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Ética y autocrítica entre rejas

El periodista Gorka Landaburu, Paul Rios (Lokarri), el exconsejero Joseba Arregi y el exrector Salaburu han participado en los talleres con los presos

Mónica Ceberio Belaza
Joseba Urrosolo Sistiaga.
Joseba Urrosolo Sistiaga.J. M. ESPINOSA (EFE)

“Hablé con ellos de mi historia; del exilio de mi familia durante el franquismo; del dolor; de la ETA anterior a Franco; de la ETA posterior a Franco; de mis comienzos en el periodismo, en 1977, cuando mi trabajo consistía, fundamentalmente, en cubrir atentados y funerales, uno tras otro; de mi propia condición de víctima de ETA después de haber sobrevivido a un paquete bomba en 2001... Y en ellos vi ganas de explicar, de reconocer el dolor causado, de hacer autocrítica y de trasladarla también fuera de los muros de la cárcel. Sobre todo, tenían ganas de hablar. Fue un diálogo de más dos horas”. El periodista Gorka Landaburu se acercó a la prisión de Nanclares de Oca (Álava) el pasado 29 de noviembre. Habló con un grupo de presos disidentes de ETA dentro de los talleres organizados por Interior tras la petición, reiterada, de los propios presos.

“Les dije: ‘Vosotros habéis dado un paso importante, y habéis tenido el valor de hacerlo, pero aunque seáis 20 o 30 es posible que os quedéis aislados, porque el colectivo de presos no quiere moverse esperando a una futura negociación”, relata Landaburu, que acudió para hablar con los internos sobre el papel de los medios de comunicación ante el proceso de paz. “Urrusolo respondió que creía que, finalmente, todos los presos tendrían que dar el mismo paso, pero les vi preocupados por cómo iba a evolucionar todo esto. Hablamos de que ellos también tendrían que sacar su voz de la cárcel, contar su historia, explicar cómo llegaron a la conclusión de que la violencia no era el camino correcto, por qué habían cambiado de opinión... Tienen mucho camino por delante, pero yo creo en la reinserción incluso en los crímenes más duros cuando es sincera. Tienen un valor que hay que reconocer. Ojalá todos los que están en la cárcel siguieran el mismo trayecto”.

Al acabar el debate, dos presos se le acercaron: “Formamos parte del comando Buruntza, aquel que te mandó la bomba en 2001. Nosotros no participamos directamente en el atentado, pero te pedimos perdón”. “Lo agradecí”, recuerda. “Hay gente que cree que tengo síndrome de Estocolmo, pero no es cierto. Tengo la suerte de haber sobrevivido a un atentado. A partir de ahí, quiero la paz para mis hijos y nietos. He vivido dos dictaduras, la de Franco y la de ETA, y quiero la paz. Siempre, eso sí, sin renunciar nunca a la justicia, la memoria y la reparación de las víctimas. Esto es básico”.

Un mes antes, el 18 de octubre, dos víctimas entraron también en Nanclares para hablar con los presos. Jaime Arrese e Iñaki García Arrizabalaga. Ambos perdieron a su padre el mismo día de 1980, el 23 de octubre, a manos de los Comandos Autónomos Anticapitalistas. El primero era político de UCD; el segundo, delegado de Telefónica en Gipuzkoa.

“Cada uno habló de su experiencia personal”, explica Arrese. “Les contamos cómo era entonces la atmósfera social, muy distinta de la de hoy, que justificaba los asesinatos y culpaba a las víctimas. Por un lado tenías que superar la muerte de tu padre y, por otro, aguantar ese entorno. Les llamó mucho la atención esta realidad. También tenían preguntas sobre cuántas asociaciones de víctimas había, cómo se organizaban, cómo estaban las leyes. Ese día había nueve personas. Casi todas participaron, pero dos o tres fueron especialmente activas”.

Arrese asegura que el grupo fue muy crítico con ETA. “Sé que ellos son 20 o 30 y el resto de los presos, 500, pero creo que este es el camino que conduce a un cierre moral y que además lo están haciendo a cambio de nada. Porque han hablado tanto, y durante tanto tiempo, que lo tienen claro. Son muy conscientes de lo que ha hecho ETA, y quieren desmenuzarlo. Creo que se están ganando el derecho a una segunda oportunidad. Su planteamiento es un presupuesto ético básico para asentar la paz. El reconocimiento del daño causado, en su caso, va más allá de una verificación objetiva de que se ha provocado dolor. Asumen una responsabilidad por las decisiones tomadas. Esta vía es un inicio para que pueda prender la mecha ética. También será imprescindible, cuanto antes, un acuerdo entre el PNV, el PP y el PSE”.

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Las charlas, una por semana, se llevaron a cabo entre el 26 de octubre y el 30 de noviembre de 2011. Unos 10 internos participaron en las sesiones —no todos en todas ellas— y una docena de ponentes acudieron al taller, coordinado por el abogado y profesor de Derecho Penal Xabier Etxebarria. Además de los citados, acudieron, entre otros, el filósofo Manuel Reyes Mate; el exrector de la Universidad del País Vasco Pello Salaburu; el coordinador de Lokarri, Paul Ríos; el excoordinador de Elkarri y actual director del centro de estudios para la paz Baketik, Jonan Fernández; el escritor Carlos Martín Beristain; el trabajador social y mediador Alberto Olalde y el exconsejero de Cultura del Gobierno vasco con el PNV Joseba Arregi.

“Hablé con ellos de la recuperación de las víctimas y de los victimarios para la sociedad”, relata Manuel Reyes Mate. “En el caso del victimario, es un proceso complejo que pasa porque reconozca que ha hecho daño, y no una acción heroica, y que la sociedad le conceda la posibilidad de comportarse de otra forma. La última fase, que puede darse o no, pasaría por el perdón. Se abrió un debate muy interesante, en el que ellos pedían que se hablara de las víctimas de ETA, pero también de las del Estado, como las de los GAL, para que la sociedad pueda tener una narración completa. No quieren que se pase página sin más sobre ese tema. Trataban de explicar, aunque no lo justificaban, en qué contexto se habían cometido acciones terroristas. Y tenían distintos grados de autocrítica. Unos ponían más el acento en el daño que habían hecho a una persona en concreto. Otros iban más allá al reconocer el daño a toda la sociedad. Una preocupación muy grande era que se conociera su posición y su disposición a hablar con las víctimas y con la sociedad. Quieren hacer valer lo que hacen, porque les está costando caro”.

“Salí muy impresionado”, expresa. “No es un seminario habitual y fue un debate muy intenso. Estás hablando con gente con un historial criminal importante, pero que reconoce lo inútil de toda esa violencia. Uno de ellos no habló nada, pero al final me dio un abrazo y las gracias. Pikabea era muy expresivo. Urrusolo más peleón, más dialéctico. Preguntaban qué podían hacer. Yo les dije que crear dentro de la sociedad vasca un lugar crítico respecto a la violencia y buscar una interlocución con las víctimas para suturar las fracturas. Es muy importante la recuperación de los victimarios. Son necesarios; fundamentales para la sociedad”.

“Para mí fue muy fuerte emocionalmente”, señala Pello Salaburu, exrector de la Universidad del País Vasco y colaborador habitual del diario El Correo. “Querían saber qué es lo que pasa fuera. Tienen una información muy parcial, muy controlada. Están muy aislados. Habían leído mis artículos sobre la importancia de que el proceso de paz no sea un cierre en falso, y se suscitó un debate largo. Muchos de ellos fueron muy críticos con Bildu. Opinaban que tendrían que ir mucho más allá en el tema de las víctimas”.

Por el momento no hay más talleres programados, pero el nuevo equipo de Interior se está planteando impulsarlos de nuevo. “Siempre y cuando fomenten la desvinculación de los presos de la violencia, lo estudiaremos”, indica un portavoz.

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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