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El salto de Rajoy a primera fila

El jefe del Gobierno acaba con una foto clave una semana de examen internacional En siete días ha tenido más citas con líderes mundiales que en ocho años

Carlos E. Cué

En sus ocho años como líder de la oposición, Mariano Rajoy no viajó ni una sola vez a EE UU. Organizó solo dos fugaces saltos a Argentina y Colombia. Visitó poquísimos países europeos. Y hasta se perdió varias citas del Partido Popular Europeo (PPE) en Bruselas. El pragmático y poco viajero Rajoy —sigue con problemas de idiomas aunque está mejorando su inglés— entendía que su trabajo era otro. Llevó al extremo el famoso “menos Siria y más Soria” que un día aconsejó Jesús Posada a Aznar. Se concentró en España, en Andalucía y Cataluña, en ganar las elecciones. Dejó lo otro para más adelante.

Pero lo otro ha llegado de golpe. España, para desolación del presidente, está en el centro de las preocupaciones del planeta. Y en una sola semana, la que acaba ahora, Rajoy ha concentrado más citas internacionales que en ocho años. Ha dado un precipitado salto a la primera fila, que culminó el viernes con la cita con los líderes de Alemania, Francia e Italia en Roma. El presidente acaba la semana satisfecho, convencido de haber salido bien. Y eso que empezó bastante mal.

Rajoy llegó el domingo a Los Cabos (México) para participar en su primer G-20. Era un estreno muy complicado: España está en boca de todos, y no para bien. Al llegar a su hotel de lujo se mostró eufórico: “Lo de Grecia es una buena noticia para España y para el euro”. Pero las cosas empezarían a torcerse enseguida. La prima de riesgo llegó casi a los 600 puntos y la Bolsa se desplomó. La “buena noticia” no había funcionado. Las dudas sobre el rescate bancario español pesaban más.

En Los Cabos las cosas tampoco iban bien. Una tras otra se complicaban todas las citas bilaterales que Rajoy tenía previstas: con el presidente chino, Hu Jintao; con el ruso, Vladimir Putin, y la brasileña, Dilma Rousseff. El presidente pasó toda la mañana en su habitación analizando con Jorge Moragas, Álvaro Nadal y Luis de Guindos un día durísimo. Pero no logró ninguna cita. Guindos sí se vio con Christine Lagarde. En su mismo hotel Mario Monti organizaba varias reuniones bilaterales y Rousseff se veía con Cristina Fernández, presidenta de Argentina y enemiga de Rajoy, mientras le dejaba a él para más adelante. Merkel tampoco perdía el tiempo y se veía a solas con Obama.

Al final empezó la cumbre el lunes por la tarde con la lista de citas a cero. Pero, poco a poco, la semana se fue enderezando. El G-20 en vez de una encerrona para España lo fue para Merkel. Todos, sobre todo Obama y el FMI, pero también países emergentes, desde India hasta Argentina, le exigía un giro para no frenar la economía mundial. Rajoy logró el martes algunas bilaterales: Brasil y China, aunque se cayó Rusia. Además, la foto con Obama, Merkel, Hollande, Monti y Cameron le colocaba en primera división.

Rajoy salió a toda prisa de Los Cabos para realizar un extraño viaje a Brasil en busca de inversores, sin mucho contenido político y que tenía un objetivo claro: lograr, a cambio de su presencia en la cumbre de desarrollo sostenible Rio+20, que Dilma Rousseff vaya a la cumbre iberoamericana de Cádiz a finales de año, que corre el riesgo de ser un fracaso si fallan muchos líderes.

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Y después llegó Roma, el momento cumbre, con la prima de riesgo al fin por debajo de los 500 y una foto para la historia con los tres grandes del euro. Acabó bien, y eso que todo está saliendo al revés en sus planes. Rajoy apostó desde el primer día en La Moncloa por ser el socio más aplicado de Angela Merkel y su apuesta por la austeridad. Chocó casi desde el primer minuto con el italiano Mario Monti, un tecnócrata que representa todo lo que él no tiene: contactos internacionales, conocimientos económicos profundos, perfil internacional propio, y a la vez carece de lo que Rajoy más presume: una mayoría absoluta clara, un mandato de las urnas, el voto democrático.

“A Monti le quedan unos meses, no cuenta, Rajoy es de largo recorrido”, decían los suyos con displicencia. En Francia apostó por Sarkozy. Ahora el pragmático presidente cambia sin inmutarse y se apunta al carro Hollande-Monti. Tanto que en el G-20 lanzó un inédito y tajante desmentido público de las palabras de Merkel. Su aliada ya no le vale, y se enfrenta a ella. El resultado de la nueva estrategia se verá en la cumbre en Bruselas.

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