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Tribuna
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Adiós, maestro

Peces-Barba ha sido una conciencia iluminada de nuestro país, un referente, en defensa siempre de los derechos y de la igual dignidad de todas las personas.

Gregorio Peces-Barba
Gregorio Peces-BarbaAlvaro García

La biografía política y académica de Gregorio Peces-Barba es sin duda excepcional. Protagonista muy principal de la Transición, ponente constitucional o padre de la Constitución en expresión más solemne y simbólica, primer Presidente socialista del Congreso de los Diputados desde Julián Besteiro, abogado en sus primeros tiempos como jurista desde mediados de los 60, Rector de la Universidad Carlos III de Madrid desde su fundación en 1989 hasta 2007, Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo, entre otras responsabilidades públicas e institucionales, Gregorio Peces-Barba combinó como pocos la acción política en primera línea y la academia (la enseñanza y la investigación). En todas sus facetas, los derechos humanos han estado presentes. Primero en su defensa práctica ante el Tribunal de Orden Público, en plena dictadura franquista, con todo en contra, con singular valor por su combate jurídico contra la pena de muerte y la práctica de la tortura. Después como constituyente, hacedor directo del Título Preliminar y del conjunto de la parte dogmática de la Constitución, con los derechos fundamentales como núcleo duro. También en su perfil académico, impulsando los primeros institutos de derechos humanos en la Universidad española, reforzando los planes de estudio con su presencia, también en relación con la malentendida y vilipendiada asignatura de Educación para la ciudadanía, o favoreciendo los derechos de las víctimas del terrorismo, o con proyectos señeros y emblemáticos de prestigio como La historia de los derechos humanos o el Consolider, el tiempo de los derechos. Incluso la Fundación Gregorio Peces-Barba se define en torno a los derechos humanos: para su estudio, promoción y divulgación.

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Gregorio Peces-Barba, político, jurista, profesor, ciudadano, una de las grandes personalidades de la democracia española. Es verdad que si se le preguntaba a él, se veía sobre todo como un profesor, Catedrático de Filosofía del Derecho hasta su jubilación en la Universidad Carlos III. Siempre un profesor. Cercano y carismático, intuitivo y elocuente, con muchísima capacidad pedagógica, muy querido y valorado por los estudiantes, de los que formó a generaciones. Un profesor a la vieja usanza, sin necesidad de las nuevas tecnologías, que cultivaba permanentemente a los clásicos, con un estilo irrepetible, oral y directo, laico e irónico, con un sentido del humor socarrón y a veces negro que mantuvo hasta el final, un poco arbitrario, preocupado siempre por sus estudiantes y discípulos, por los acontecimientos sociales y políticos en el mundo y muy especialmente de nuestra España, la que reconocía orgullosamente como su nación, casi de una forma carnal, como una identidad profunda, pero a la vez sin sectarismo, combatiendo por igual a los separadores y a los separatistas. Alguna broma no se le entendió porque siguió a Woody Allen en aquello de que la comedia es tragedia más el paso del tiempo.

Intelectual comprometido en la acepción que da su amigo Elías Díaz a la expresión, devorado por la pasión de convencer, de persuadir, con un voluntarismo incansable, con un gran cabeza y mejor corazón, de costumbres austeras salvo en el fumar y en el comer, con la autenticidad que da la lucidez, enemigo de la impostura, siempre estuvo dispuesto a opinar sobre los asuntos de interés general y a participar en su mejor solución. Nunca sintió la angustia o el vértigo de la página en blanco. Escritor compulsivo, rápido, con ideas rotundas, complejas y compuestas, que sabía explicar con sencillez y que trasladaba al papel siempre con la pluma, arrastrándola, directamente, sin los artificios y la mediación del ordenador.

No estamos por tanto con Gregorio Peces-Barba ante un político culto o cultivado sin más, ni ante un profesor que investiga de forma autista al margen de la cosa pública, sino ante un profesor universitario de vocación que ha hecho política durante un tiempo (no escaso) al más alto nivel, que siempre entendió el regreso a la Universidad como “la vuelta a casa” y que ha contribuido a conformar la opinión pública de nuestro país y a divulgar la cultura de los derechos humanos de una forma extraordinaria, constante y machacona durante décadas, a través de sus libros, innumerables conferencias y sus artículos, científicos y en prensa periódica.

En cierto sentido, Peces-Barba ha sido una conciencia iluminada de nuestro país, un referente, en defensa siempre de los derechos y de la igual dignidad de todas las personas. Sin cegar, dotando de grandeza a la sencillez, evitando la negación y el fatalismo como actitud pedante o cínica de muchos intelectuales y asumiendo la adhesión, sin complejos, cuando era necesario. “Rechazo al intelectual soberbio y desdeñoso que no se digna ocuparse de los demás y que vuelve al desierto. En España hemos tenido muchos de esos modelos y la tentación ha sido destruir o huir, cuando creo que construir es una exigencia moral. No debe quedar por nosotros nada sin hacer. Sólo la vida humana trasciende a la muerte cuando es capaz de soñar un futuro mejor”, escribió en su España civil, su gran libro sobre la mejor utopía española.

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Fue un gran un socialdemócrata, militante heterodoxo del PSOE disciplinado y libre a la vez, pero siempre fiel

Políticamente, Peces-Barba fue un gran un socialdemócrata, militante heterodoxo del PSOE desde principios de los 70, disciplinado y libre a la vez, pero siempre fiel, por raíces familiares, por convicción y por sentimiento. Heredero del pensamiento de Kant y de la Ilustración en general, en particular de la francesa, creía en el progreso social y político y defendía frente a las fes militantes un sano relativismo a la sombra de Montesquieu. “Hasta la virtud debe tener sus límites”, solía decirnos. Confiaba en la democracia parlamentaria, en el diálogo, en la deliberación y en el consenso político (principios de las mayorías y de la negociación) como instrumentos para establecer unas normas de convivencia justas, en paz y en libertad, para una sociedad de hombres libres e iguales en el marco de lo que llamaba la ética pública de la modernidad. Su optimismo empecinado está detrás de estos impulsos y convicciones. Es un optimismo sobre el ser humano que conduce a una visión cultural de la política, de los derechos y de la Constitución.

En su expresión básica, estamos al final, en este Croquis de mémoire de Gregorio Peces-Barba que hago como puedo, sin muchas fuerzas, ante un maestro de la Filosofía del Derecho y, muy especialmente, de los derechos humanos con no pocos discípulos, entre los que me encuentro orgullosamente, presentes hoy en muchas universidades españolas.

A Gregorio Peces-Barba, sus discípulos le queríamos y le admirábamos, y muchísimos ciudadanos también. Nunca te olvidaremos Gregorio. Descansa en paz, querido maestro.

José Manuel Rodríguez-Uribes es profesor titular de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III y fue jefe de gabinete de Gregorio Peces-Barba y Director de su Oficina en el Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo.

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