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El candidato socialista combate la acusación de que rehúye el poder

Javier Fernández trata de combatir la decepción de muchos socialistas cuando en mayo admitió su derrota en la misma noche electoral, pese a que el PSOE fue el partido más votado

Mercedes Fernández, ayer durante un acto en el Senado.
Mercedes Fernández, ayer durante un acto en el Senado. ULY MARTÍN

“Estoy preparado para gobernar”, repite el candidato socialista a la presidencia asturiana, Javier Fernández. E incluso llegó a decir: “Estoy dispuesto a quemarme en el Gobierno para sacar Asturias adelante”.

No son frases banales, aunque lo parezcan. Que un candidato electoral se postule para gobernar es de suyo, y, en ese sentido, lo que dice Fernández podría interpretarse como una obviedad intrascendente. Pero no lo es.

Fernández está tratando de combatir el descontento y la decepción de muchos electores de la izquierda que nunca llegaron a entender que en mayo pasado el candidato socialista admitiese su derrota en la misma noche electoral, pese a que el PSOE fue el partido más votado. Fernández justificó su decisión porque Foro Asturias Ciudadanos (FAC), aun con menos sufragios, obtuvo un diputado más que los socialistas por el efecto en la asignación de escaños de la existencia en Asturias de tres circunscripciones electorales en los comicios autonómicos.

La renuncia a postularse ante la cámara regional como candidato a la presidencia del Principado obedeció también a que la derecha, aunque dividida y enfrentada entre dos opciones enemistadas (PP y FAC), había logrado sumar mayoría absoluta por vez primera en la historia autonómica asturiana.

La inhibición de Fernández hace diez meses alimentó una percepción extendida de que carecía de ambición de poder. Que José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba desvelaran que el líder socialista asturiano había rechazado un ofrecimiento para ser ministro en 2004 aún contribuyó más a esa creencia.

Fernández es el secretario general de la Federación Socialista Asturiana (FSA-PSOE) más indiscutido y con más consenso en el partido desde la Transición. Pero este hito de cohesión interna lo logró desde la autoridad moral y no desde el ejercicio destemplado del poder. Una de sus acusaciones de campaña a la derecha es precisamente el reproche de que PP y FAC “saben mandar, pero no gobernar”.

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Pero este ataque a las formas destempladas de Cascos le deja abierto el flanco de una supuesta falta de ambición, que trata de corregir a marchas forzadas antes del día 25 comprometiéndose a dar la batalla para recuperar para la izquierda el Gobierno de Asturias.

La campaña de estas elecciones anticipadas asturianas está nutrida de frases anodinas y de aparentes simplezas que, como las de Javier Fernández, no lo son y que, muy a la inversa, incorporan un mensaje críptico. A veces, incluso, son pura dinamita.

Por ejemplo, la afirmación de Mercedes Fernández, candidata del PP, de que, de ganar las elecciones, será una presidenta con residencia y domicilio en Asturias puede ser percibida por los no iniciados como una trivialidad. Pero en realidad es un ataque directo a Francisco Álvarez-Cascos, presidente del Principado y de FAC, que ha estado gobernando la comunidad en estos diez meses repartiendo sus días entre Asturias y Madrid, donde tiene su domicilio familiar.

Cascos también ha formulado mensajes análogos. Suya es la frase de que si pierde las elecciones del día 25 no se irá. Parece una frase vacua porque es normal que los diputados que pierden las elecciones ocupen sus escaños en el parlamento. Pero con tal declaración de intenciones el hoy presidente trata de atajar la versión (o la maledicencia) según la cual renunciaría a su escaño si no lograra repetir en el Gobierno.

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