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Tribuna
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Moral hazard

El rescate sin castigo (o la zanahoria sin palo) equivale a una licencia para endeudarse sin tasa

Enrique Gil Calvo

Como ya empieza a ser habitual desde que comenzó la crisis, la histeria ha regresado en agosto a los mercados, con alzas y bajas espasmódicas tanto de las Bolsas como de las primas de riesgo. Es la nueva serpiente de verano que tanto contribuye a reanimar la menguante audiencia de los medios informativos. Pero esta vez, el socorrido monstruo del lago Ness ha adoptado la forma del inescrutable Mario Draghi: el oráculo del euro cuya tarea consiste precisamente en domesticar al monstruo de la desconfianza que agita las aguas de la liquidez monetaria. Pues bastaron en un primer momento ciertas palabras suyas, pronunciadas con toda la solemnidad de su cargo, para que la euforia se instalase durante algunos días, ante las grandes expectativas creadas sobre una próxima resolución de la crisis de la deuda soberana.

De ahí que se hablase de palabras mágicas, atribuyéndole a su voz el poder taumatúrgico (o performativo, dicho sea en la jerga de la filosofía del lenguaje) de un “Sésamo, ábrete”. Pero la esperanza solo duró unos pocos telediarios, pues muy poco tiempo después, tras la reunión del BCE el jueves pasado, otra nueva declaración suya, esta vez de sentido aparentemente contrario, cayó como un jarro de agua fría sembrando la confusión, con lo que los mercados se desplomaron descompuestos por el desconcierto y la incertidumbre. Y a la inicial decepción le siguió la inquietud, pues la nueva postura del BCE parecía significar una flagrante contradicción con sus promesas de la semana anterior.

¿Cómo pudo surgir tamaño equívoco? En realidad, las palabras de Draghi una semana antes (“el BCE hará lo necesario para salvar el euro”) fueron mal interpretadas por todos, mercados financieros incluidos, entendiéndose que el BCE se disponía a avalar los bonos españoles e italianos cuya creciente insolvencia amenaza con desestabilizar el euro. Y así se le preguntó en la rueda de prensa del jueves pasado, a lo que el gobernador del BCE respondió: “¿Leyó usted mi discurso? Ahí no dije nada de comprar bonos”. Y a continuación insistió en que su misión es salvar al euro, para lo que hará todo cuanto sea necesario, incluyendo en ese todo el presionar a España e Italia exigiéndoles que soliciten oficialmente el auxilio del Fondo de Rescate. Una petición expresa de rescate que Mariano Rajoy todavía no se atreve a plantear, pero que los mercados le obligarán a solicitar antes o después.

De modo que la decisión de Draghi resulta concluyente: salvar el euro exige condenar a los países deudores al rescate condicional. ¿Cómo desentrañar este acertijo del oráculo de Fráncfort? Lo que parece querer decir es que salvar el euro no pasa por aliviar directamente la deuda española e italiana (mediante su compra por el BCE), sino por condicionarla, haciendo depender dicho alivio futuro del previo cumplimiento de exigencias de ajuste estructural por parte de sus Gobiernos respectivos. Es de nuevo el temible MOU (memorando de contrapartidas) que implicará un nuevo castigo a la población española o italiana (con probables recortes adicionales de sueldos, pensiones y prestaciones), pero que también generará como consecuencia un contraproducente agravamiento de la recesión económica (lo que a su vez elevará el coste de la deuda y hará más difícil de cumplir el objetivo de déficit).

¿Cómo se entiende que para salvar el euro haya que castigar al Sur (primero Grecia y Portugal, ahora España e Italia)? ¿Significa esto la imposición punitiva de una especie de merecida penitencia, como justo castigo a nuestras desviaciones económicas del pasado? Algo de esto podría haber, dado el fundamentalismo luterano que predomina en el Bundesbank, y que desde ahí se impone al BCE. Pero sin duda también hay algo más. El motivo principal que lo explica es el deseo no de castigar las evidentes desviaciones pretéritas, sino de prevenir los posibles desvíos futuros (más que probables, a la luz de la experiencia anterior). Es lo que se conoce como teoría del riesgo moral (moral hazard):la versión económica de los problemas de acción colectiva que los sociólogos englobamos bajo el concepto de dilema del gorrón o parásito (free rider). Un dilema que solo puede resolverse conjugando las zanahorias (incentivos positivos) con los palos (incentivos negativos).

En suma, el rescate sin castigo (o la zanahoria sin palo) equivale a una licencia para endeudarse sin tasa, lo que estimula al país gratuitamente rescatado a volver a asumir nuevos riesgos de mayor insolvencia futura. Y el mejor modo de evitarlo es el de advertir que todo rescate tendrá un precio (o sea que quien quiera zanahorias tendrá que estar dispuesto a cobrar muchos palos). Es la estricta disciplina luterana según el método de La cinta blanca (M. Haneke, 2009), como forma de aprender a gobernarse con rigor y solvencia: la letra con sangre entra.

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