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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Ecuador?

Rajoy sabe que Zapatero se hundió por someterse al dictado del directorio europeo

Enrique Gil Calvo

Cunde la percepción de que la semana pasada podría haberse cruzado el ecuador de la crisis de la deuda soberana denominada en euros, como los mercados creyeron intuir al hacer descender más de un punto porcentual (110 puntos básicos) la prima de riesgo del bono español. Pero claro, como los mercados últimamente están siempre histéricos, esto podría deberse a un fugaz espejismo, sin que puedan descartarse nuevos repuntes de nuestro riesgo soberano. Todo dependerá de lo que pase esta misma semana con la reunión en la cumbre del Consejo Europeo, que debería confirmar los presuntos avances acaecidos en la anterior. Unos avances por lo demás completamente enigmáticos, pues no sabemos en realidad cuáles serán las consecuencias últimas de todo lo que pasó. Veamos los puntos más incisivos.

Ante todo, los electores helenos optaron por darle la mayoría al mismo partido conservador que había creado la crisis griega incumpliendo sus responsabilidades y falsificando las cuentas. Algo que fue recibido con mal disimulado alivio por el resto de europeos, dado que cualquier otro resultado electoral hubiera creado una gran incertidumbre agravando la crisis del euro y amenazando con hacer estallar la moneda única. Lo cual implica una hipócrita falacia, pues si bien ese resultado nos resultaba beneficioso a los demás en términos económicos, desde la óptica del civismo y la ética significó un auténtico desastre moral, por cuanto implicaba el triunfo definitivo de la política del amedrentamiento. Sencillamente, los griegos se dejaron intimidar por las mal disimuladas amenazas del directorio europeo, renunciando a la resistencia para refugiarse en la resignación y el sometimiento.

Pero por una vez, esto confirma el aforismo de que no hay mal que por bien no venga. Pues superada la encrucijada griega, se ha iniciado un aparente cambio de rumbo en la deriva de la crisis sistémica. Primero fue la cumbre del G-20 en Los Cabos (México), donde la canciller Merkel se quedó sola defendiendo su porfiada insistencia en el trágico error de la austeridad fiscal, pues todos los actores de la cumbre, desde Obama hasta los poderosos países emergentes, le insistieron en la necesidad acuciante de cambiar de estrategia. Y aunque de momento la canciller no pareció darse por aludida,sin embargo algo debió cambiar en ella. Pues en efecto al final de la semana, en la cumbre informal de Roma entre los cuatro grandes de la eurozona, Merkel vino a dar su brazo a torcer, aceptando supeditar la austeridad fiscal a la prioritaria recuperación del crecimiento. ¡Ya era hora! Aunque veremos si es verdad, pues dada la experiencia previa, tampoco sería extraño que pese a todo prosiga imponiendo su rigor mortis a los demás. ¿Qué ha pasado para que Berlín acepte cambiar de estrategia? Hay varias razones, entre las que destacan las condiciones impuestas por el SPD en el Bundestag y la amenaza de una próxima caída en el crecimiento alemán. De ahí que Merkel aprovechase el resultado electoral griego para escenificar su giro político sin perder la cara.

Y entretanto prosigue el arriesgado pulso que el presidente Rajoy le ha echado al directorio europeo, tras solicitar formalmente una línea de crédito blando para rescatar a la banca española insolvente. Aquí las espadas siguen en alto en el mismo punto en que quedaron hace dos semanas, cuando Rajoy alardeó de que había presionado con éxito para obtener unas condiciones de préstamo extraordinariamente favorables. Se recordará que (como expuse aquí entonces) la jugada se planteó como una artimaña legal, canalizando el rescate a través del FROB para que formalmente fuese un crédito al Estado español pero en la práctica recayese sobre los bancos sin afectar el déficit ni a la deuda pública. Pues bien, ahora sabemos que Merkel no se dejó engañar por la trampa de Rajoy, pues sigue insistiendo en que el rescate vaya al Estado en vez de a la banca, como recordó el viernes de nuevo en Roma. Y su argumento es que debe ser el Estado español, y no Bruselas, quien se responsabilice de controlar a los bancos rescatados. ¡Bienvenida sea esa profesión de fe liberal en la regulación estatal!

Pero Rajoy sigue dando largas, porfiando en su pulso contra Merkel sin descubrir las cartas con que juega. ¿A qué se debe esta arriesgada apuesta de Rajoy? ¿Solo al trasnochado orgullo del hidalgo español, como cree el estereotipo de la prensa foránea? No, se trata de una apuesta política. Rajoy sabe que Zapatero se hundió por someterse mansamente al dictado del directorio europeo (subida del IVA y bajada del sueldo a los funcionarios). Y Rajoy quiere escenificar que es capaz de resistir la presión de Merkel y Bruselas. ¿Lo logrará? ¿Estamos también a punto de cruzar el ecuador de la crisis española?

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