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Rajoy exhibe su dominio absoluto con votaciones unánimes en el PP

Cospedal evita cualquier referencia al pasado difícil o a la corrupción El intento de quitar la palabra cristiano como origen del PP fue rechazado

Arenas, Cospedal y Rajoy, durante una de las votaciones.
Arenas, Cospedal y Rajoy, durante una de las votaciones.GARCÍA CORDERO

En algún momento de la intervención de María Dolores de Cospedal, los altos cargos del partido que la escuchaban podían haber pensado que el PP nunca tuvo problemas. A pesar de que su texto estaba pensado para defender un informe de gestión de los últimos cuatro años, todo era alegría y unidad.

El PP no quiere ni asomarse por un momento a mirar los escándalos de corrupción, la división interna, las dudas que generaba el liderazgo de Mariano Rajoy. Nada de eso mereció siquiera una mención velada. Pasó, y solo queda la cuenta de resultados, lo que de verdad importa en política: las victorias electorales y el enorme poder que atesora el partido, el mayor de su historia.

Y de eso habló Cospedal. Unidad, unidad, unidad y victoria. Y aplausos, y más aplausos, y entrega y más entrega al líder.

Por si había alguna duda de que esa es la esencia de este congreso, la celebración de la victoria y el poder y la entrega sin contemplaciones a Rajoy, después del discurso de la secretaria general llegó la votación. Y no fue a la búlgara, porque eso suele suponer un 98% o algo similar. Fue más allá. Unánime. ¿Algún voto en contra?, preguntaba el alcalde de Sevilla, Ignacio Zoido. Silencio sepulcral. ¿Alguna abstención? Tampoco. No era un voto secreto, sino a cartulina alzada. Aunque tampoco habría sido muy diferente el resultado en urna.

Nadie quiere poner pegas, ni siquiera mínimas, y menos ahora que el partido está en condiciones de repartir poder entre todos sus cuadros, más que nunca.

Cospedal, eufórica con su consagración de nuevo como número dos, reivindicó a Manuel Fraga, el fundador, y se dedicó a exhibir su victoria como el resultado de la unidad interna; esto es, casi de la resistencia. Y como si se tratara de la junta de accionistas de una empresa, exhibió los resultados en forma de datos, de votos, tanto que su discurso, entregado a la prensa, estaba lleno de gráficos comparativos y de números. También reivindicó una de las esencias del nuevo PP, diseñado por Rajoy en 2008, cuando decidió reinventarse a sí mismo y a su partido y abrirse a los nacionalistas.

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Pero a la vez, insistió en la idea de que el PP es el único partido que tiene un discurso para toda España. Y evitó cualquier polémica. “No puede pasarnos como a la mujer de Lot, que mirando atrás se convirtió en estatua de sal”, llegó a decir. Así que lo pasado, pasado está, incluido el caso Gürtel, que marcó durante dos años la gestión de Rajoy —y la de Cospedal—, les dio miles de quebraderos de cabeza, y ahora ha desaparecido de los discursos y de las preocupaciones.

El PP sonríe, lo hizo durante todo el día en este congreso que se parece más a una fiesta pese a unas intervenciones poco apasionantes y ceñidas a los informes técnicos. Luce sonrisa porque, como recordó Zoido, “vive su mejor momento” de los últimos años. Y porque, en cualquier caso, hay que guardar las apariencias.

“Objetivo cumplido”, llegó a declarar Cospedal en referencia a los deberes que se puso el partido en el mucho más complejo congreso de Valencia de 2008.

Lejos de la declaración del ministro del Interior, Jorge Fernández, que llegó a hablar el pasado miércoles de la “dimensión política” del problema de ETA, se mantuvo fiel a la línea oficial —“el Gobierno solo espera de ETA su disolución”— en un discurso frío, que no parecía emocionar a los dirigentes ni a los militantes y que incluso evitó guiños internos.

Ni siquiera en las ponencias, y eso que había algunas enmiendas relevantes, hubo problemas. A última hora de la noche una aplastante mayoría tumbó el intento de eliminar la palabra “cristiano” como origen del partido. “No tiene que ver con la confesionalidad, es una acepción cultural”, argumentó Alberto Núñez Feijóo para mantenerla, según algunos de los presentes. También se tumbó el intento de algunos por suavizar las exigencias contra la corrupción que había marcado el redactor de la ponencia de Estatutos, Alberto Fabra, sucesor de Francisco Camps —que no ha venido al congreso—. Quedarán como estaban: imputado, expediente informativo; apertura de juicio oral, expediente disciplinario.

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