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Rajoy ya solo confía en la ayuda de Europa

La prima supera los 500 puntos en una nueva jornada de histeria por Grecia El presidente del Gobierno dice que España hace los deberes y pide a la UE que apoye al euro

Carlos E. Cué
Cristóbal Montoro y Mariano Rajoy, ayer en el Congreso de los Diputados.
Cristóbal Montoro y Mariano Rajoy, ayer en el Congreso de los Diputados.CLAUDIO ÁLVAREZ

El dominó ha arrancado y parece imparable. Grecia arrastra a España. Europa mira a Madrid, la otra gran preocupación mundial, y España mira a Europa pidiendo ayuda. Mariano Rajoy surca una ola de miedo, a ratos histeria. Pero hace todo lo posible para que no se note. Y en eso, en aparentar normalidad, es un auténtico especialista. Aunque a su alrededor, todo son noticias pésimas.

Después de 48 horas desaparecido para el gran público, Rajoy llegó al Congreso a las nueve de la mañana con un desayuno difícil de digerir: la prima de riesgo por encima de los 500 puntos, en 507. Una cifra desconocida incluso en la peor etapa de José Luis Rodríguez Zapatero. Un récord absoluto que dispara todos los rumores de rescate. El Gobierno insiste en desmentirlos con un argumento clave: no hay dinero suficiente para intervenir España.

La tensión crece porque alrededor de 500 —a última hora del día la prima de riesgo se recuperó y bajó a 482— se intervino Grecia, Irlanda o Portugal, y cayó en Italia el Gobierno de Silvio Berlusconi. Una cifra insostenible, según el propio Ejecutivo. Claro que ya lo eran los 300, y los 400.

Lo más preocupante para el Ejecutivo es que, lejos de mejorar, la situación ha empeorado cinco meses después del cambio de Gobierno. Grecia sigue siendo el gran problema. Y este miércoles fue solo el primer día de un larguísimo mes, hasta las próximas elecciones en Atenas, convocadas ya para el 17 de junio. El mercado se cebó con España, y en la propia Grecia se teme ya el colapso bancario. El banco central heleno lanzó la alarma y anunció que en un solo día, el lunes, salieron 800 millones de euros de sus entidades. El temor a un corralito al estilo argentino se ha instalado allí. Toda Europa tiembla por el efecto en cadena de este pequeño país al que nadie, al menos oficialmente, quiere ver fuera del euro. Tampoco Rajoy, según dijo este miércoles.

¿Y en España? El ministro Cristóbal Montoro, ante la tensión creciente también en las oficinas de los bancos españoles, se vio obligado a desmentir tajantemente la posibilidad de un corralito. “Es materialmente imposible”, insistió. La situación es de tal histeria que Montoro tuvo que contestar a una especulación poco argumentada en el blog del premio Nobel Paul Krugman. La sola mención del corralito desata todas las especulaciones. Y la Bolsa española, como otras europeas, se hundió de nuevo y cerró en 6.611 puntos, una nueva caída del 1,33%.

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¿Y Rajoy? Según todas las fuentes consultadas, hay dos presidentes. Uno, en público, aparenta que no pasa nada y rechaza pedir una comparecencia en el Congreso para explicar la situación. Ni siquiera cuenta con quién habla. Todo es secreto. Pero el otro Rajoy, el del despacho, dicen los suyos, habla sin parar y a todas horas con dirigentes europeos y españoles y banqueros. A todos les traslada el mismo mensaje: España ha cumplido exactamente todo lo que se le ha pedido, incluso con la nacionalización de Bankia, que siguió lo reclamado por el FMI y el BCE. Ha recortado todo lo recortable. Y ahora espera la ayuda, sobre todo del BCE.

Rajoy está cada día más descolocado. Perplejo. No entiende, explican los suyos, por qué unas medidas que él mismo considera durísimas —sobre todo los recortes en sanidad y educación o la reforma laboral— no aplacan a los mercados. El Gobierno está cada vez más frustrado. Comprueba que los viernes anuncia medidas duras, impopulares, se lleva todo el coste político, obedece las peticiones de la UE, y sin embargo los lunes los mercados vuelven a dar un nuevo golpe. Nada funciona.

Por eso ayer el presidente, en su estilo siempre indirecto, lanzó un mensaje en los pasillos del Congreso. La idea la repitieron después, en privado, muchos miembros del Ejecutivo, y se resume así: España ha hecho los deberes, solo queda que la UE actúe y la salve.

Rajoy lo dijo a su manera: “Creo que el debate entre austeridad y crecimiento que hay ahora en Europa tiene bastante poco sentido, porque una cosa es compatible con la otra. Hay una tercera de la que nadie habla: austeridad sí, crecimiento también, pero me gustaría además que hubiera un mensaje claro y contundente sobre el proyecto del euro y la sostenibilidad de la deuda pública de todos los países europeos”. “Que cada país haga sus deberes, España lo está haciendo, Italia lo está intentando, pero la prioridad hoy es la sostenibilidad de la deuda de los países”.

De nuevo, dos Rajoy: en privado no para de hacer gestiones para reclamar ayuda, en público se niega a confesarlo: “Yo no voy a pedir nada, hacer declaraciones pidiendo cosas no tiene sentido. Pero el euro debe ser reforzado”. Como Zapatero en el peor momento de la crisis, Rajoy y los suyos ven los ataques a España como una consecuencia de la crisis griega y un ataque al euro, y no como un gesto de desconfianza a su Gobierno. Rajoy ya apenas utiliza esa palabra, eje de su campaña. No es una técnica exclusiva del Gobierno español. El italiano también apela a factores exteriores —ahora Grecia, antes España— para justificar los ataques de los mercados.

Rajoy, a diferencia del italiano Mario Monti, no es un tecnócrata. Quiere seguir su carrera política. Y sabe que en este momento se la juega toda a una carta: lograr que España no sea intervenida. Este miércoles lo volvió a descartar. Sin aclarar si ha hablado en las últimas 48 horas con Merkel, dijo que no está encima de la mesa ni un rescate ni ningún tipo de ayuda —se especula con una inyección de dinero del Fondo de Rescate a los bancos españoles—. “No se ha hablado absolutamente de nada de eso y yo hablo con los principales dirigentes europeos casi todas las semanas”, contestó el presidente. Efectivamente, nadie en público se anima a hablar del rescate a España. Pero en privado en Bruselas se admite que los mecanismos están preparados y España solo tiene que pedirlo.

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En los alrededores del Gobierno, esto es, entre dirigentes del PP y veteranos diputados, se critica mucho al Ejecutivo, su forma de contar las cosas, sus tiempos, su funcionamiento interno, con la ausencia de una vicepresidencia económica. Pero en los ministros no se ve esa autocrítica y apuntan a otro lado: es Europa la que está fallando, dicen, no España.

Los ministros españoles no entienden por qué la UE no hace más. “Ningún país de Europa, ni del mundo, está haciendo las reformas que se hacen en España. El problema de Europa no es España, es Europa”, señala uno de ellos. “Son días difíciles, el Gobierno francés acaba de llegar, el holandés está dimitido, en Grecia no existe, Merkel acaba de llevarse un varapalo electoral, pero Europa encontrará la salida”, sentencia otro.

De hecho, este miércoles la canciller destituyó a su ministro de Medio Ambiente, Norbert Röttgen, peso pesado de su partido y responsable de esa sonora derrota en Renania del Norte-Westfalia.

“El BCE no dejará que se llegue a una intervención. Tiene mecanismos para evitarla. No le interesa a nadie en Europa”, sentencia otro ministro. En público, Montoro lanzó un mensaje similar, incluso más duro: “No podemos aceptar que determinadas instituciones europeas se refieran a veces a España con un tono despectivo. Ya está bien. Cuando un país está haciendo lo que hay que hacer para recuperar la credibilidad del país y del euro merece un respeto”. El Gobierno español parece dolido con la UE. Y Bruselas está en otras batallas.

El presidente, mientras, insiste en lanzar la idea de que él solo puede con todo. Ayer incluso evitó el guante de un gran pacto que le lanzó el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba. Pese a la escalada, no ha habido ni siquiera una llamada entre ambos dirigentes en todas estas semanas. Rajoy está concentrado en Europa y nada más parece interesarle. Quiere transmitir normalidad, pero le falló el subconsciente cuando, al contestar a Rubalcaba, admitió que todo lo que está haciendo es para “salir del pozo”, un término descarnado, improvisado, que da idea de la preocupación que se vive en La Moncloa.

La tensión es difícil de ocultar. Rajoy salió disparado del hemiciclo en cuanto terminó su última pregunta, y no escuchó a su vicepresidenta, al contrario de lo que es habitual. Una llamada importante le esperaba en la zona de Gobierno del Congreso. Sin embargo, La Moncloa explicó que no era Angela Merkel, ni François Hollande, como se especulaba, sino un ministro de su propio Gobierno —posiblemente Luis de Guindos, que estaba en Londres visitando a inversores y al Financial Times e intentando calmar al mundo financiero—.

Rajoy espera así que la UE haga su trabajo. Y mientras, quiere seguir dando mensajes. El que más le interesa es el de que controla a las autonomías. El Consejo de Política Fiscal de hoy es clave. Montoro cree que la mayoría de las comunidades cumplirán. A las que no lo hagan, se les darán otros 15 días. Y después, amenaza con la intervención. La misma que sigue encima de la cabeza del propio Gobierno español. Y de la que nadie quiere hablar.

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