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Las consecuencias de la crisis

Rajoy no busca culpables en Bankia

El presidente descarta comparecencias de los gestores del banco en el Congreso Varios barones del PP piden ante la prensa explicaciones, pero callan ante el líder

Carlos E. Cué
Mariano Rajoy, durante su comparecencia en la sede del PP.
Mariano Rajoy, durante su comparecencia en la sede del PP.GORKA LEJARCEGI

Era una rueda de prensa muy especial. La primera de verdad en España desde que está en La Moncloa. La única en la que no tenía a otro presidente al lado y se limitaban las preguntas. Esta vez concedió 20 —solo una por periodista— en 40 minutos. Su tendencia al silencio —cada vez menor— ha provocado un absurdo: al principio la noticia fue que concediera una rueda, y no lo que iba a decir. Mariano Rajoy sabe que su imagen se deteriora cada día. En la reunión del Comité Ejecutivo del PP admitió los problemas de comunicación del Gobierno y decidió salir él, y no Dolores de Cospedal como estaba previsto.

Y sin embargo, entre esa preparación minuciosa de su equipo, que incluía una densa documentación —llevaba un enorme bloque de papeles—, el presidente del Gobierno no tenía aparentemente nada previsto para contestar a una pregunta básica: ¿Alguien va a pagar o asumir responsabilidades por el escándalo de Bankia?

Es el asunto central de las últimas semanas, pero mucho más desde que se supo que el agujero de la entidad va a costar al menos 23.500 millones de euros de dinero público. Y es una decisión política. Rajoy tiene en su mano que los nombres clave de la historia reciente de Bankia, en especial Miguel Blesa, José Luis Olivas y Rodrigo Rato, se vean obligados a explicar su gestión. Que comparezcan ante el Congreso, den la cara y se conviertan rápidamente en el objetivo de la ira de los ciudadanos, como ha sucedido con los gestores de la CAM y otros.

Pero Rajoy no tiene intención de hacer como otros países, sobre todo EE UU, en los que los responsables de los principales bancos intervenidos —y de los no intervenidos— han desfilado por el Congreso, obligados a contestar a preguntas difíciles. No lo hará. Al menos no de momento. Lo dejó muy claro, a su manera, al evitar contestar cuando se le preguntaba por esas responsabilidades.

Rajoy pertenece a una cultura política distinta de la que llevó ayer mismo, por ejemplo, al ex primer ministro Tony Blair a comparecer ante el Parlamento para explicar su papel en el escándalo del caso Murdoch. El presidente descartó una comisión de investigación y dijo que, como mucho, con Bankia se haría lo mismo que con Caja Castilla La Mancha, una comparecencia a puerta cerrada del subgobernador del Banco de España en la subcomisión del FROB. En coherencia con él, el PP de Madrid impidió ayer una comisión de investigación sobre Bankia en la Asamblea autónoma.

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A Rajoy le gusta la política de despacho. Él cree en la idea de resolver las cosas sin “radiar” los pasos que va dando, según suele comentar. Tal vez por eso no dice nada sobre los responsables. Como si el escándalo de Bankia fuera una fatalidad, una mala suerte sin culpables. La versión oficial, que el presidente obvió ayer pero explican en su entorno, señala que abrir ahora un proceso de investigación sobre la gestión de Bankia deterioraría aún más la imagen del sistema financiero español. Si hay que hacer una investigación, señalan, llegará cuando la cotización de Bankia se estabilice y todo esté más tranquilo.

La versión oficiosa de varios dirigentes señala que Rajoy, agobiado por la prima de riesgo, quiere concentrarse en sus negociaciones en Europa y no tiene ningún interés en abrir una guerra en el PP. Rato, explican, sigue siendo una persona muy querida y con apoyos en el partido. Blesa es íntimo de José María Aznar. Olivas fue presidente de la Generalitat valenciana y presidente de Bancaja desde 2003, lo que le confiere muchos apoyos. Ir contra ellos es sin duda arriesgado, señalan.

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“Rajoy no quiere más problemas de los imprescindibles”, analiza un dirigente. El presidente es un hombre de partido —para sorpresa de todos, la única rueda de prensa completa no fue en La Moncloa, sino en Génova 13— y ha logrado que de momento no haya ni un atisbo de crítica interna pese a que la situación se complica cada día y ni siquiera el Gobierno niega que se han cometido errores importantes.

Ayer hubo una prueba más de ese bloque monolítico que es el PP. Antes de entrar, algunos barones como José Antonio Monago o Alberto Fabra señalaron a los periodistas que era necesario dar explicaciones detalladas a la sociedad sobre lo que ha pasado en Bankia. Pero dentro, en la reunión, Rajoy despachó el asunto en un minuto, no citó a Rato —parece un tabú— y cuando acabó de hablar, nadie se animó a pedirle esas explicaciones.

Solo habló Mercedes Fernández, que sí exigió información sobre las ayudas al carbón con tono duro. Rajoy la despachó: “Ese asunto se puede resolver en privado”. Y a otra cosa.

El PP tiene que tomar hoy una decisión. Se vota la petición de comparecencia de Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España. Lo más probable es que se vote sí, aunque no está claro si realmente acudirá al Congreso. Basta con dejar pasar un poco de tiempo —una especialidad en las Cortes— y su mandato decaerá en julio. De hecho, algunos incluso plantean que Fernández Ordóñez podría dimitir antes de tiempo. Con lo cual no solo ninguno de los gestores habrá acudido al Congreso, ni ofrecido siquiera una rueda de prensa como la de Rajoy de ayer. Tampoco lo haría el principal responsable de la inspección. El escándalo de Bankia caería así en el silencio de la política de despacho.

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