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Ni los chinos trabajan

La huelga tiene efecto en el polígono comercial de Cobo Calleja, uno de los más grandes de España La mayoría de los negocios pertenecen a ciudadanos del gigante asiático

Comercios mayoristas chinos en el polígono de Cobo Calleja, donde la mayoría de las empresas están cerradas.
Comercios mayoristas chinos en el polígono de Cobo Calleja, donde la mayoría de las empresas están cerradas. CRISTÓBAL MANUEL

Por la avenida principal del polígono comercial de Cobo Calleja (Fuenlabrada), el más grande de España, apenas circulan coches. Solo una motocicleta pilotada por un chino recorre de arriba a abajo la calle transportando pequeños paquetes. Los chinos, propietarios de la mayoría de negocios de este singular polígono, han decidido secundar el paro. Lo hacen más por miedo y precaución que como protesta a la reforma laboral aprobada por el Gobierno. "Hoy no trabajamos. Hay huelga", dice un joven chino vestido con un plumas de marca y un cigarrillo Camel en la boca. Son las nueve de la mañana y el chico está acompañado por tres compañeros que esperan junto a un muelle de carga. Una hora más tarde descargan cajas de un camión.

A la misma hora, otro grupo de asiáticos abre la persiana de uno de los amplios locales comerciales. Descubren un establecimiento de artículos de pesca. Solo una joven sabe hablar español con fluidez: "No entendemos muy bien las leyes", dice cuando se le pregunta por la huelga. "Hoy no abrimos, trabajaremos dentro", afirma desconfiada. Lo cierto es que el polígono está desangelado, lejos de su frenética actividad diaria en la mayor concentración de comerciantes chinos de Madrid. Las centenares de furgonetas y camiones que desembocan cada día en la zona se reducen a una docena.

Hace algo más de un año, el exministro de Fomento, José Blanco, inauguró el Plaza Oriente, el que iba a ser el centro comercial más importante de España. Hoy los farolillos rojos están apagados, los rótulos de caracteres chinos lucen solitarios y los locales cerrados. La huelga ha tenido efecto en Cobo Calleja. De los más de 350 almacenes comerciales del polígono solo una docena se ha atrevido a abrir a media mañana.

Como los locales están cerrados, pequeñas cuadrillas de chinos charlan despreocupados en las esquinas. Apenas logran responder "yo no sé nada" cuando se les pregunta por la crisis, la huelga o la actividad del polígono. Cobo Calleja recibe habitualmente mas de 4.000 contenedores a la semana. "La huelga es por la crisis. Está muy mal todo Cobo Calleja, muy mal", dice un hombre de origen asiático antes de montarse en un BMW de alta gama y hacer aspavientos con la mano para cortar la conversación. Ni idea de la reforma laboral.

El camarero del bar El Diario, en la avenida principal del polígono, está aprendiendo palabras en chino para atender mejor a sus clientes. "Se nota mucho la huelga. Tienen miedo porque otras veces vinieron piquetes y les amenazaron", dice mientras sirve un café a un hombre de origen asiático. "Están dentro de las naves. Esos no paran", asegura un grupo de operarios de una fabrica cercana que no ha secundado el paro.

Beatriz trabaja en uno de los pocos locales abiertos. Sus jefes proceden de China y no entienden de huelgas. "Llevamos abiertos desde septiembre y si podemos abrir para vender pues abrimos", cuenta esta dependienta de la flamante tienda de ropa, llamada Tanna. Cuenta, bajo la atenta mirada de una joven asiática, que el resto de empresarios chinos se han puesto de acuerdo para no abrir. "No esperamos muchos clientes, pero hay que trabajar", añade.

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Una caravana formada por cinco coches con pegatinas de sindicatos recorre el polígono. Lanzan mensajes desde un altavoz para apelar a la huelga. "Han venido a desayunar, se han tomado un café y se han marchado", dice el camarero de El Diario con la esperanza de que mañana sus clientes vuelvan a llenar el local.

Talleres mecánicos, negocios de cerrajería, suministros de pintura... comercios de bolsos, zapatos, regalos, utensilios para mascotas, permanecen con las persianas bajadas y las puertas cerradas. Algunos clientes llegan al lugar y tienen que darse la vuelta al descubrir que casi todo está cerrado. Es el caso de un hombre que tiene una empresa de rodamientos que se ha acercado a Cobo Calleja a por repuestos. "Creí que iba a estar abierto. Voy a esperar un rato a ver si deciden abrir", asegura paciente.

Una pareja de policías municipales discute con un empresario chino. Al parecer les han llamado por un problema con un contrato de alquiler de una carretilla elevadora. Una mujer de origen asiático se acerca a preguntar qué ha pasado. "No tiene nada que ver con la huelga, es un problema legal", le tranquiliza un guardia de seguridad de la empresa de vigilancia del polígono. La mujer sonríe da media vuelta y dice:"Yo hoy no trabajo. He ido al gimnasio de Parla". Y hace un gesto para sacar músculo con el brazo. "Se han puesto todos de acuerdo para no abrir. Lo harán por la tarde, cuando todo se tranquilice. Pero están dentro de los locales ordenando sus mercancías", zanja el guarda despreocupado porque hoy tendrá menos trabajo.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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