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Tras los colmillos del elefante

Las grandes fortunas acuden a safaris en Botsuana para conseguir los trofeos más preciados

El rey Juan Carlos (d) posa con otro cazador delante de un elefante abatido en Botsuana en 2006, en una fotografía publicada por la web de la compañía Rann Safaris.
El rey Juan Carlos (d) posa con otro cazador delante de un elefante abatido en Botsuana en 2006, en una fotografía publicada por la web de la compañía Rann Safaris.

Los datos biográficos de Johan Calitz (Pretoria, 1956) publicados en la página web de su compañía de safaris dicen que “disparó a su primer elefante a la tierna edad de 14 años”. Corría el año 1970. Calitz probó luego suerte con la agricultura, pero su afición a la caza le llevó a convertirse dos décadas más tarde en un cazador profesional con una de las empresas más importantes del sector. Gestiona casi un millón de hectáreas de terreno de caza en Botsuana y sus lujosos campamentos ofrecen todo tipo de facilidades para quienes quieren hacerse con, por ejemplo, un elefante o un búfalo, dos de las especies que, junto a rinocerontes, leopardos y leones, conforman los cinco grandes de la caza, según la jerga de los cazadores. La mayoría de sus clientes son gente adinerada. El lema de Johan Calitz Safaris es “construyendo una leyenda, no solo una reputación”.

En uno de los campamentos de Calitz, en la región de Okavango Chobe, es donde el Rey se cayó la semana pasada. El monarca había acudido tras asistir a la misa de Pascua en la catedral de Palma, junto a su familia. El lunes 9 estaba ya en Botsuana para cazar elefantes, justo cuando comienza la temporada. Aterrizó en el aeropuerto de Maun y, de allí, se dirigió a uno de los campamentos de Calitz. Días después, durante la madrugada del viernes, se fracturó la cadera tras tropezar con un escalón.

La Casa Real no ha confirmado aún en compañía de quién estaba el Rey. Lo que sí ha admitido es que el coste del safari había ido a cuenta de Mohamed Kayali, un empresario hispanosirio habitual compañero de cacerías del Rey Juan Carlos. Este tipo de viajes suele salir por más de 40.000 euros, según las tarifas de varios operadores.Kayali es la mano derecha en España del príncipe Salman, ministro de Defensa de Arabia Saudí, también amigo del rey, y quien propició el contrato de más de 6.000 millones de euros para construir el AVE entre La Meca y Medina.

“Botsuana no es de los lugares más caros para cazar. Resulta más costoso en Tanzania o Zambia, por ejemplo”, dice Manuel Francisco Pariente Gavito, un mexicano aficionado a la caza. Pariente es empresario de refrescos en México y uno de los pocos cazadores que ha accedido a relatar a este periódico cómo se caza un elefante en Botsuana. Él lo hizo el 12 de abril de 2010, precisamente con la misma empresa de safaris que utilizó el Rey.

La Casa Real ha confirmado que el empresario sirio Mohamed Kayali pagó el coste del safari

“Todo se hace de la manera más deportiva y profesional”, cuenta Pariente. “Se sale en un todoterreno a primera hora de la mañana. Luego te dejan en una zona y caminas todo el día en compañía del cazador profesional. Puedes pasarte andando muchos kilómetros sin que veas un solo ejemplar. En el grupo van un guarda del Gobierno y los rastreadores. Estos pueden saber por las huellas si el animal es macho o hembra. Solo se cazan los machos si son viejos. Cuando se alcanza la pieza, el cazador profesional y el guarda debaten sobre si el animal cumple los requisitos. Solo puedes disparar si ellos te dan permiso”. Pariente asegura que el mayor riesgo es el de ser embestido. Si se falla en el disparo, el cazador profesional está preparado para hacer diana en la cabeza del animal. “No tuve que solicitar la ayuda del guía. Los colmillos del que cacé pesaban más de 100 libras [45 kilos]”, dice orgulloso. “Era un macho viejo. Tuve la suerte de cazarlo en los primeros días, así que el resto del viaje lo dediqué a hacer fotografías y a disfrutar del entorno”.

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La experiencia de Manuel Pariente fue difundida por la compañía de Johan Calitz en una nota de prensa del 14 de abril de 2010. La empresa de safaris señalaba entonces que su ejemplar era el más grande de los que se habían capturado desde que se había levantado la prohibición de cazar elefantes, en 1996. Al final de ese comunicado, la compañía hablaba también de Mohamed Kayali, el amigo sirio del Rey, a quien se le otorgaba el honor de haber cazado dos elefantes.

Pariente es consciente de que la imagen de la caza puede resultar dura para algunas sensibilidades, pero insiste en que la actividad está regulada en Botsuana y es necesaria para la conservación de la especie.

“Es una falsedad que cazar elefantes sea una carnicería. Sugerirlo es mostrar ignorancia”, señala un portavoz de la Botswana Wildlife Management Association, una organización que promueve la conservación de la vida salvaje. “Matar ganado y cerdos en un matadero es mucho más estresante para los animales y aún así, los occidentales lo aceptan fácilmente”, explica el portavoz.

“Solo se dispara bajo la supervisión de un cazador profesional y un guarda”, dice un cliente de Johan Calitz Safaris

El Gobierno de Botsuana ha justificado esta semana que el país sea junto con Sudáfrica, Namibia y Zimbabue, uno de los que han permitido la caza de elefantes. Actualmente es el territorio con más ejemplares, unos 155.000, y el número sigue aumentando. La cuota de elefantes para Botsuana permitida por el Convenio Cites, que regula el comercio de especies protegidas, es de 400. Eso supone un 0,25% del total. La sobrepoblación de elefantes es un problema para las autoridades. Los paquidermos destruyen árboles de más de 70 años que acaban con el hábitat de otras especies como jirafas y antílopes.

“El elefante es una especie emblemática para la conservación de especies amenazadas”, opina Theo Oberhuber, coordinardor de campañas de Ecologistas en Acción. “Es cierto que en algunos países es necesario controlar sus poblaciones, pero la caza comercial no sirve para ello. Permitir la caza de elefantes en una zona supone incentivar el interés por cazar esa especie, que globalmente está en peligro de extinción”. Para la Botswana Wildlife Management Association, la industria de la caza, ha sido una solución que ha dado beneficios a las poblaciones locales. “Es necesario que estas se beneficien de los elefantes para que continúen tolerándolos. Si no fuera así, los envenenarían. No se puede esperar que la gente viva con los elefantes solo porque Occidente no quiera matarlos”.

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