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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Verdad cruda en economía y discreción frente a ETA

Rajoy sabe que lo primero es arreglar la economía del país, frenar la caida y que al menos se deje de destruir empleo

Javier Casqueiro

Mariano Rajoy sí tiene muy claro cuáles son los dos principales retos de su mandato en la Presidencia del Gobierno. Y por tanto ha pensado muy bien y con tiempo las estrategias para afrontarlos. Los dos son problemas mayúsculos, pero Rajoy, ya se sabe, prioriza. Lo primero es arreglar la economía del país, frenar la caída y que, al menos, se deje de destruir empleo. Del fin de ETA mejor hablar lo justo o nada. El discurso en la clausura del balsámico XVII congreso del PP de Sevilla solo perseguía encarar el primer objetivo. Y replicar a los sindicatos y manifestantes que estaban en esos momentos a miles por las calles de toda España protestando contra su reforma laboral con la idea simple pero convincente de que han sido muchos más los españoles que le han votado para poner remedio a la crisis. Frente a los que dudan de su firmeza ante el tópico de estos tiempos difíciles, Rajoy ha sellado su compromiso de que no vacilará para ejecutar unas medidas que entiende duras, pero al mismo tiempo justas, necesarias e imprescindibles. Eso sí, con un lado humano que no ha detallado.

Su intervención se ha volcado sobre el alarmante panorama económico. Y ahí Rajoy no piensa llamarse a engaño. Ha tomado nota de los errores de su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, al que ya ni cita, y no pierde el tiempo en imaginarse brotes verdes, signos impensables de recuperación o frutos de ninguna cosecha. No ve señales de esperanza. Lo dice alto y contundente. Es crudo. Mantiene que los españoles comprenderán ahora mejor las verdades como puños que ningún engaño edulcorado. Y presume que así respaldarán cualquier iniciativa que emprenda, por incómoda que pueda resultar para su venta electoral. Hay tiempo para pensar en eso, porque la cita inmediata en Andalucía parece bastante resuelta. La dan por hecha. Por tanto, la frase “ojalá hubiéramos tocado fondo” tronó en toda la sala y se extendió rápido por toda España.

¡Cómo es de desmemoriada la política! Cómo cambian las tornas de un congreso para otro. El líder del PP se siente ahora tan sólido en su posición que ni los pellizcos de Aznar le hacen mella. Le saluda ya como se trata a un presidente honorífico que se enrabieta en bajo por lo mucho que se extienden los vídeos y los discursos que le preceden. Rajoy se ha permitido incluso aludir a los problemas de liderazgo en el PSOE cómo si el congreso del PP de Valencia en 2008 y sobre todo sus dramáticas semanas previas nunca hubiesen existido. “No hemos venido aquí a resolver querellas internas, porque no las tenemos”, ha ironizado.

Su meta es otra. No está en la oposición, ni en el Parlamento ni tampoco en la calle, aunque grite. “Nosotros a fortalecer nuestra capacidad de respuesta”, ha comentado para pasar rápidamente, casi sin hacer sangre con la herencia recibida, a una defensa a ultranza de la reforma laboral ya tan contestada. No la ofreció como una panacea sino como parte de un plan. Vendrán más y serán duras. Y los presupuestos.

El único momento para el optimismo que se ha concedido ha sido cuando al interpretar que lo que ya ha cambiado es la imagen de España. Dentro, porque cree que los españoles sí ven que se ha terminado con la indefinición. Y fuera, porque sospecha que nuestros socios, los mercados y demás interlocutores financieros nos aprecian como un país serio. No ha dado datos.

De lo que Rajoy no ha querido hablar fue del otro gran problema aún sin solución definitiva en España. Rajoy no ha mencionado la palabra ETA. Ni ha dado ninguna pista de por dónde van sus intenciones. Solo se permitió un recordatorio a las víctimas en el largo capítulo de los agradecimientos. Muy genérico: “Quiero recordar a todos aquellos que podrían estar hoy aquí, que deberían estar aquí, pero no están. Y quiero que recordemos que no están porque han sido el precio que hemos pagado por nuestra libertad. No los olvidamos y no queremos olvidarlos, ni aquí, ni en ningún rincón de España. Permanecen en nuestro recuerdo, porque el respeto a su memoria y la defensa de su dignidad, conforman hoy la medida de nuestra talla moral”. Se acabó.

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El tema de ETA se ha bajado de los mítines, de los discursos, de las ruedas de prensa y, mucho más, de las ponencias de los congresos. Pero ocupa y preocupa, desde la discreción. Sobre todo porque hay un sector relevante en el PP, antes encarnado por el ahora aparcado Jaime Mayor Oreja y que tiene a José María Aznar como baluarte, que no está dispuesto a ninguna componenda. Rajoy y el líder vasco actual del PP, Antonio Basagoiti, tampoco pero sí están en otra onda. Basagoiti fue incluso duro durante el congreso en sus mensajes al entorno etarra. Su ponencia fue premeditadamente ambigua para poder permitirlo todo en un futuro no muy lejano.

Pero el PP vasco de Basagoiti ha situado a más miembros en el equipo de Rajoy en Madrid y, sobre todo, a Iñaki Oyarzabal como nuevo secretario sectorial de Justicia, Derechos y Libertades. Es mucho más que un puesto de cuota o decorativo. Es el refrendo a uno de los dirigentes vascos que más está trabajando en la sombra para que PP, PSOE y PNV puedan construir juntos una salida razonable al problema “político” de ETA, como lo calificó sorprendentemente la semana pasada el nuevo ministro del Interior. Oyarzabal fue el dirigente que viajó a Madrid para preparar con Jorge Fernández esa comparecencia en el Congreso en la que UPyD exigió con acusaciones de cobardía la ilegalización de Amaiur. El PP vasco reventó de ira ante esas palabras de Rosa Díez, por injustas y porque molestan a un proceso que va mucho mejor de lo que parece.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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