noticias, que fueron muchas y casi todas económicas, apenas tuvo que preocuparse. Culpó de todos los males a la herencia recibida del bipartito que mandó entre 2005 y 2009. Y cuando esa excusa empezó a hacer agua durante el segundo año de mandato patentó la tesis del enemigo exterior: José Luis Rodríguez Zapatero, cuyas políticas, repetía a menudo el presidente gallego, imposibilitaban cualquier signo de recuperación de su comunidad. La estrategia fue amplificada por la televisión autonómica, una especie de espejo de Blancanieves que repite lo que el presidente desea escuchar.

Cuando, pese a todo, la sociedad empezó a responsabilizar a Rajoy, Feijóo convocó elecciones. La otra opción que valoró pasaba por recortar el número de diputados a su gusto para primar el peso electoral de las provincias que más votan al PP. En los mítines ha repetido que las urnas deciden entre él y el caos.

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