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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La vida es así

Es perfectamente posible que CiU capitalice el rescate por la vía de la adhesión al pacto fiscal

Josep Ramoneda

En medio del gran embrollo financiero estalla el Estado de las autonomías. Un enorme problema político que se suma a las angustias de un país sin crédito ni confianza. “La vida es así”, repite Montoro en sus discursos. “Así es la vida”, dijo Mas-Colell en la BBC, dramático fatalismo de los responsables de las finanzas públicas, que agrava la sensación de impotencia de la política. El barco está sin rumbo en medio del oleaje y parece como si no quedara otro remedio que implorar a los dioses para que ordenen que vuelva la calma. Y estamos en el siglo XXI. Con esta moral, los políticos actúan miméticamente. Rajoy pide el rescate bancario a Europa y gasta las energías en el inútil ejercicio de hacer creer a los ciudadanos que es un crédito sin condiciones. El memorándum cae sobre España como las tablas de la ley a las pocas horas. Ahora es el Gobierno catalán el que pide dinero a España y dice que no es rescate sino crédito ICO sin condiciones, cuando todo el mundo sabe que las finanzas de la Generalitat quedarán bajo tutela. Debates inútiles, porque la experiencia no engaña: quien da dinero determina las condiciones.

Y, sin embargo, el regateo eufemístico, aunque sea inútil —la expresión rescate de Cataluña ya se ha impuesto en todos los medios— tiene su razón de ser. Un rescate —las palabras tienen aura— contiene una inevitable dimensión de sumisión y de humillación. Y que un país donde la aspiración por la independencia ha crecido de modo galopante en los últimos años tenga que pedir el rescate no es neutro ni puede ser despachado como algo estrictamente técnico. Es una herida que requiere bálsamo político.

Cada vez hay más indicios de que no tardará en caer una nueva exigencia de Europa: la reforma constitucional del Estado de las autonomías

La coincidencia con la aprobación por parte del Parlamento catalán de la petición de pacto fiscal tensa más todavía la situación. Es el bálsamo al que se agarra CiU. En la actual situación de descrédito de España, se dice estos días, es una frivolidad introducir un factor de confrontación y división que generará más confusión en el exterior. Pero en Cataluña hay una conciencia muy extendida de que la financiación autonómica es injusta con los catalanes. De modo que el anuncio del rescate viene a reforzar ante la opinión pública catalana la idea de que el pacto fiscal es absolutamente imprescindible. Dicho de otra manera, aunque un rescate siempre tiene algo de fracaso, es perfectamente posible que CiU lo capitalice por la vía de la adhesión mayoritaria al pacto fiscal. En cualquier caso, el rescate de Cataluña puede dar una experiencia interesante desde el punto de vista de la psicología colectiva. ¿Qué pesará más: la depresión fruto de cierto fatalismo ambiente o la voluntad de rebelarse contra un modelo de Estado que limita las potencialidades del país?

Por mucho que la crisis económica acapare todas las prioridades, la oleada de rescates en cadena pone en evidencia la crisis estructural del Estado autonómico. No hay duda de que es una cuestión política muy inflamable. Pero forma parte de los problemas que hay que afrontar dentro de una estrategia seria de salida de la crisis. La prueba de ello es que cada vez hay más indicios de que no tardará en caer una nueva exigencia de Europa: la reforma constitucional del Estado de las autonomías. ¿Por qué no anticiparse antes de que impongan los cambios desde fuera? Probablemente, hay dos razones: la comprensible pereza de entrar en un debate tan áspero y complicado en estos momentos, pero, sobre todo, la fundada sospecha de que una reforma autonómica impuesta como acompañamiento del rescate iría en la dirección contraria de lo que quiere Cataluña. Gasolina para el rodillo centralizador.

Rescate y soberanismo parecen una contradicción en los términos. Sin embargo, el rescate puede tener un efecto de realimentación del soberanismo
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Por eso es razonable que el Gobierno y el Parlamento catalán se atrincheren en el pacto fiscal. Es la manera de ofrecer a la ciudadanía un banderín de enganche, en medio del lodazal de una situación económica desesperada. Rescate y soberanismo parecen una contradicción en los términos. Sin embargo, el rescate puede tener un efecto de realimentación del soberanismo, que aumentará cuando Madrid pronuncie el “No” al pacto fiscal y la brecha entre Cataluña y España se agrande. El Gobierno de Artur Mas necesita mantener la ilusión de los suyos. El pacto fiscal es una expectativa para sobrevivir al fatalismo de la canción preferida de los responsables de la Hacienda pública: “La vida es así”. Y a la humillación de haber sido el primero de la clase en los recortes, sin que haya servido para nada. “La austeridad está matando al paciente”, ha dicho Mas-Colell.

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