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Sólido en tiempos de crisis

El nuevo secretario general ha convertido en experiencia el reproche de Chacón a su edad

Luis R. Aizpeolea
SCIAMMARELLA

El dirigente socialista, de 60 años, eterno número dos con mejor currículum dentro de su partido —ministro de Educación, de la Presidencia y Portavoz del Gobierno, con Felipe González; portavoz del Grupo Parlamentario, ministro del Interior y vicepresidente primero con José Luis Rodríguez Zapatero— ha logrado, finalmente, convertirse en el número uno del partido y ha roto el mito de eterno perdedor de todas sus apuestas internas.

Ayer, por fin, enterró la leyenda de que todas sus apuestas partidistas estaban abocadas al fracaso, como cuando apoyó a Joaquín Almunia frente a José Borrell por la candidatura a la presidencia del Gobierno en 1998; la de José Bono frente a José Luis Rodríguez Zapatero por la secretaría general del PSOE en julio de 2000 y la de Trinidad Jiménez frente a Tomás Gómez por la secretaría general del PSM hace poco más de un año. Curiosamente, enterró el mito del fracaso en sus apuestas internas con su propia candidatura.

Alfredo Pérez Rubalcaba va a poder, finalmente, actuar en nombre de sí mismo después de ejercer durante muchos años de político influyente con Felipe González y de Joaquín Almunia y de ser el asesor clave en los casi ocho años de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Hace meses, cuando se le preguntó qué le motivaba a aspirar a ser el número uno respondió: “Me apetece dar el paso porque como ejercicio intelectual resulta apasionante, sobre todo, por la responsabilidad con mi país y con mi partido. Ahora tengo la posibilidad de ser yo mismo y de formular cosas que siempre he tenido en la cabeza pero que no he llegado a plantear”.

Esa declaración la hizo, con motivo de su carrera como candidato del PSOE a la Presidencia, pocas semanas antes de las elecciones generales del 20 de noviembre. Pero tras aquella estrepitosa derrota, la mayor en la historia del PSOE tras la dictadura de Franco, Rubalcaba ha vuelto a apostar en esta ocasión por la secretaría general.

El nuevo secretario general, tras aquella severa derrota, tuvo dudas sobre si presentarse o no. Pero tuvo fuertes presiones para hacerlo, sobre todo entre veteranos socialistas muy preocupados ya no sólo por la derrota electoral sino por el propio futuro del PSOE, por el temor a que dejara de ser un partido de mayorías y de Gobierno, y convertirse en un partido irrelevante.

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Rubalcaba reveló la pasada semana, en un acto de la campaña en Madrid, que uno de los notables del partido que le animaron a presentarse fue nada menos que Felipe González ante el propio ex presidente del Gobierno que tampoco lo quiso ocultar. Tampoco han ocultado su preocupación por el futuro del PSOE y su apoyo decidido a Rubalcaba, históricos socialistas como Javier Solana, José María Maravall o Alfonso Guerra. También tuvo presiones de organizaciones prácticamente enteras, como el Partido Socialista de Euskadi, escaso en número de delegados, pero con una fuerte influencia moral en el PSOE, volcados a favor de Rubalcaba, tras su brillante gestión en el logro del cese definitivo de ETA.

Y Rubalcaba se ha llegado a convencer de que estaba en mejores condiciones que nadie en el PSOE, en esta complicada etapa, para sacar al partido del agujero en que está. Se lo ha llegado a plantear como una apuesta angustiosa y se ve que ha tenido que hacer esfuerzos para contener el apasionamiento con que se ha entregado a la tarea de ganar a Carme Chacón.

El nuevo secretario general del PSOE ha demostrado una capacidad infinita de trabajo. Lleva en permanente campaña, sin tomarse prácticamente un día de descanso, desde que en julio de 2011 presentó su candidatura a la presidencia del Gobierno.

Pero Rubalcaba es, ante todo, un político pragmático probado en toda su trayectoria política que cree que tiene la solución a la crisis del PSOE. Sus maestros políticos, en su origen, son Solana y Maravall, pragmáticos como él e inspirados en la cultura de la Institución Libre de Enseñanza. Luego ha sido un político clave para los tres secretarios generales que le han precedido, y a los que ayer, al ser proclamado secretario general, citó: Felipe González, Joaquín Almunia y José Luis Rodríguez Zapatero.

Rubalcaba piensa que la clave de la salida de la crisis del PSOE no está en refundaciones, en grandes innovaciones ni en profundas autocríticas sobre lo realizado por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero sino en lograr que la socialdemocracia, la española y la europea, sea capaz de ofrecer una alternativa de izquierdas a la recesión económica global y en erigirse cuanto antes en una oposición útil y firmemente crítica a la vez al Gobierno de Mariano Rajoy.

Su pragmatismo y la solidez que comporta su proyecto, en un momento de grave recesión económica y crisis política aguda de la socialdemocracia, se ha impuesto —es verdad que por la mínima— sobre los dos principales hándicaps de su candidatura, que tampoco eran menores: su tremenda derrota electoral del 20 de noviembre frente a Rajoy y su edad en contraposición con una joven candidata como Carme Chacón que, a priori, simbolizaba mejor el futuro.

Rubalcaba ha sabido volver en contra de Chacón el reproche a su edad, que el nuevo secretario general ha traducido en experiencia. Y así se percibió, también, en su intervención en la mañana de ayer en el plenario socialista, ante el que mostró que tenía un proyecto más claro y preciso que Chacón, que tiró de mitin y llamadas genéricas a la renovación.

El trasfondo de una crisis económica tan grave y con la angustiosa situación de la socialdemocracia como alternativa a la derecha en España y Europa ha trabajado a favor de la propuesta precisa de Rubalcaba y en contra de la renovación genérica de Chacón. Y el plenario socialista lo reconoció ayer, aunque Rubalcaba tendrá que tener en cuenta que ha ganado a Chacón por tan solo 22 votos.

El nuevo secretario general ha forjado su plan de actuación en los siete meses que lleva recorriendo España, primero como candidato a la Presidencia en las elecciones generales y, luego, como candidato a la secretaría general. Ayer lo resumió ante el plenario socialista en su ya clásico tono coloquial.

Reivindica el legado histórico del PSOE —apeló a Pablo Iglesias— y el moderno, con un reconocimiento a González y Zapatero por su contribución a la transformación de España. Hace gala de patriotismo de partido como base de partida para la recuperación del poder institucional del PSOE desde los municipios.

Apela al rearme ideológico —“necesitamos muchos líderes para esta tarea colectiva”— y al liderazgo moral del PSOE, “si no vives como piensas, acabas pensando como vives”. Propone cambios orgánicos con un refuerzo de la Ejecutiva federal —“no está para defender los territorios y las generaciones”—, en cuya debilidad encuentra una base de la crisis del PSOE.

Para Rubalcaba resulta clave conseguir un “proyecto reconocible” para ser alternativa al Gobierno del PP, recuperar la confianza de los ciudadanos y no correr el riesgo de caer en la irrelevancia. En este punto abre paso a la autocrítica a su paso por el Gobierno: “Nos hemos equivocado en no meter mano a los especuladores. Pero tampoco con radicalismo verbal nos ganamos la confianza”.

Cree que la rapidez con que el Gobierno de Rajoy ha abordado la contrarreforma le ofrece el PSOE grandes posibilidades en la oposición. A Rubalcaba se le ve muy decidido a acometer la urgente y necesaria tarea de hacer una oposición útil y firme a un Gobierno del PP muy beligerante —“realiza un ajuste económico al servicio de un ajuste ideológico”— . Pero deja abierto el tipo de oposición que hará a Rajoy, pues “si rompe los pactos de la Transición, nos lo replantearemos e incluso revisaremos los acuerdos con la Santa Sede”.

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